Primera parada

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-¡Al fin! -Mónica se abalanzó para salir del carro -Ya se me estaba aplanando el poto, creo que lo tengo cuadrado, me duele.

Sin querer, su comentario atrajo hacia ella todas las miradas, más específicamente, hacia la zona adolorida. Me demoró dos segundos comprobar que seguía tan perfecta como siempre aunque me apuré en alejar mis ojos de ella. Mirar, si no había interés alguno no tenía nada de malo... era apreciar lo bello ¿No? De todas formas, no me arriesgaría a hacer algo que lastimara a Valerie de ninguna manera. Menos cuando estábamos a la víspera de cumplir seis meses juntos. Su risita me sacó de mis pensamientos.

-¿Qué pasa? -le pregunté.

Vi como miraba a Andrei y Mónica sobre mi hombro, quienes estaban cargando con todo lo que podían bromeando coquetamente.

-Que te vi -rió -Eres pésimo disimulando, querido -bromeó hablando con un tono formal.

No estaba seguro de si ponerme nervioso o si seguir tranquilo con mi conciencia.

-No me digas que te enojaste... que conste que solo ha sido una miradita inocente e inconsciente.

-Lo sé.

-¿Ah? -me quedé perplejo.

-Yo también tengo ojos y también miro -se encogió de hombros sonriendo con coquetería.

-Ah... -me demoró unos minutos asimilar lo que había dicho -espera... ¿Que qué? ¿Que tú qué?

-Que tengas una flor favorita no significa que dejes de apreciar la belleza de las demás flores ¿no? Mientras el favoritismo no cambie y no pase de una miradita, no veo el problema. Claro que si te quedas contemplándola dos horas... -bromeó.

Era la chica perfecta. Así de sencillo. Defectuosamente perfecta.

-¡Hey, señoritingos enamorados! ¿Van a ayudar?

Volteamos hacia Tamara que se acercaba con una sonrisa para ayudar a bajar las cosas que quedaban.

-Hernán ya está en la recepción -me indicó antes de que tuviera tiempo de preguntar.

Asentí a modo de "gracias" y fui al encuentro de los demás dejando a Valerie, quien se puso a conversar amistosamente con Tamara.

-¿Todo bien?

Hernán hizo un movimiento afirmativo de cabeza.

-Ahorita suben nuestras cosas a los cuartos y nos dan los lugares en la playa.

-¿Los demás?

-Por ahí... Creo que hay cena incluida o algo así. Son unos cerdos, aún no son las seis y almorzamos a las dos y media.

-Creo... que yo también te dejo -reí.

-Gracias, eres el mejor de los amigos -bromeó.

-¿Quieres que te guarde algo? -pregunté, burlón, mientras me dirigía a unas pequeñas escaleras.

No llegó a contestar y me encontré rápidamente en el reducido comedor. Había un fuerte olor de comida hecha en casa y vi con satisfacción que los platos se servían con abundancia, cual plato de trabajador: exageradamente grande para llenar el estómago. Perfecto para mí.

Del comedor salía una terraza que daba al malecón el cual separaba al hotel, tiendas y casas de la playa. La zona de playa frente al hotelito estaba rodeada por una cerca bastante sencilla de madera que nadie dudaba en respetar. Con gusto oí como la gente en el restaurante se saludaban tratándose de "paisano" y se empezaba a distinguir el tono medio cantarín del habla del norte.

The Real Bad Boy (PUBLICADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora