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Esa noche dormí muy mal, esta situación era demasiado para mí. No podía parar de pensar en el muchacho y en como hablaba, como si me conociera desde hace años.

"Ya sabes que es otro jugador, ¿por qué no lo dejas ir?" Preguntó una voz dentro de mi cabeza, que parecía bastante sensata a decir verdad. "Porque podría convertirse en una amenaza, todos son una potencial amenaza, como papá."  Respondió otra voz, la que me obligó a ir a la cancha de básquetbol al día siguiente.

El almuerzo había terminado y el lugar estaba casi vacío, sólo un par de chicos que no conocía rebotando algunos balones y un pequeño grupo de porristas conversando entre ellas.

Me recosté sobre mi espalda en una de las gradas más altas, alejada de cualquier mirada curiosa que pudiera haber cerca, y comencé a observar el techo. Pasados unos minutos estaba a punto de cerrar los ojos y echarme una siesta cuando sentí que algo, o alguien, golpeteaba el pedazo de madera en el que estaba.

— No te muevas. — Ordenó Número desconocido. — Podrías lastimarte. — Algo en el tono que usó para esa oración no me gustó en lo absoluto.

— ¿O tú podrías hacerlo? — Pregunté secamente.

— Nunca te lastimaría, Chassidy. — Respondió dolido, como si mi actitud lo hubiera herido. — Tan sólo no quería que te golpees con el banco de arriba, pero como sea... — Suspiró. — ¿Dónde nos quedamos?

— Quedamos en que tú eras un tipo raro que juega Caleidoscope.

— Oh eso. — Rió. — Debes admitir que todos los jugadores somos un poquito raritos...

— Sí. — Admití recordando lo que sabía de mi grupo de amigos. — Pero no conozco a nadie que lo sea tanto como para tallar un mensaje en el escritorio de alguien... — Tuve un escalofrío al recordar que él podría estar armado... Y mintiendo.

— Me conoces a mí. — Sonó sus nudillos. — Y me conoces muy bien.

— ¡Ya deja de hablar así! — Exclamé sentándome de golpe, lo que me produjo un leve mareo. — ¡No tengo la menor idea de quien er...! — Mis ojos se enfocaron en el cabello rubio del chico que se escondía en las sombras debajo de las gradas, lucia demasiado normal, hasta lindo, como para estar hablando conmigo.

Lo observé durante unos minutos sin decir ni una palabra y justo cuando iba a abri la boca él se fue corriendo. Intenté seguirlo con la mirada, pero era demasiado rápido.

— ¿Quién diría que alguien tan atractivo estuviera tan chiflado? — Cuestioné en un susurro mientras me levantaba.

— ¿Y quién diría que alguien que nunca cuida su espalda es la jefa de un grupo de estrategas? — Soltó el joven detrás de mí.

— ¿C- como...? Si hace un segundo estabas...  — Balbuceé volteándome hacia él. — ¿Qué carajos?

— Conozco un atajo.  — Se encogió de hombros como si fuera algo de todos los días. — Capitán Matthew Rogers del Batallón de los torpes ganadores, mago francotirador... — Extendió su mano hacia mí, pero yo no podía moverme, bueno, salvo por mi mandíbula que se abrió en un gesto de sorpresa. — Pero mis amigos me dicen Tom. — Añadió con una sonrisa torcida al ver mi reacción.  — Es un placer por fin poder verte a la cara, Chassidy ¿o debería llamarte Jessica?




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