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—Escuché que mi primo te defendió esta mañana. — Yazmin hizo un movimiento de cejas y le dio una mordida a una manzana que llevaba entre sus manos. —Tu primer día de vuelta y ya estás volviendo locos a los chicos. — Rió. 

—¿El chico de la Secretaría es tu primo? —Pregunté fingiendo sorpresa mientras enterraba la cabeza en las profundidades de mi casillero haciendo de cuenta que estaba organizando mis cosas, era pésima para mentir. Pero nadie sabía aún que yo lo conocía, era mejor así, no arruinaría más su imagen. —Al parecer es cierto eso que dicen de que el mundo es un pañuelo. 

—Su nombre es Tom, nos distanciamos un poco desde que nos mudamos fuera de su casa pero quizás podría presentártelo y… — La interrumpí cerrando la puertecilla con un ligero golpe.

—Sabes que hacer amigos no es lo mio. — Le dediqué una mirada seria y me cubrí la cabeza con la capucha de mi campera, comenzando a caminar y dando fin a esa conversación. —Se supone que los nombres de los tutores ya deberían estar publicados en la cartelera de la entrada, ¿me acompañas a revisarla antes de ir a casa? —Aunque intentaba no demostrarlo, los nervios me estaban matando por dentro.

Me había sentido totalmente perdida durante todas mis clases y la sensación de incomodidad que me transmitían mis compañeros hacía que fuera aún más difícil concentrarse en lo que el profesor trataba de explicar. Además, la imagen del chico de aquella mañana con la cara llena de sangre no dejaba de aparecerse con total claridad en mi mente produciéndome pequeños escalofríos que me hacían lucir más loca todavía. Su rostro me recordaba al mío, tantas veces manchado de rojo... Si pensaba mucho en eso podía sentir el sabor combinado del metal y las lágrimas. 

—¡Jess! ¡Jess! —Mi amiga agitó sus brazos frente a mí devolviéndome al presente y ofreciéndome su botella de agua. — Estás completamente pálida, por favor bebe un poco. —Asentí lentamente y acepté, vaciando todo el contenido del recipiente en cuanto tocò mis labios.  —Sé que todo esto es demasiado para tí, pero no estás sola. —Acarició mi hombro. —No tienes porqué mirar la lista ahora, puedes tomarlo con calma, mañana seguirá aquí. 

—Sí… —Suspiré. —Pero saber con quién voy a trabajar durante todos estos meses desde ahora me dará tiempo de prepararme, investigarlo un poco, saber qué tipo de comentarios esperar… Ya sabes, preocupaciones normales de toda adolescente cuando introduce a alguien nuevo a su vida.

 —En momentos como este maldigo ser una estudiante promedio y no poder ser yo quien te enseñe. —Soltó a la vez que nos deteníamos frente al panel de anuncios. 

—No puedes estar siempre para cuidarme, lo valoro, pero no es justo para tí. Debes vivir tu vida también. — Respondí parandome frente a ellas,  consciente de que estaba dándole la espalda a todo lo demás. —Además sobreviví diecisiete años y medio antes de conocerte, esto será pan comido.  —No estaba segura de que se lo estuviera diciendo a Yazmin y no a mí misma.

Tomé aire y esperé un poco antes de darme la vuelta. No había demasiados alumnos inscriptos en el programa de tutorías así que no tardé en encontrar mi nombre, seguí la línea punteada lentamente con el dedo y ahogué un grito al leer el nombre: Tomás R. Peters. 

—Creo que no será necesario que te presente a mi primo después de todo. —Murmuró la pelirroja, sonaba tan sorprendida como yo. —Por lo menos sabemos que es un buen chico.


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