Lo primero que sentí fue un suave ruido por la puerta de mi cuarto. Sin molestarme en abrir los ojos, deduje que el peque ya se habría despertado y estaría merodeando por ahí para ver si podía pasar tiempo conmigo. Sabiamente no se acercó. A duras penas tuve tiempo de sonreír antes de quedarme totalmente dormido de nuevo.
-¡Mierda! -exclamé no sé cuánto rato después al levantarme de golpe al sentir un frío helado siendo arrojado a mi cara.
Delante de mí, Valerie reía a carcajadas. En una de sus manos tenía el vaso ahora vacío y en la otra su teléfono con el que me estaba, evidentemente, grabando.
-Te mato -mascullé entre dientes revolviéndome el pelo en un intento de sacudir de él las frías gotas.
-Te dije que no te despertaría bonito -se acercó para darme un suave y corto beso en los labios -son las nueve.
-¿No podías despertarme así? -gruñí divertido dándole otro beso antes de que se alejara.
Ella se encogió de hombros. Soltando un suspiro, terminé de reponerme del susto de la despertada.
-¿Si me voy te levantarás de todas formas? -preguntó.
Respondí poniéndome de pie de inmediato.
-Perfecto. Pórtate bien y te preparo el desayuno.
-¿Me vas a tratar como a un bebé?
-Es necesario.
-Pero si yo siempre me porto bien, linda -fingí un tono inocentón.
-Y yo soy gatúbela.
-Con razón eres sexy.
Valerie rió y me dirigió una mirada con un reproche que no lograba ocultar una sonrisa divertida.
-¿Me has dicho sexy?
-No creas que lo repetiré. Ahora ve por mi desayuno, mujer.
-¿Cómo? -rió entendiendo que solo bromeaba.
-Que eres un ángel.
-¿Y qué más?
-Que a menos que tu intención sea verme cambiarme, deberías irte -le guiñé un ojo.
Valerie sonrió burlona pero no tardó en dudar y salió rápidamente como temiendo que cumpla con lo dicho. Diez minutos más tarde estaba sentado contemplando como vertía un poco de masa de panqueque en la sartén. Mi hermanito, embutía los últimos trozos de los panqueques que por lo visto Valerie le había preparado antes de despertarme y mientras me cambiaba. Maldito fresco. Seguro se había acercado haciendo ojitos de perrito sufrido, rogando por panqueques para él. Como si no lo conociera. No mucho después, yo mismo tenía un plato bien servido de delicioso desayuno. Delante de mí habían absolutamente todas las cosas necesarias para hacer distintas combinaciones. Decidiéndome por empezar con la nutella, unté generosamente un panqueque.
-Espero que no estén envenenados -bromeé llevándomelo a la boca.
Por un instante toqué el cielo. Valerie, que no había contestado, sonrió triunfalmente.
-¿Cuándo aprendiste a cocinar? -la miré sorprendido.
-No hace mucho. Solo sé preparar algunos dulces. Además tengo que admitir que los panqueques no son nada complicados.
-Están buenazos -exclamó mi hermanito mientras se servía una bola de helado con algunas berries en su plato ya sin panqueque.
-Deja de tragar, enano, te va a dar indigestión -le dije.
El chiquitín, que estaba por servirse una segunda bola, dejó la cuchara en el acto y me miró asombrado. Los ojos de Valerie me miraban con reproche. Claro que ella no sabía ni tenía cómo saberlo que el peque podía sufrir de serios problemas estomacales. Ya en dos ocasiones me había pasado cuidando a mi hermano toda la noche, acompañándolo al baño y todo eso. No era precisamente una experiencia que me gustaría repetir, gracias.
-¿Te la doy? -preguntó suavemente el niñito.
-¡Castiel! -Valerie me reprendió en un severo susurro.
Nuestras miradas se encontraron. Me mantuve firme. Sin apartar mis ojos de los suyos murmuré:
-Sí, mocoso. Puedes comer un par de cucharadas, pero ni la mitad ¿entendido? y luego guarda el helado para que no se derrita.
Mi hermanito sonrió agradecido y disfrutó lo mejor que pudo esas dos cucharadas. Luego obedeció lo que le había indicado. Recién ahí alejé mi mirada de la de Valerie, dirigiéndola al pequeñín.
-Ve a lavarte los dientes ¿sí? -le indiqué sonriéndole muy ligeramente añadiendo al instante en una susurro para que solo él me oyera -y no te olvides de agradecer, no seas malcriado.
-¡Gracias, Val! -exclamó con energía, sonriendo de oreja a oreja antes de salir corriendo al segundo piso.
Cuando se desapareció, Valerie se inclinó sobre la mesa de la cocina.
-¿Qué fue todo eso?
-No debe comer mucho -me encogí de hombros.
-¿Por qué le hablas así? -parecía dolida.
-¿Así ha sido siempre? -repetí el gesto con los hombros.
-¿Por qué? -insistió.
-No quiero que esto suene mal, pero eso es algo entre nosotros.
Ella asintió suavemente aunque la respuesta evidentemente no la alegraba. Soltando un suspiro sonrió. La miré sorprendido. No entendía nada. Riendo al ver mi desconcierto, rodeó la mesa y me dio un beso en la mejilla.
-Termina de comer que tienes mucho que hacer -me dijo.
-¿Qué tienes planeado para mí? -empecé a preocuparme.
-Empezaras lavando todo -señaló la mesa y los muebles -y limpiarás hasta la última manchita -¿Era yo o su tono había adquirido una nota maliciosa? -cuando acabes te diré con qué sigues. Ahora, continúa disfrutando de tu desayuno.
Alejando de mi mente las horribles tareas que me acechaban, intenté seguir saboreando mis panqueques. Una vez que terminé me puse manos a la obra. Los platos sucios parecían reproducirse pues cada vez se aparecían más y más cosas. Realmente era como si jamás fuera a acabar. Cuando lo hice, sin embargo, no tuve ni un instante para alegrarme porque Valerie ya estaba preparando lo siguiente en la sala.
-¿Libros? -tragué saliva.
-Tareas -aclaró.
Era lunes. El primer día oficial de vacaciones. El fin de semana no contaba. El primer día de vacaciones y quería que empezara los deberes. Me iba a matar. Al verla alzar una ceja y adquirir una sonrisa burlona, apreté los labios aguantando una queja y me senté a su lado. Debí haberla visto venir.
-Irás adelantando las tareas de vacaciones -sonrió triunfal -luego, como todo chico bueno que se preocupa por su salud, iremos al gimnasio.
-¿Tú no vas a hacer tus tareas? -pregunté mientras examinaba mis libros y hojas buscando decidirme por algo para iniciar.
-No -sonrió -Yo las inicio la próxima semana. Suelo relajarme al menos unos días.
Bruja.
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The Real Bad Boy (PUBLICADO)
Teen Fiction-Ni sueñes con que pasará el estúpido y típico cliché. -¡Pues me alegro! -¿Ah sí? A mí me parece que ya estás loquita por mí. -¡Loquitas tus neuronas! Tú eres el que sueña con el cliché. Bien que te mueres de ganas de que me enamore de ti. -Si quisi...