Parque de juegos

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-Tiene que ser broma -mascullé deteniéndome en seco en el descansillo de la escalera.

Abajo Valerie me sonreía burlonamente parada junto a mi hermanito que la cogía de la mano y sonreía como si acabaran de regalarle una heladería entera para él solito. Todo menos esto por favor...

-¡Castiel! -exclamó al verme el enano dando alegres palmoteadas.

Yo seguía en pijama y no había ni desayunado y el día ya pintaba mal. Suspiré recordando que no me quedaban muchas alternativas más que fingir al menos no estar fastidiado para compensar mi casi error del día anterior. Con un gesto le pregunté a Valerie qué hacer.

-Dúchate y cámbiate. He preparado unos sándwiches para el camino. Ninguno ha desayunado, pero queremos aprovechar el día -me indicó.

-¡Ponte ropa de baño! -exclamó con entusiasmo el chiquitín.

-¿Ropa de baño? -los miré extrañado.

Valerie se limitó a encogerse de hombros con una sonrisa traviesa asomando por sus labios. Solo Dios sabía a dónde iban a llevarme ese par. Subí nuevamente las escaleras.

-¿Castiel? -oí la voz de mi mamá llamándome suavemente, casi en un susurro y detuve mi camino hacia mi cuarto.

-¿Ma?

-Ven, por favor -musitó.

Solté un bufido, pero me asomé a la puerta de su cuarto. Seguía metida en su cama y se veía increíblemente cansada.

-¿Estás bien? -fruncí el ceño.

-Estoy un poco resfriada.

-Es verano...

Se encogió de hombros.

-Ya llamé y no iré a trabajar hoy. Simplemente no doy. Tu hermano me dijo algo de que iban a salir... ¿De qué hablaba?

-Valerie, el enano y yo vamos a ir a algún lugar. Ella lo ha organizado todo con el peque.

-Cuídalo por favor -me rogó.

Asentí.

-¿Segura de que vas a estar bien? -pregunté.

Mi mamá hizo un leve gesto afirmativo con la cabeza.

-Diviértanse mucho ¿sí?

-Voy a cambiarme, ma. Cualquier cosa me llamas ¿sí? Te voy a dejar el número de Valerie apuntado por si acaso.

Junté cuidadosamente la puerta del cuarto antes de entrar al mío. Rápidamente cogí lo que necesitaba y no mucho más tarde estaba volviendo a bajar las escaleras, ahora sí, listo.

-Espero que sean sándwiches gigantes porque muero de hambre -murmuré cogiendo las llaves del carro.

El peque no dejaba de dar saltos de emoción y me costó tranquilizarlo lo suficiente como para que se sentara de manera que pudiera ponerle el cinturón de seguridad.

-Compórtate -le advertí antes de pasarme al asiento del conductor.

Antes de arrancar miré fijamente al peque por el espejo retrovisor.

-¿Cuáles son las reglas? pregunté.

Valerie me miró extrañada pero poniendo una mano en su regazo le indiqué que no dijera nada y esperara.

-Si se come, se come bonito, no se mancha, no se saca los mocos, no se limpia las manos cochinas en el tapiz ni se ponen los pies en el asiento -canturreó alegremente moviendo sus piernecitas que no llegaban al piso.

The Real Bad Boy (PUBLICADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora