-¿Qué normas desea instaurar la princesita?
-Búrlate todo lo que quieras -contestó sin inmutarse -solo un par de cosas.
-Te escucho. No significa que vaya a aceptar, por cierto.
-No quiero hacer nada que comprometa mi salud. Ni ponerme en riesgo. Y me niego a hacer algo que pueda perjudicar mi libreta de notas.
-Y esperas pasar un día siendo una chica mala... -me burlé.
Ella alzó la barbilla como amenazante, llevando sus brazos a su cintura. Buen intento...
-Prometo no perjudicarte en lo que salud respecta -accedí finalmente al ver que no estaba dispuesta a ceder.
-No me importa que me pongan unos cuantos puntos, el director ya me explicó como son las sanciones y todo eso. Acepto que me pongan un pas de puntos, pero nada más.
-Wow... un par de puntos... qué ruda.
-No me sorprendería que tú estés al borde de la expulsión, pero no quiero eso para mí, gracias.
-Está bien, está bien. Supongo que puedo trabajar con un par de puntos.
Vi que se esforzaba por contener una sonrisa de satisfacción. Irritante. Verdaderamente irritante.
-¿Algo más, "angelito"?
-Los premios. ¿Qué vas a querer?
Sonreí para mí mismo cuando pensé en una respuesta que probablemente la hubiera sonrojado de pies a cabeza y la hubiera irritado. La habría dicho solo para molestarla pero me limité a fingir indiferencia.
-Ya pensaré en algo. ¿Tú que quieres?
-Que me prestes tu moto -dijo con decisión aunque sus ojos tenían un brillo ligeramente asustado.
-Lamento desilusionarte -contesté -pero no tengo moto.
-¿Cómo? ¿Un chico malo sin moto? -pareció burlarse.
-Mi mamá no confía en mi criterio como para darme una, cosa muy sabia de su parte, debo admitir, y tampoco es que nademos en dinero. Así es el chico malo real.
-Una pena... -fue su único comentario y debo admitir que prefería que así fuera.
-¿Qué quieres hacer tú con una moto?
-Montarla, claro.
-No eres tan "angelito" después de todo -contuve una sonrisa.
-Tengo mis motivos -se sonrojó.
Si esperaba que preguntara por ellos, estaba muy equivocada. No me interesaban sus asuntos.
-Tendrás que pensar en otra cosa, entonces -le dije.
Al ver que la gente llegaba al patio, decidí que ya era hora de irme.
-Tienes clase de idiomas. Tú tenías que elegir si francés o alemán. Inglés es en otro horario y es obligatorio. Ambas son en el segundo piso, en el pasillo del fondo. Hay cartelitos en las puertas, no te vas a equivocar de salón. Están juntos -le indiqué rápidamente.
-Eh... ¿gracias? -respondió algo desconcertada.
Sin perder más tiempo me alejé. Si me demoraba mucho más me obligarían a ir a clase de ciencias y nada me era más insoportable que la voz de pito de mi profesora. Era para darle dolor de cabeza a cualquiera. Definitivamente prefería quedarme vagando por ahí, darle una vuelta al colegio o juntarme con unos amigos que solían saltar clases como yo. Al final me decidí a tomar una buena siesta a la sombra de un árbol en los jardines posteriores. A los pocos segundos de cerrar los ojos sentí que el sueño me invadía y sonreí triunfalmente al saber que me había salvado una vez más de la clase de ciencias. En lo que me pareció un parpadeo, sonó el timbre marcando el tercer recreo y la salida de los menores. Estaba volviendo a acomodarme, cuando me acordé.
-Mierda.
Parándome de un salto corrí entre la gente y por los pasillos hasta llegar a la zona de idiomas. Apoyada en la pared, junto a la puerta, con los brazos cruzados me esperaba mi castigo.
-Te olvidaste -me acusó.
Apreté los labios sintiéndome indispuesto a disculparme pero algo culpable.
-Para tu suerte, tenía dos horas de idiomas seguidas.
-¿En serio? -exclamé con más emoción y alivio del que hubiera querido.
Rápidamente revisé su horario confirmando que, para mi suerte, efectivamente, tenía dos horas repetidas.
-De la que me salvé -susurré.
-Ni creas.
Su voz me quitó la minúscula sonrisa que tenía.
-¿Quieres algo a cambio de tu silencio? -me burlé.
-Digamos que sí.
-Sigue soñando.
-Es algo fácil -me aseguró.
-No hago esas cosas.
-Solo quiero que me digas tu nombre. A partir de mañana ni tendremos que hablar salvo para lo que incumba la apuesta. No te cuesta nada.
-Mira, peque, no babees ¿sí? En cuanto acabe la apuesta, cada uno por su lado. No necesitas saber mi nombre.
-¡Ah! ¡Aquí están! -el director se acercó con su raro caminar debido a sus minúsculas piernas y su gordura.
Me dio unas palmaditas en la espalda forzando una sonrisa que se volvió más sincera cuando miró a la novata.
-Espero que Castiel la haya tratado bien el día de hoy, señorita.
Valerie contuvo una sonrisa, alzó una ceja y clavó una mirada cargada de risas en mí. "Maldito hijo de la grandísima" pensé furioso.
-Recuerden que los alumnos nuevos y quienes los acompañaron pueden irse más temprano.
No pude esconder mi emoción. Tendría tiempo extra para lo que quisiera. Estaba empezando a pensar que eso de ser guía no era tan mala idea...
-No sé si usted también -el director mató mis ilusiones con una mirada recelosa -¿Qué tal se ha portado? -le preguntó a Valerie.
Ella clavó sus ojos en los míos como esperando que rogara pero jamás se me ocurriría rebajarme tanto. Opté por fingir desinterés examinando su horario aunque la idea de que podía aprovechar para vengarse me recorría una y otra vez la cabeza. Maldita sea. Lo único bueno que podía pasarme y todo dependía de lo que dijera esa chica.
-Creo que sí puede darle el permiso. Se ha portado casi como un chico bueno -noté el énfasis en las últimas palabras, dirigidas especialmente para mí.
Cuando el director me miró sorprendido me encogí de hombros poniendo mi mejor carita inocente. Una vez que se marchó, volteé hacia Valerie.
-Supongo que estamos a mano.
-¿Cómo? ¡Me debes una! -protestó.
-Te di mis galletas -repliqué.
-Idiota.
Reí entre dientes.
-¿Sabes dónde está la salida? Quiero irme de una vez pero supongo que no estaría bien dejar que te perdieras.
-Sí sé llegar.
-Perfecto. Me largo -susurré en su oído divirtiéndome al verla estremecerse.
-Rápido ¿quieres? -me dijo despectivamente mientras me apartaba de ella de un empujón.
Mientras me alejaba por el pasillo oí que me llamaba y me giré para encararla sin dejar de detener mi caminada hacia las escaleras solo que ahora avanzaba de espaldas.
-¿Cuándo empezamos? -preguntó casi a gritos.
-Este jueves-respondí.
"Prepárate para perder" sonreí volteándome para empezar a bajar las escaleras de dos en dos.
ESTÁS LEYENDO
The Real Bad Boy (PUBLICADO)
Teen Fiction-Ni sueñes con que pasará el estúpido y típico cliché. -¡Pues me alegro! -¿Ah sí? A mí me parece que ya estás loquita por mí. -¡Loquitas tus neuronas! Tú eres el que sueña con el cliché. Bien que te mueres de ganas de que me enamore de ti. -Si quisi...