Después de colocar abordo de un taxi y despedir a la enigmática señora Zirconia, Seiya y yo nos dirigimos al hospital de la ciudad para reunirnos con mis padres y conocer el estado en el que se encontraban mi hermana Mina y su esposo Yaten.
—¿Cómo están? ¿Que sucedió?— le cuestioné un tanto ansiosa a mi madre al encontrarme con ella en la sala de espera de la clínica.
—¡Aún no lo sabemos del todo Serena! Lo poco que nos han dicho es que tu hermana y Yaten viajaban en su auto, al parecer un conductor hebrio los impactó.
—¡Familiares de la señora Mina Tsukino!— el médico a cargo interrumpió nuestra plática para darnos una excelente noticia. —Afortunadame no fue nada grave, solo algunos golpes y contusiones que por el momento deben estar bajo vendaje.
—¿Puedo verla?— cuestioné. Debió ser tal mi tono de preocupación, que de inmediato, mi padre me autorizó la entrada a la habitación.
No podía creerlo, el médico nos había informado que mi hermana solo estaría bajo algunos vendajes, pero lo que observé era realmente impactante.
Justo frente a mi se encontraba recostada sobre la camilla una persona cubierta en la totalidad de su cuerpo por esas delgadas telas blancas, lo único que podía observar eran sus ojos. Debido a la compresión de los vendajes, su cuerpo se encontraba totalmente rígido e inmóvil.
Las múltiples comparaciones que amigos y familiares hacían entre nosotras desde muy pequeñas ocacionaron que nuestra relación de hermanas se desgastara hasta el punto en el que lejos de tener ese lazo sanguíneo y fraterno, parecíamos verdaderas enemigas, pero ahora, al vela en ese estado, me derrumbé por completo.
Lentamente me acerqué a ella, sujeté su mano y comencé a llorar y a expresarle todo eso que siempre quise decirle pero que mi estúpido orgullo nunca me dejó. —¡Mina! ¡Lo siento tanto! ¡Pronto te pondrás bien! ¡Yo estaré contigo! A pesar de todos nuestros pleitos, somos hermanas, te quiero mucho y no deseo que nada te suceda. No se en que momento dejamos que nuestra relación se destruyera tanto, pero te aseguro que daría lo que fuera por que volviéramos a ser tan unidas como cuando éramos pequeñas. Sé que a veces parece que te detesto, pero no es así. Aunque tu me odies yo...
—¿Quién te dijo que yo te odio?— se escuchó la voz de mi hermana que interrumpía mi emotivo momento.
—¿Acaso no me odias?— le cuestioné aún sin percatarme de la dirección de la que provenía su hablar.
—¡Por supuesto que no te odio! Y hazme un favor Serena...
—¡Si Mina! ¡Pídeme lo quieras!
—¿Podrías voltear a verme? ¡Estoy aquí!— en ese momento giré mi rostro y dirigí mi mirada hacia el otro lado de la habitación.
Mi desesperación por saber cómo se encontraba mi hermana no me dejó observar bien y me dirigí hacía la primer persona que mis ojos habían observado ¡Al parecer, torpemente, me había equivocado de paciente...!
—¡Así que me quieres mucho! ¿No?— me cuestionaba Mina con un cierto tono de ironía en sus palabras.
—¡Pues yo escuché que tú no me odias! ¿O sí?— le respondí defensiva a sus palabras.
—¡No! En realidad no te odio, nunca te he odiado— ¿Que era lo que había dicho? ¡No lo podía creer! Durante muchos años siempre me había rechazado, se burlaba de mi y en algunas ocasiones hasta me ofendía, y todo por qué ella tenía la familia perfecta y yo ni siquiera pareja había encontrado.
—Entonces explícame que ha sido ese tonto pleito de años— era el momento de revelar nuestras verdades y ahora que realmente estábamos entablando una conversación sana y de hermanas no me detendría hasta obtener las respuestas que tanto necesitaba.
—¡Creo que hasta cierto punto siento envidia!— la declaración de Mina me había dejado más que sorprendida.
—¿Envidia? ¿Envidia de que? Tienes un esposo maravilloso, que te ama, te protege y te respeta. Tienes dos pequeños preciosos. Lograste formar una familia estable y feliz, sin embargo yo... Soy mayor que tú y no tengo nada de lo que tú tienes. ¡Nuestros padres son felices al saber que por lo menos tu has logrado lo que ellos tanto querían para ambas!
—¿No te das cuenta Serena? ¡Eso es presisamente lo que tanto me molestaba de ti. Yo me casé por complacer a mis padres, y afortunadamente me ha ido muy bien, pero yo también hubiera querido estudiar, desarrollarme profesionalmente, ser exitosa, y todas esas cosas que tú sí lograste. Tuviste el coraje que yo no tuve para revelarte a la tradición familiar y a todas las reglas de la sociedad. Levantaste el rostro para enfrentar las críticas de todos los que te las hicieron. Tuviste el valor para ser quien tú realmente querías y para no dejarte pisotear por nadie. ¡Me hubiera encantado ser como tú!
—¡Mina!— en ese momento mis lágrimas nuevamente comenzaron a emanar de mis ojos y sin pensar en sus lesiones me abalancé sobre ella y le regalé el abrazo más fuerte y más sincero que le había dado a alguien en toda mi vida.
—¡Veo que te encuentras bien hija!— mi padre y mi madre entraban a la habitación para observar la tierna escena.
—¡Serena! ¡Creo que me lastimas un poco!— no me había dado cuenta de lo inconsciente que había sido al aplicar tanta fuerza con Mina, así que me retiré de su cuerpo lo más rápido que pude mientras todos comenzábamos con unas ligeras carcajadas.
—¡Disculpen la interrupción pero..! ¡Aquí hay alguien que quiere ver a la enfermita!— Seiya hacía su aparición en compañía de los pequeños hijos de Mina quienes alegres de que su madre estuviera bien rápidamente se acercaron a ella.
—¡Mami! Ya hemos visto a papá y tiene una pierna hecha piedra— la pequeña Rini sin ser muy consciente de la situación solo sujetaba su boca y daba pequeñas risillas.
—¡Es verdad! ¿Como está Yaten?— exclamé de pronto, y es que con tantas emociones me había olvidado por completo de él.
—¡Él está bien! Solo tiene fractura en una pierna por lo que le fue enyesada para su recuperación. Aún así, ambos pasarán algunos días en el hospital y tu madre y yo los cuidaremos— mi padre había respondido a mi pregunta para dejar una nueva interrogante en mi cabeza.
—¿Y con quien se quedarán los niños papá?
—¡Los niños!— mi madre hablo con algo de sorpresa en su voz, y es que al parecer no habían pensado en ellos.
—¡No te preocupes mami!— ahí iba Seiya a hacer unos de sus clásicos comentarios bobos —Serena y yo podemos hacernos cargo de ellos.
—¡Parece que estás madurando!— le susurré, y es que esa realmente no era una mala idea.
—¿De que hablas? ¡Yo soy un hombre muy maduro!
—¡Si claro! Tan maduro que te niegas a olvidar el pasado y a perdonar a tu padre.
—¡Eso no tiene nada que ver con mi madurez!
—¡Claro que sí!
—¡Claro que no!
—¡Eres un inmaduro y es mi última palabra!
—¿Ahora tú tienes la última palabra? ¿Desde cuando sucede eso? Siempre se ha de hacer lo que tú dices, eres muy autoritaria ¿Lo sabías?
—¿Cómo me llamaste?
—¡Autoritaria, mandona, gruñona!
—Ahora veo por qué se llevan tan bien— Mina interrumpía adivinen qué... Así es... Una más de nuestras tontas peleas.
De inmediato todos los presentes que en un principio nos observaban con cara de asombro comenzaban a reír fuertemente hasta que Seiya nuevamente habló.
—¿Quién quiere venir a casa con el divertido y guapo tío Seiya?— en ese momento, mis dos sobrinos corrieron muy alegres hacia mi futuro esposo para abrazarlo y con eso sellar el pacto.
Era un hecho, nos haríamos cargo de los pequeños durante los próximos siete días.
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¿Y si nos casamos?
Fanfic¿Quién dijo que una boda no deja nada bueno? Serena Tsukino, enfocada cien por ciento en su desarrollo profesional está segura de que elmatrimonio no es importante en su vida, o al menos eso pensaba hasta el día en que la suerte parece haberle dado...