Niñero de viejitos

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-Si les doy un paro cardíaco es tu culpa.

-Sólo hazlos felices. Que sonrían, que se diviertan -intentó animarme.

-Uy sí, hacer sonreír a los demás es mi especialidad, seguro -el sarcasmo en mis palabras se notaba a la legua.

-En lo que a mí respecta, eso es cierto así que quita esa cara.

Una sonrisa de satisfacción se apoderó de mis labios. Valerie se sonrojó levemente e intentó restarle importancia encogiéndose de hombros.

Una vez en el edificio, ella me guió a una especie de recepción y se puso a hablar con una señorita. No me molesté en prestar atención a su conversación y cogí uno de los panfletos para entretenerme. Empecé a examinar sin mucho interés el mapa del asilo buscando un lugar para fumadores. Me sorprendió encontrarlo aunque se hallaba en una zona que parecía estar bastante lejos lo que me desanimó totalmente de mi idea de ir.

-¿Castiel?

Me giré instintivamente al reconocer mi nombre en los labios de mi novia.

-¿Uh?

-Vamos -me indicó.

No de tan buena gana dejé de apoyarme contra el muro y la seguí por un largo pasadizo hacia la izquierda.

-Alguno de las puertas del fondo da en realidad a la terraza. Están jugando bingo a esta hora -confirmó echándole una rápida mirada a su celular -No te han asignado nadie en especial así que solo ve y busca a alguien con un polo naranja y el logo que muestre la casita. Te encargarás de entretener a los viejitos y ayudar a cualquiera que pueda necesitarlo.

-¿Y tú? -intenté procesar la información.

-¿Yo? A mí me han encargado un grupo de señoras en el H. Es decir, para el otro lado. Ahora me despido. ¿Sabrás llegar?

-Eso creo...

No quería que se fuera dejándome en ese horroroso sitio rodeado de... ¿vejez?

-Pórtate bien -clavó sus ojos en los míos como advirtiéndome con la mirada.

-Sí, mamá -me burlé.

-Recuerda, reparte sonrisas -esa vez fue su turno de emplear el tono burlón y la sonrisa socarrona.

-Te detesto.

-Nos vemos en unas... tres horas.

Mi mandíbula casi se fue hasta el suelo. ¡¿Tres?! ¡¿Acababa de decir tres?!

-No lo olvides, sonrisas -me dio un rápido beso en los labios antes de alejarse.

Si no hubiera estado tan perplejo le habría devuelto el beso. ¡¿Tres?! Definitivamente me odiaba. Necesitaba cambiar de novia. Sonreí divertido con lo ridículo de la idea antes de encaminarme hacia el final del pasillo. Estaba por llegar a la puerta que supuestamente me llevaría a la terraza cuando oí unos ruidos por el pasadizo que se extendía hacia mi izquierda. La más mínima posibilidad de desorden o problemas atrajo al instante toda mi atención y, tras lanzar una mirada por el corredor detrás de mí para asegurarme de que Valerie se hubiese ido, cambié de planes. No tardé en encontrarme con un grupo de viejitos que gritaban insultándose entre bromas y apresurándose a lo largo del pasadizo en sus sillas de ruedas esquivando unos carteles de "piso mojado". Contuve una risa al pensar que ese sería el tipo de viejito que yo sería. Supuse que mi deber era detenerlos pero me detuve a mí mismo.

-¿Muchacho? -una voz me sorprendió a mis espaldas.

-¿Señor? -mi asombro fue inigualable al reconocer al abuelito de Valerie.

The Real Bad Boy (PUBLICADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora