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La última vez que escribí un diario tenía 13 años y todo lo que había sucedido el año anterior no dejaba de atormentarme.

Nos habíamos mudado por primera vez recientemente y no conocía a nadie con quien pudiera hablar de ello, mamá no era una opción, ella debía enfrentarse a sus propios demonios y no quería sobrecargarla.

Llené las páginas de una pequeña agenda con un montón de pesadillas, dibujos y garabatos inentendibles. Era el ruido en mi mente cobrando forma en el plano físico. Pero lamentablemente se perdió poco antes de que pudiera completarla, cuando cambiamos nuestra ubicación por segunda vez.

Anteriormente había tenido otros cuadernos de este estilo, mientras todavía vivíamos con mi padre y me sentía abrumada por el dolor. Era muy pequeña en ese entonces y no me llevaba demasiado bien con las palabras ya que los colegios del puerto iban un poco atrasados en relación al resto del país, pero todo lo que había en ellos indicaba que algo no andaba bien en casa. Supongo que esa fue la razón por la que la policía los tomó y los agregó al expediente de nuestro caso el día del incidente.

En la secundaria, dejé de confiarle mis secretos al papel luego de que una niña particularmente desagradable de mi segundo año me arrancara de las manos una hoja en la que tenía un poema y lo leyera frente a toda la clase con el objetivo de burlarse de mí. Fue después de eso que los cuadernos se volvieron piel, y las plumas tijeras.

Ahora, casi cuatro años después y con la actualización de la tecnología, por fin podía sentir como las ganas de redactar mis pensamientos regresaban y se instalaban en un lugar al cual solo yo tenía acceso.

"Siento que estoy constantemente bajo la vigilancia de alguien, algunos de esos ojos son lindos y amigables, como los de Tom, otros oscuros y terroríficos como los de papá."

Fue el primer párrafo que logré plasmar allí, todo pareció fluir perfectamente, como si hubiese sabido de antemano lo que iba a poner. Cada palabra era un sueño menos sobre lo ocurrido.

Perdí la noción del tiempo y para cuando quise darme cuenta los rayos del sol ya se filtraban por la ventana. Era un nuevo día.

FeaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora