La fecha pactada había llegado. La hora, las siete de la mañana en punto.
Los cálidos rayos de sol que comenzaban a asomar atravesaban por mi ventana, lo que me hizo despertar inmediatamente.
No recuerdo en qué momento pude conciliar el sueño, y es que la verdad todo lo sucedido durante la cena de la noche anterior y los nervios de este día me habían mantenido despierta la mayor parte de la madrugada.
Después de algunos minutos más disfrutando la comodidad de mi cama escuché esa voz que ya me era tan familiar.
—¡Buenos días! ¿Cómo amaneciste?— me preguntaba Seiya mientras ingresaba a mi habitación con una charola de deliciosos bocadillos.
—¿Que es todo esto?— le pregunté ante su extraña pero tierna acción.
—Pues pensé que sería buena idea que desayunáramos juntos.
—Seiya ¿Por qué haces todo esto?— nuevamente las dudas comenzaban a invadirme. Tenía miedo de a dónde nos llevaría todo esto.
—Pues porque somos socios, compañeros, un equipo, y ya que vamos a estar casados un mes, lo mejor es llevarnos bien. Además yo... Tu... Bueno, te has convertido en una persona muy importante para mí Serena.
—¿En verdad? ¿Te importo tanto?— era increíble lo que él había dicho, era justo lo que deseaba escuchar desde hace algún tiempo. Aunque la felicidad duró muy poco ya que él mismo se encargó de terminar con mi tonta ilusión.
—Así es, no me gustaría estar peleando todo el tiempo contigo, eso no es sano entre dos mejores amigos.
Dos mejores amigos, solo eso representaba para él. Pronto mi semblante de alegría cambio por completo, y desde luego, no paso desapercibido.
—¿Te sientes bien bombón?— Seiya se acercó a mi y con su mano colocada en mi barbilla levantó mi entristecido rostro.
—Seiya, es que... Yo...— no sabía que decir, o más bien, después de su declaración, no podía expresar lo que yo realmente sentía.
No sé por qué motivo, pero el me observaba fijamente aún conservando la posición de su mano en mi rostro. De repente, algo sucedió, poco a poco comenzó a acercarse su boca hacia la mía. Solo me quedé quieta, no sabía bien lo que Seiya intentaba hacer pero sin duda me dejaría llevar.
—Serena... Yo...— creo que él también estaba nervioso, tanto que su boca cambió de sentido y se dirigió hacia mí frente para depositar un pequeño beso —será mejor que desayunemos, habrá mucho que hacer antes de la ceremonia.
Traté de olvidar estos últimos minutos transcurridos y me dispuse a saborear de lo que Seiya con tanto esmero había preparado. Ambos hablábamos, reíamos y disfrutábamos como lo habíamos hecho los últimos dos meses hasta que Seiya compartió con migo una extraña pero buena idea.
—Oye bombón, no hemos preparado nuestros votos matrimoniales ¿Que te parece si tú escribes los míos, y yo los tuyos.
—¿Y eso por qué?— le pregunté extrañada.
—Pues por qué nadie nos conoce mejor que nosotros mismos. Así tú podrás escribir lo que quieres que diga de ti y yo podré escucharte leer que te enamoraste de mi carisma, de mi caballerosidad y sobre todo de mi apariencia ¡soy un hombre muy atractivo!
—Ni lo sueñes. Jamás diría eso delante de todo el mundo— ambos reíamos con mi última declaración. —Aunque ahora que lo dices, creo que si es una buena idea— le confirmé para dar marcha a nuestro divertido intercambio.
—Pues hagámoslo entonces, cada quien redactará los votos del otro y justo antes de iniciar la ceremonia los intercambiaremos para darles lectura en el momento indicado.
Después de todos este nuevo enredo, por fin había llegado la hora de separarnos para nuestros propios arreglos personales.
Pronto mi madre y mi hermana llegaron para acomodar el vestido y cuidar cada detalle del maquillaje y peinado, Seiya, por su parte, se había dirigido a casa de su amigo en donde un elegante traje ya lo esperaba para cubrirlo.
Después de una larga sesión de embellecimiento, llegó ese momento por el que tanto habíamos esperado.
Unos minutos antes de la hora pactada, poco a poco todos íbamos llegando a la iglesia. En unas pequeñas salitas de espera pasábamos nuestros últimos minutos, y fue entonces cuando solicite la ayuda de Mina. Le pedí que fuera a la pieza en la que se encontraba Seiya e hiciera el intercambio de cartas a las que dentro de unos minutos daríamos lectura.
El reloj avanzó rápidamente y marcó la hora puntual. En ese instante, la gran cantidad de invitados que habíamos reunido fueron los primeros en ingresar y tomar asiento en sus respectivos lugares.
Acto seguido ingresó Seiya y detrás de él, su gran amigo.
Sin duda el novio se veía increíble. Ese traje negro le quedaba de maravilla, y la rosa blanca que tenía en la solapa hacia un perfecto contraste en conjunto con la camisa del mismo color.
De tras de ellos, los padres de Seiya hacían su aparición. El señor Tomoe lucía tan diferente a la primera vez que lo vi, estaba tan elegante, sin duda el conjunto en tono gris claro que había elegido para la ocasión había sido el correcto. ¿Y que decir de la señora Zirconia? esa extravagante mujer había realizado una transformación radical para el enlace matrimonial de su único hijo.
Ahora era el turno de mis padres para entrar al lugar, ambos tomados del brazo caminaban lentamente por el suelo alfombrado mientras sonreían de alegría a todos los presentes.
De pronto, un sujeto un tanto extraño se presentó en el recinto, a decir verdad, no lo conocía, pero era tanta gente la que habíamos invitado que podía ser el dueño de la tienda o del supermercado y no lo recordaríamos, aunque a simple vista no parecía ser alguien común. Era un hombre sumamente elegante, su tez era blanca, tenía el cabello teñido en tono plateado, con lo cual daba un gran realce a sus ojos violetas, y esa capa detrás de su traje blanco con detalles azules que portaba le daban una personalidad mística. En fin, más tarde averiguaríamos quien era.
Siguiendo por esa pasarela, entraban Molly y Mina como mis damas de honor. Sus vestidos eran hermosos, y aunque cada una llevaba uno diferente, compartían el mismo tono lila y un pequeño ramo de flores en sus manos que dejaron junto al altar.
Los últimos en aparecer fueron Rini y Helios con sus mejores vestuarios. Ese par de pajecillos lanzaban una hermosa lluvia de pétalos de rosa blanca adornando la alfombra para que finalmente yo pudiera ingresar.
Mi padre se levantó de su asiento y caminó en dirección hacia la entrada del recinto, en donde yo ya me encontraba esperando la señal para poder hacer mi aparición triunfal.
Recuerdo que me encontraba realmente nerviosa y solo daba vueltas de un lado a otro hasta que escuché la voz de papá Kenji.
—¿Estás lista Serena?— me cuestionó mientras me ofrecía su brazo para llevarme al pie del altar.
—Sí— le respondí un poco titubeante.
En ese momento, la marcha nupcial comenzó a sonar, esa era la señal para que yo ingresara, y para que todos los presentes supieran que estaba por hacerlo.
Bien sujeta del brazo de papá comencé a dar mis primeros pasos al ritmo de la melodía de fondo, pero justo antes de asomarme y llamar la atención detuve mi andar.
—¡No puedo!— hablé en voz baja dirigiendo mi vista hacia el suelo.
—¿Que pasa Serena?— mi padre me hacia esa pregunta sin comprender nada de lo que estaba a punto de hacer.
—¡Cierren las puertas!— le dije a los ayudantes del reverendo que se encontraban en la entrada.
—Hija ¿Que haces?— mi padre estaba tan confundido por mi actitud.
—Estoy deteniendo esto— le dije con un tono de melancolía en mi voz —no puedo hacerlo, no puedo casarme con Seiya.
Por ahora lo único que deseaba era salir corriendo rápidamente del lugar y ocultarme del mundo entero.
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¿Y si nos casamos?
Fanfiction¿Quién dijo que una boda no deja nada bueno? Serena Tsukino, enfocada cien por ciento en su desarrollo profesional está segura de que elmatrimonio no es importante en su vida, o al menos eso pensaba hasta el día en que la suerte parece haberle dado...