41

2.9K 474 56
                                    

Tantos años de intentar escapar de mi padre me habían convertido en una corredora muy resistente, aunque nunca había aprendido a prestarle atención a mi camino, generalmente esa era la razón por la que terminaba atrapandome, solo esperaba a que un obstáculo me tumbara al suelo. En esta ocasión ese obstáculo resultó ser una persona, y no cualquiera, Tomás Peters. Mi cuerpo colisionó con su pecho, tomándolo por sorpresa, y terminé apoyando las nalgas contra el cemento al instante mientras él aún se esforzaba por entender lo que había sucedido.

—¡Jessica!¡Casi me matas de un susto! —Extendió su mano hacia mí. Desde esa posición parecía más un ángel que un adolescente, con su cabello revuelto por el viento, dispuesto a ayudarme. —¿Te lastimé?

—¿Qué haces aquí? —Ignoré su oferta con brusquedad y me levanté sola, mirándolo como si no fuera más que una piedra en mi camino.  —¿No tienes otras personas con las que estar? ¿Personas ante las que me pediste expresamente que no te hable? ¿O como estamos lejos del colegio ya puedes volver a tratar conmigo?

"¿Por qué soy así? ¿Por qué no puedo regresarle su amabilidad? ¿Por qué siempre tengo que descargar mi ira arruinando las cosas que me importan?" Pensé cuando cerré la boca y observé la reacción confundida del muchacho ante mi repentino ataque de preguntas pasivo agresivas.

—Magdalena me informó lo de tu madre y que la policía me anda buscando, supuse que aún estarías en la morgue. —Respondió incómodo. —Lo siento mucho, sé que debe ser difícil y que no hay nada que pueda decir para hacerte sentir mejor pero…

—Gracias, salí de allí hace unos minutos. —Lo interrumpí antes de que pudiera terminar de elaborar sus condolencias de guión. —Estaba yendo a casa de Yazmin ahora,  —mentí— no quiero volver a casa hoy, ni pasar por el parque donde la encontraron, o encontrarme con los reporteros que están cubriendo el caso…

—Puedo acompañarte, si quieres, no tengo nada que hacer ahora. —Ofreció. 

—Me honra saber que aún sigo siendo tu plan de respaldo. —Por alguna razón comencé a reírme, lo que pareció desorientar aún más a Tom. Pasé por su lado y lo miré a los ojos. —Vamos. —Dije señalando hacia adelante con la cabeza. 

—¿Cómo es que cuando por fin creo comprender lo que quieres de mí termino todavía más perdido?Ni siquiera sé porqué estás molesta conmigo ahora. —Suspiró comenzando a caminar a mi lado y pateando una botella vacía que alguien había dejado por ahí. 

—Tom, mi madre acaba de morir. —Hice referencia a lo obvio. —No existe cosa en esta vida con la que no esté molesta. —Volví a reír, pero noté que él no parecía ser fanático de mi forma de hacer humor. —Solo me siento algo mal porque después de esforzarte tanto por ser mi amigo, cuando tenemos la excusa perfecta para no tener que ocultarnos, me pides que me aleje, tú tampoco eres exactamente fácil de leer. —Admití después de unas cuadras de silencio. —De todas formas lo entiendo,  yo soy…

—No tiene nada que ver con tus cicatrices, Jessica. —Se detuvo y me jaló de la mano, volteándome hasta el punto en el que su rostro y el mio casi se rozaban. Nos encontrábamos en el medio del paso, y recibimos  un par de insultos de parte de otros transeúntes  apurados. —La mayor parte del tiempo incluso me olvido de que las tienes.

—Como si eso fuera posible. —Bufé rodando los ojos y soltándome de su agarre. 

—No quería que me buscaras hoy. —Remarcó la última palabra. —Debía organizar un par de cosas para las que necesitaba estar solo.

—¿Solo con la niña de los cuadernos rosas? —La pregunta se escapó por mis labios con un tono más dolido del que pretendía que tuviera. —¿Cuál era su nombre Alicia? ¿Almendra? 

—¿Estás hablando de Alexadra? —Levantó una ceja. —Esa chica tiene un crush en mi desde el quinto grado y todas las mañanas encuentra una forma de cruzarse en mi camino ¿Acaso te pusiste celosa? —Su característica sonrisa coqueta estaba empezando a aparecer. 

Me sentí la persona más estúpida en la faz de la Tierra al tiempo que el calor se apropiaba de mis mejillas. Durante los pocos segundos en los que posó sus ojos sobre mí antes de seguir andando, tenía la sensación de ser una pequeña que recién había tenido una rabieta por algo sin sentido. No iba a admitir nada, en especial no allí en el medio de una calle desconocida con un montón de gente observándonos, y mucho menos hoy, cuando no era dueña de mis emociones. 

—¿Y ahora qué vas a hacer? —Ya estábamos en el barrio de Yazmin, solo nos quedaban algunos minutos para llegar a su casa, el sol se ocultaba por el horizonte llenando la calle delante de nosotros de luz dorada y anaranjada que se interponía en nuestro campo de visión.  

—No lo sé. —Me encogí de hombros. —Supongo que dejaré el colegio, buscaré un trabajo con el que mantener la casa y… —Mi voz se apagó en el momento en el que me dí cuenta de que no solo pesaban sobre mí las responsabilidades del mundo adulto, sino que tendría que cambiar mi vida por completo para que papá no me encontrara.

De repente me dieron unas ganas terribles de vomitar y tuve que sentarme en el cordón de la vereda porque mi ritmo cardíaco se estaba elevando. Enterré mi cabeza en medio de mis piernas para tratar de calmarme. Tendría que empezar desde cero, con tan solo dieciocho años, sin ni siquiera un título de secundaria, en algún lugar donde él no supiera de mí. Sola, completamente sola. No duraría mucho. 

Me sobresalté al sentir la mano de Tom en mi espalda. No me gustaba que me tocaran mientras estaba teniendo un ataque, mis reacciones eran impredecibles. Él se dio cuenta de eso y simplemente se sentó frente a mí cruzando las piernas, ignorando que si un auto doblaba en la esquina podría pasarle por encima sin ningún problema. 

—Podemos esperar un poco más antes de ir con mis tíos, respira Jess. 

Y eso hice, me recosté con la vista fija en el cielo y respiré.  Respiré hasta que el cielo se tornó morado y luego azul. Respiré hasta que me pareció que el mundo dejó de girar. 

—¿Tom? —Lo llamé cuando me sentí capaz de hablar.

—Aquí estoy. —Se arrastró para acostarse a mi lado. A diferencia de la mía, su ropa iba a terminar arruinada por tomar esa decisión. 

—Discúlpame por esto, generalmente no pasa en público, debes pensar que…

—Que tuviste un día de mierda, a mi también me agarran ataques de ansiedad a veces, es algo que le pasa a una gran parte de la población y el tuyo está más que justificado.

—Gracias. —Hice una mueca que quería ser sonrisa. —Pero no era lo que iba a decir, sino que más te vale no creer que te libraste de que te grite esta noche en Caleidoscope, vamos a destrozar esa nueva aldea aunque nos tardemos hasta el amanecer. — Me reincorporé y puse mis manos en forma de puños. — ¿Entendido soldado?

—Sí, mi capitana. —Rió, y su risa fue era tan contagiosa que al poco tiempo yo también estaba soltando carcajadas. Necesitaba que Chassidy Mallow tomara el control hoy más que nunca. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
FeaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora