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Respiré profundamente prestando especial atención al recorrido que hacía el aire cuando entraba en mi cuerpo. Seguía viva, otro día más. Cuando apagué el teléfono sentí que estaba más pesado, pero a cambio yo estaba más ligera, tan ligera que podría...

Desperté casi cinco horas más tarde con una paz interna que no recordaba haber sentido en mi vida. Me estiré en la cama permitiéndoles a mis articulaciones liberarse soltando pequeños sonidos y volví a admirar la sensación que producía en mi algo tan simple y común como respirar, un impulso me exigió acercarme a la ventana y abrir las cortinas, algo que quizá no debería hacer, para disfrutarlo mejor. Había un pequeño nidito de paloma en el árbol que teníamos afuera, los polluelos aún eran demasiado pequeños para volar y conseguir comida, así que su madre se estaba turnando para alimentarlos. Sonreí brevemente sin saber porqué y volví a alejarme.

Era un día extraño, un día sin miedo, de esos que no había podido vivir demasiados. Necesitaba aprovechar la sensación mientras pudiera. Llamé a Yazmin y esperé a que sonara.

— ¿Jessica? ¿Está todo bien? — Preguntó algo preocupada.  — Generalmente no me llamas a esta hora, de hecho tú nunca me llamas.

— Todo de maravillas. — Le aseguré. — Estaba pensando en si querrías acompañarme a comer algo en ese nuevo lugar del que todos hablan.

— ¿Take the cake? ¡Sí, llevo días queriendo conocer el lugar! — Respondió emocionada.

— Genial, entonces nos vemos ahí en treinta minutos. — Dije y colgué para ir a buscar mi chaqueta, estaba teniendo un subidón de adrenalina feliz, y me encantaba.

Bajé corriendo las escaleras y la cara de pánico de mi madre, que me esperaba al final de ellas con un bate en la mano, me devolvió a la realidad como un baldazo de agua helada. Papá seguía suelto, buscándome.

— ¡Ay, hija, sólo eres tú! — Suspiró aliviada. — Estaba haciendo un poco de limpieza y tanto ruido me asustó un poco. — Parece que en ese momento reparó en que estaba lista para irme y su expresión se volvió alerta de nuevo. — ¿Qué planeabas hacer?

— Yo... Quería ir por un café con aquella chica del colegio de la que te había hablado. — Musité fijando la vista en el suelo y sintiéndome la persona más tonta del universo. Ahora que la dopamina había vuelto a sus niveles normales, casi inexistentes, me daba cuenta que quizás no había sido la idea más sabia del mundo lanzarme a la calle de la nada con el panorama al que me estaba enfrentando. — Pero creo que mejor... — Los ojos de mi madre se tiñeron de pena.

— Mejor vas saliendo ahora o deberá esperarte por demasiado tiempo.  — Me interrumpió cambiando su comportamiento de manera abrupta nuevamente y animandome a seguir caminando hacia la puerta.

— Pero...

— No podemos vivir encerradas en esta casa por siempre, eso es lo que él querría, ya va siendo hora de que retomemos el control que habíamos conseguido, y la verdad es que no veo una mejor oportunidad que esta para comenzar a hacerlo. — Me envolvió con fuerza entre sus brazos y metió algo en mi mochila. — Cuídate mucho hija. — Me despidió sin siquiera darme tiempo a reaccionar.

Parada allí en el porche de la casa abrí el bolsillo que ella había tocado casi imperceptiblemente y encontré una picana eléctrica. Al parecer mamá mantenía escondidas algunas cosas de las que yo no tenía ni idea. Una horrible sensación me atravesó causandome un escalofrío cuando rocé el arma con los dedos al cerrar nuevamente el cierre de la mochila.






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