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Estaba comenzando a aumentar la temperatura y me sentía tan atrapada dentro de mi sudadera que apenas podía prestar atención a lo que Tom intentaba explicarme. Solo nos separaban unos pocos centímetros, pero parecía que ni siquiera existíamos en el mismo universo. Levanté la cabeza en busca de una de las meseras para poder ordenar una bebida helada que me ayudara un poco, pero no vi a ninguna disponible. Las noticias viajaban rápido y Take the cake se había vuelto un lugar muy popular, tuvimos suerte de lograr encontrar la mesa en donde ya habíamos pasado más de dos horas hablando de la especial organización de nuestro gobierno.

—Jessica, necesitas concentrarte, este es un pilar muy importante para el examen. —Me reprendió el muchacho tras notarme distraída. Se había apagado a mi pedido del día anterior y adentrado en su papel de tutor demasiado bien para mi gusto, pero no iba a admitirlo.

—¿No podemos tomarnos un recreo? —Pregunté frotando mi cuello que estaba algo contracturado.— Para serte honesta, hace ya un buen rato que no sé de qué estás hablando. 

—Está bien. —Accedió empujando los libros hacia el otro lado de la mesa y soltando un gran suspiro. —Iré a pedir algo de comer al mostrador, ¿gustas que te traiga algo también? —Movió su silla para pararse.— No te preocupes, yo invito. —Añadió con un tono que dejaba claro que había sido una oferta más amable que coqueta, como tal vez lo hubiera sido en otro momento.

—Lo que quieras está bien, mientras no esté caliente, me estoy cocinando aquí adentro. —Dejé escapar una risita para acompañar el último comentario y quitarle un poco de tensión al ambiente, pero él no parecía tener intenciones de colaborar con eso. 

Asintió secamente y se fue. Clavé la vista en su espalda mientras se formaba en la fila, notando algunas leves arrugas en la tela de su camisa en los sectores donde sus músculos se elevaban un poco más, algo que quizás no esperaría de una persona que se dedica más a los libros que a los deportes. Tom era una caja de sorpresas que parecía generar un candado nuevo cada vez que pensaba que había encontrado la llave.

Sabía en mi interior que no era mi culpa no poder confiar en las personas para formar relaciones más normales, pero eso no era un consuelo muy bueno, al menos no cuando se trataba de él. Un revoltijo de emociones se apoderaba de mí cada vez que pensaba en la forma en la que me trataba, era cálido e interesado, pero sus acciones eran erráticas, confusas y de cierta manera perturbadoras. Quizás así actuaban los adolescentes normales cuando intentaban acercarse a alguien.

"Si ese fuera el caso se habría acercado a saludar directamente, como Yazmin, no dejado notas y mensajes anónimos por todos lados." Pensé. Pero el hecho es que no podía recriminarle nada sobre eso, él, a diferencia de su prima, tenía una reputación por la que preocuparse, era de esperarse que no quisiera que lo vieran acercándose voluntariamente a mi.

—¿Te gusta lo que ves? —La voz juguetona del rubio me arrastró fuera de mis pensamientos.

—Yo...—Balbuceé totalmente avergonzada mientras sentía mis mejillas teñirse de rojo.—Estaba observandote por si necesitabas ayuda para traer la comida, nada más. —Mentí. 

—Tranquila, solo era una broma. —Dijo volviendo a ponerse serio. —Pero no estaría de más un poco de ayuda. —Señaló con los ojos un par de vasos que estaban a punto de derramar su contenido sobre el resto de las cosas de la bandeja.

—Claro. —Tomé uno en cada mano, agradeciendo la frescura que me proporcionaban. —¿Qué tienen?

—Frutilla y kiwi a tu derecha, manzana y durazno en la izquierda. Elige el que más te guste, para mí cualquiera es bueno. —Apoyé el primero frente a él y su plato de tarta de manzana y me apropié del segundo dándole un gran sorbo. —Tienes… Déjame a mi.— Se inclinó y cuidadosamente limpió unas gotas de jugo de la punta de mi nariz con una servilleta produciéndome un escalofrío.

—Gracias, aunque no soy una gran aficionada del contacto físico y hubiera preferido que tan solo me mencionaras…

—Sí, lo siento, eso no fue muy "tutoril" de mi parte.—Me interrumpió, reacomodandose en su lugar. 

Un silencio incómodo se interpuso entre nosotros. 

—Sabes que lo que dije ayer no fue en serio… —Murmuré centrando mi atención en revolver mi bebida con el sorbete.

—¿No era que debía dejar de asumir que te conozco? —Pude notar que su lenguaje corporal había cambiado. Parecía aliviado.

—Tienes razón, lo lamento, me dejé llevar. —Acepté. —Es que detesto que la gente se arme ideas sobre mí, nunca llegan a nada bueno. 

—Llegan a tí, tú eres algo bueno. 

FeaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora