Un muy buen fin de semana

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-¿Qué cosa? -le tembló la voz.

-Tranquila -intenté calmarla -él jamás sospechará de ti. Todo está perfectamente planeado.

-¿Y si me ven?

Estaba color papel.

-Relájate un poco ¿si? Todos nos echarán la culpa. Nadie te va a involucrar.

-Entonces ¿Qué era lo que querías que haga?

-Deja una nota donde el director diciendo que alguien planea hacer una pelea de globos de agua en el estacionamiento. Te escondes en algún lado y cuando el viejo salga chispando a ver que pasa, entras a su oficina, te apoderas del intercomunicador y le avisas a los estudiantes que se cancelan las clases por el resto del día y que se dirijan al estacionamiento. Javier te estará cuidando las espaldas. Si prefieres, él puede ser el que de el mensaje por el altavoz, pero quiero escuchar que estuviste presente hasta el final. Nosotros estaremos esperando con globos de agua y pintura.

-¿Ustedes no se meterán en problemas?

-Qué linda cómo te preocupas por mí -me burlé.

Valerie me sacó la lengua haciendo una mueca que me arrancó una carcajada.

-Los que estén en deporte llegarán antes que el director así que no podrá ver quién inició todo. Pero para eso, ustedes tienen que ser veloces. En cuanto haya pisado el patio, deben decir lo más rápido posible el anuncio.

-Entendido -se veía toda rígida.

-Hey... sonríe un poco, "angelito". Es solo una pequeña travesura, vas a ver cómo nos divertimos a costa de ese gordinflón.

-Lo siento, pero no me gusta nada -bajó la mirada.

Me hubiera gustado recordarle nuestra apuesta y decirle que perdería pero la vi tan nerviosa que me sentí incapaz.

-Todo saldrá bien -le aseguré -pasaremos un buen rato. Te prometo que no dejaré que te metas en problemas.

Suspiró.

-¿A qué hora era? -me miró a los ojos.

No  pude contener una sonrisa.

-A la una.

-¿Quieres sincronizar relojes o algo así? -bromeó recuperando ligeramente su color.

-Confío en que no te olvides.

-No te preocupes. Creo que no podré pensar en otra cosa en todo el día.

El timbre sonó con fuerza dando por terminada nuestra conversación.

-Nos vemos a la una en el estacionamiento, "angelito". ¿O debería decir "diablito"?

-Dios me libre -susurró entre risas mientras se despedía.

Cada uno fue en direcciones opuestas. Para sorpresa de mis profesores, asistí a la mayoría de clases del día. Esa semana los había encantado con mis apariciones para los exámenes y me convenía tenerlos ese día a mi favor. En cuanto acabó el recreo largo me junté con el grupo en el fondo del jardín.

-¿Tienen todo listo?

Todos asintieron.

-Javier, nuestra ayuda ya sabe qué hacer. Te encontrará en la esquina camino al baño del segundo piso. Es posible que esté nerviosa, no la martirices tanto. Yo me encargaré de eso luego -reí.

-¿Empezamos de una vez con los globos?

Hernán me miró expectante. En cuanto asentí, le hizo una seña con la cabeza a dos amigos y ellos fueron por la pintura. Esto iba a salir tan bien. Unos momentos después todos estábamos en nuestros lugares en el estacionamiento, listos para atacar a los que vinieran y repartir globos a todos. La imagen de la cara de terror de Valerie se me vino a la mente preocupándome. Empezamos a mirar nerviosamente el reloj. Cada minuto después de la una tardaba una eternidad en pasar. ¿Habría pasado ya la carta por debajo de la mesa? ¿Cuánto más se demorarían en hacerse con el micrófono? De pronto una voz forzada que era una perfecta imitación burlona del director cuando estaba resfriado se apoderó de los altavoces. Javier era un maldito genio. Transmitió el mensaje rápidamente. La exclamación final me causó un escalofrío a la vez que me sacaba una sonrisa. La voz de Valerie había sonado casi irreconocible cuando animaba a todos a apurarse. Me quedé ligeramente embobado, tardándome en reaccionar a la llegada de los alumnos de deporte que se acercaron antes que nadie. 

Pronto el estacionamiento se llenó de gritos, risas y globos que volaban por todos lados explotando en lo que generaban explosiones de color. Todo era un desastre cuando llegaron los demás alumnos y sacamos aún más globos. El director, que había aparecido con ellos, empezó a lanzar chillidos como loco, corriendo de un lado a otro. Con una sonrisa de satisfacción aproveché su desconcierto para lanzarle el globo más grande que vi. Las risas y los aplausos no se hicieron esperar aunque se mezclaron con el bullerío. De pronto sentí un golpe en mi espalda seguido de la sensación de que esta se me mojaba a la vez que el polo se me pegaba. Pestañeé incrédulo un instante. Mi sorpresa aumentó aún más al reconocer la risa detrás de mí. Al girarme me encontré con Valerie que se doblaba por las carcajadas.

-Esto no se queda así -susurré.

Me apoderé del globo más grande que vi cerca y poniéndome a su lado con un par de zancadas, le reventé el globo en el pelo.

-¡Te mato! -chilló.

-El morado te queda bien ¿No has pensado nunca en pintarte el pelo? -bromeé.

En respuesta ella se giró a toda velocidad dándome una especie de cachetada con su pelo, que me pintó la cara.

-¿Así estamos? -pregunté.

Su sonrisa en respuesta fue retadora. Riendo la perseguí entre los carros hasta lograr tirarle un par de globos más. Ella respondió con mejor puntería de la que hubiera pensado. Tras eso concentré mi atención en el objetivo más importante: nuestro querido director. El hombrecito intentaba proteger a toda costa su carro a la vez que sacudía violentamente sus bracitos gritando que nos detuviéramos.

-¡Veinte puntos al que le dé en las lunas! -exclamó uno de mis amigos.

La reacción fue inmediata. Medio colegio se giró y empezó a atacar entre risas al director y su vehículo.

-Te aseguraste de que fuera pintura lavable ¿No? -le pregunté a Hernán.

-Sí, sí, la podrá lavar fácil. Además la mezclamos con agua.

-Lo mejor es que el pobre idiota no tiene idea -reí.

Les tardó más de media hora detenernos y calmarnos a medias. Cuando la emoción empezó a bajar me apuré en buscar a Valerie con la mirada. Casi al instante la encontré aún lanzándose globos con unas amigas. Sus ojos se encontraron con los míos y le hice una seña con la cabeza a la que respondió sin perder un segundo, asintiendo. Empecé a andar hacia la salida a través del jardín al que no solían prestarle mucha atención. Teníamos que irnos rápido, los últimos en largarse serían los que lograrían ser detenidos. Sus pisadas, apresuradas me intentaron dar el alcance. Mantuve el paso y ella logró ponerse a mi lado. Oí unos gritos detrás y giré la cabeza para ver que ocurría. Los profesores se habían empezado a juntar en el estacionamiento.

-Hora de desaparecer -le dije.

Sin esperar una respuesta, la tomé de la muñeca y eché a correr jalándola. No nos detuvimos hasta que estuvimos a unas cuadras de distancia del colegio. Ambos jadeábamos pero ella necesitó detenerse unos instantes para recuperar el aire.

-Eso... fue... increíble -admitió a duras penas.

-Te dije.

-Sigo sintiéndome mal -aclaró levantando la mirada hacia mi.

-Lo supuse. ¿Ya estás?

Levantó el dedo índice pidiéndome un instante más. Esperé en silencio a que estuviera lista.

-¿A dónde vamos?

-A pasar un muy buen fin de semana -contesté.

-Ya me asusté -susurró soltando una suave risita nerviosa.

The Real Bad Boy (PUBLICADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora