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Sin pensarlo ni un segundo levanté mi mano y la estampé contra su rostro con un sonoro ¡clack!

- Es posible que me mereciera eso... - Dijo frotándose la sonrosada mejilla, pero yo no había terminado. Antes de que pudiera seguir hablando le propiné una buena patada en la pierna contraria. - ¡Ay! ¿Podrías parar por favor?

- ¡No! - Grité haciendo eco en la cancha casi vacía.

- No me obligues a...

- ¿A qué? ¿A golpearme? - Bufé lanzándome contra él y tumbándolo contra las gradas. - Tan sólo... Inténtalo y- y....verás como además de denunciarte por acoso lo hago por violencia... - Jadeé quitándome el pelo que me había caído en la cara con un suspiro.

Él no se movía, sólo me miraba. Creí haber advertido un poco de picardía y... ¿Diversión? En sus ojos, lo que me enfureció aún más.

- ¿Terminaste? - Preguntó con tono aburrido. - Realmente eres muy sexy cuando desatas a tu guerrera interior, pero te sugeriría que te quites de donde estás. - Estaba tan frenética que apenas había notado que había dejado caer mi cuerpo sobre el suyo de una forma muy poco apropiada considerando las circunstancias.

- Estás enfermo. - Sentencié intentando ocultar el rubor que teñía mi rostro. Era la primera vez en mucho tiempo en que ni siquiera pensé en las cicatrices. - ¿Cómo me encontraste? - Pregunté para desviar el tema mientras me tranquilizaba.

- Fui yo quien terminó de subir tu incorporación al sistema del colegio. - Respondió sentándose. - Obviamente no sabía quién eras entonces, pero luego vi la pantalla de tu teléfono y no podía dar crédito a mis ojos. Eres la única jugadora de Caleidoscope de la que nadie ha visto ni siquiera una foto en su vida.

- ¿Y te parece que no existe un motivo para eso? - Mis ojos se llenaron de lágrimas. - Todos conectan sus cuentas con sus redes sociales o hacen que sus personajes se parezcan a ellos, imagínate ver que un troll es la mejor jugadora, de seguro pensarían que es un bug o algo así...

- ¿Crees que eres un troll? - Cuestionó con voz suave acercándose lentamente a mi.

- ¿Y tú no? - Retruqué esperando a que se ría en mi cara.

- Para nada. - Puso una mano en mi hombro obligándome a mirarlo. - Yo opino que eres una princesa... Quizás una princesa amazona por como pegas.- Sonrió.

- Eres raro. - Musité en voz baja después de un rato. No podía permitirme bajar la guardia, aunque se estaba volviendo una tarea cada vez más difícil. - Y estás loco.

- Dicen que las mejores personas lo están. - Soltó una carcajada y se encogió de hombros.

Algo en su risa era demasiado contagioso y luego de unos segundos yo también comencé a soltarme y a reír. Nunca me había sentido tan tranquila hablando con alguien, en especial un chico.

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