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Decir que me desperté a la mañana siguiente, sería algo un poco exagerado, ya que cada vez que lograba conciliar el sueño sentía como si estuviera dando un parpadeo más. El sillón era demasiado estrecho y fue imposible encontrar una posición en la cual no me clavara alguna madera o tuviera la mitad del cuerpo sobre el aire, además los ruidos del exterior parecían amplificarse en el gran espacio, convirtiendo al viento en susurros y a los susurros en palabras que alimentaban mi paranoia.

Lo primero que hice en cuanto tuve la oportunidad fue llamar a Yazmin, quien ofreció pasar a buscarme para que no tuviera que caminar sola hasta nuestro punto de encuentro. El sentimiento de culpa pesaba en mi estómago, no quería que tuviera que arriesgar su vida por mí, ya había tenido dos casi encuentros con mi padre en las calles cercanas a casa, lo que indicaba que estaba en la zona y temía que mamá y yo no fuéramos sus únicos objetivos. Traté de discutir con ella, asegurarle que no era necesario, pero la pelirroja era testaruda y yo realmente no estaba en mi mejor estado, así que terminó convenciéndome.

—Si para cuando termine el día tu madre no vuelve, deberías quedarte a dormir conmigo. —Dijo mientras cruzábamos la última calle que nos separaba del colegio.  

—Yo…—Comencé a excusarme algo incómoda, aún no había conocido a su familia y tenía miedo de cómo pudieran reaccionar a que me presentara sin anticipación, sin mencionar que a donde iba me seguían unos problemas con los que no quería agobiarlos.

—No me gusta la idea de dejarte allí esperando a que algo suceda. —Interrumpió acercando su mano a mi rostro con la clara intención de acariciar mi mejilla, pero creo que notó lo que estaba a punto de hacer y la bajó hasta mi hombro antes de siquiera llegar a rozarme con ella para disimularlo. —Al menos permite que me quede contigo, piensa en ello como nuestra primera pijamada, será divertido. 

Estaba a punto de contestarle cuando una muchacha de cabello negro chocó contra mí desde atrás, tirando sus tres cuadernos rosados sobre el mugriento asfalto del estacionamiento de profesores y raspandose ligeramente las rodillas. 

—¡Mirá lo que me hiciste! —Chilló perforandome con sus gélidos ojos celestes sentada en el suelo.

—Creo que podrás vivir con eso. —Solté un suspiro de frustración ante su exagerada reacción.

—No todos somos fanáticos de las cicatrices, lunática. —Bufó otra chica que al parecer era amiga de la primera y estaba ofreciéndole ayuda para levantarse. —Al menos pídele disculpas. 

—Ese comentario estuvo de sobra, Clarisse. —Me defendió la irlandesa que traía la expresión más seria que la había visto hacer desde que nos conocíamos.  —Ella fue quién empujó a Jessica, si se cayó será porque estaba muy ocupada mirando su celular en lugar de fijándose por donde pasaba.

—¿Y tú qué? —Soltó la morena con asco. 

—No pierdas tu tiempo con ella, Alexadra, ¿qué no ves que se junta con esta… esta…?

—Dilo. —Ladré. Algunos otros estudiantes se habían detenido a escuchar nuestra conversación. —Todos están esperando ver con qué nuevo apodo sales, pero debo advertirte que me han llamado de tantas formas en mi vida que es improbable que no haya escuchado ya cualquier cosa que pueda salir de tu cerebro de aceituna.

Clarisse se puso roja como un tomate y se dio la vuelta para irse. La campana del inicio de clases estaba por sonar, así que quizás yo también debería haberme marchado hacia en interior del edificio, pero cuando la multitud a nuestro alrededor se dispersó no me moví. Mis ojos estaban fijos en la escena que se desarrollaba al otro lado del cristal de las puertas, junto a un montón de casilleros grises un alto muchacho de cabello rubio envolvía entre sus brazos a la chica de los cuadernos rosados, que tenía la cara enterrada en su pecho como si le hubiera sucedido una tragedia. 

—Sabía que mi primo tenía mal gusto, pero no para tanto. —Murmuró Yazmin que había seguido la dirección de mi mirada con la suya.

—Dime con quién andas y te diré quién eres. —Respondí con un hilo de voz. Algo adentro mío se había hecho pedazos y no sabía exactamente porqué. 

FeaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora