Arreglos

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-¿Ves? No fue tan terrible.

La fulminé con la mirada.

-Habla por ti -mascullé.

-¿Estoy escuchando una queja? -su voz guardaba un tonito divertido.

-Te pareció.

-Eso espero... A menos que tu intención sea rendirte...

-Nunca.

Estábamos sentados en una esquina del patio que quedaba medio oculta desde la mayoría de ángulos. El timbre que marcaba el inicio de clases interrumpió nuestra conversación sobre el fin de semana. Valerie se puso rápidamente de pie, lista para ir a clases.

-¿Vamos?

En su voz me pareció detectar una entonación esperanzada. Como respuesta negué con la cabeza.

-No deberías dormirte tus laureles -me reprendió, su expresión volviéndose seria de pronto.

-Mi intención era dormir sobre una banca, en realidad -le guiñé un ojo.

-Sabes a lo que me refiero -se cruzó de brazos.

-Sí, sí pero anoche seguí tu consejo y me quedé repasando todos los cursos que tengo examen. Estoy agotado. Voy a saltarme la primera hora y a la segunda iré a dar mi examen de matemáticas.

Mi respuesta le sacó una fugaz sonrisa.

-Algo es algo -fingió resignación.

-Ve, o llegarás tarde.

-Linda manera de decirme que me largue -rió alejándose.

-La mejor y la más efectiva de todas -susurré mientras sacaba un cigarrillo.

Jugueteé con él entre mis dedos, inseguro de si prenderlo o no. Si bien lo había echado de menos en ese fin de semana tampoco me había resultado insoportable. Finalmente opté por guardarlo hasta un momento en que me apeteciera más que resultó ser después de las dos horas de clase de idiomas a la que asistí porque también tenía examen. A ese paso cumpliría antes del miércoles la cantidad de horas que solía ir a la semana.

-¡Oe!

Me volteé a saludar a quien me había llamado, cuya voz reconocí al instante.

-Hernán -lo saludé.

-¿Qué carajo has estado haciendo casi todo el día en clase, hermano? ¿Te sientes bien? ¿Te han amenazado con expulsarte?

-No, no, todo tranquilo.

-¿Tonces?

-Los exámenes, pues.

-Malaso -pareció darme el pésame.

-¿En qué andas? Iba a darles el alcance en un rato.

-Me cansé. Javier no para de hacer el idiota. Lo que me recuerda que ya se acerca fin de año y nos toca hacerle otra broma al idiota del director.

-¡Verdad! Esta vez tiene que ser algo grande porque lo del tinte del año pasado fue muy privado.

-El próximo fin acaban exámenes... ahí lo hacemos.

En ese momento se me ocurrió una idea brillante.

-Hagámoslo mejor este fin de semana. Tendremos ayuda extra además de que ayudaremos a todo el mundo de relajarse del estrés de los exámenes -propuse.

-Me gusta como suena. Vas a tener que explicarme que locura está recorriendo tu mente porque aún sin saber de qué se trata ya me está encantando.

-Te explicaré mejor mañana -me apresuré a decir al distinguir unos pasos acercándose, para mi suerte con la suficiente lentitud para lo que quería pedir -¿Te acuerdas que te pedí la casa de playa?

-Realmente me gustaría que me cuentes más ahora, la curiosidad es mucha -rió. -Claro que me acuerdo. Así como no he olvidado que me ofreciste lavar el carro.

-Lo sé, lo sé -me lamenté.

Los pasos que había escuchado hacía un momento parecían haberse detenido.

-Está sucio, hermano -me dio un golpecito en el hombro -lávamelo hoy pues, que voy a ir a buscar a una chica.

-¿Está en el estacionamiento? -suspiré.

Hernán asintió con una sonrisa satisfecha.

-Voy a necesitar que me traigas las llaves de la casa mañana -le dije.

-¿Qué? ¿Por qué el apuro?

-Quiero tenerlo todo arreglado.

-Realmente me tienes que contar qué diablos estás planeando.

-En otro momento.

-¿Se puede saber qué hacen ahí? -la rasposa voz de uno de los profesores de arte nos tomó por sorpresa.

¿Cuándo había vuelto a andar y cómo lo había hecho tan silenciosamente?

-Tengo un pase -saqué mi salvavidas con una sonrisa engreída.

Hernán me lanzó una mirada furiosa. El muy idiota había perdido el suyo y no le habíamos podido conseguir uno nuevo aún. La rabia del profesor al no poder sancionarme fue absolutamente evidente. No era difícil saber que desquitaría con Hernán.

-¿Y usted, jovencito? -pareció escupir cada palabra sin dejar de aniquilarme con los ojos.

"Si las miradas mataran" me dije mentalmente mientras sonreía burlón.

-Yo no tengo -masculló mi amigo.

-¡Ajá! ¡Ya sabía yo! ¡Caminando, jovencito! A usted le gustan los problemas ¿No es así? ¡Caminando! -parecía que se iba a poner a cantar de felicidad.

Definitivamente otro chiflado de este circo. Me disculpé con Hernán que se vio obligado a seguir de mala gana al profesor y luego me encaminé al estacionamiento. Tendría que buscar a los de mantenimiento del colegio para pedir lo que necesitaba, pero dejaría ese carro reluciente. Necesitaba la casa para lo que estaba planeando. Ese trato era parte fundamental de todo. Terminé poco después de que sonara la campana de salida dándome el suficiente tiempo de alejarme antes de que alguien me viera. Satisfecho, contemplé mi trabajo desde la distancia. Un trabajo que era mi boleto a un muy buen fin de semana. Sabía que con una propina mediana podría haber convencido de que uno de los trabajadores de hacerme el favor pero prefería merecerme totalmente lo acordado. Ya en la salida me encontré con Valerie, quien, por lo visto, había estado esperándome.

-He estado pensando en este fin de semana... ¿qué planeas? -fue bastante directa al acercarse.

-¿Preocupada? -me burlé.

-Un poco -admitió sin reservas.

-Yo pude sobrevivir ¿Dudas que tú puedas hacerlo? -la miré fijamente, recostándome contra la pared.

Me examinó de pies a cabeza de manera que incluso llegué a sentir que me penetraba con la mirada y me leía la mente.

-Un poco -volvió a decir.

The Real Bad Boy (PUBLICADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora