— Vamos, te llevo a comer y nos olvidamos de todo un poco — me miró sonriéndome mientras sacaba las llaves del coche.
Asentí y cogí lo necesario. Nos subimos a su coche y emprendimos camino hacia un restaurante que, en la web tenía bastantes estrellas.
— Gracias — dije sin mirarle a los ojos por la vergüenza que sentía en ese momento.
No dijo nada, solo alzó su mano, la puso en mi nuca y con su pulgar me acarició la mejilla.
Cuando volvió a poner su mano en el volante, me sonrojé tanto que supe que se había dado cuenta de mis mejillas rojizas como un tomate.
El trayecto no fue incómodo. Había un silencio por parte de ambos pero no era nada del otro mundo. Yo solo estuve mirando el cielo a través de la ventanilla mientras notaba el viento por mi rostro.
Llegamos al restaurante y nos llevaron a la mesa. Minutos después vino a atendernos un chico. Era alto, moreno, tenía los labios parecidos a los míos pero un poco más gruesos y sus ojos eran hipnotizadores.
Mientras pedíamos la comida, el camarero no paraba de mirarme y, cuando miraba a Nico, veía que no le estaba haciendo mucha gracia la situación. Terminamos de pedir y el chico se marchó.
— ¿Qué pasa?
— ¿No lo has visto? Le ha faltado besar el suelo por el que has pisado — se quedó mirando al camarero con mala cara.
Trajeron nuestra comida y aparté algunas cosas para poder dejar mi plato encima de la mesa.
— Aquí tienes, guapa — me dijo el camarero.
Nico repitió lo que dijo el chico burlándose. Le eché una mirada amenazante para que dejara de hacerlo.
— Ya te puedes pirar — dijo haciéndole señas para que se marchara.
— Discúlpalo — me ruboricé al decírselo.
Nico me lanzó una mirada cuando le pedí disculpas y cuando terminé de hablar fijó la mirada en él. El chico se fue algo angustiado.
— ¿Por qué le has tratado así? Está haciendo su trabajo.
— Isabela, por favor. No seas tan inocente — pegó un bocado a su comida.
— Vaya, noto a alguien antipático hoy, y no soy yo.
— Me ha puesto de los nervios ese tío — me reí cuando le dio un trago a su cerveza.
Durante la comida estuvimos preguntándonos cosas acerca de nuestras vidas, para conocernos un poco mejor. No eran las típicas preguntas de <<cuántos años tienes>> o <<donde trabajas>>, eran preguntas diferentes.
En un momento de nuestra conversación, me preguntó qué quería ser en el futuro, pero no pude darle una respuesta. Siempre me dio miedo llegar a la edad que tenía y no saber aún lo que quería hacer, y era justo lo que me estaba pasando. Siempre había sido decidida para todo pero no para eso.
Terminamos de comer y nos trajeron la cuenta. El mismo chico se acercó y dejó el papel en el que decía lo que debíamos de pagar. Mientras Nicolás no miraba, me abrió la palma de la mano y me dejó un papelito. Lo miré algo extrañada y lo guardé rápido cuando vi que Nico levantó la mirada.
Pagó la comida y nos subimos al coche para ir de vuelta a casa. Abrió la puerta de su casa y se fue directo a su habitación. Dejé mis cosas en el sofá y lo seguí con la mirada.
Durante el trayecto a casa no dijo nada. Ni siquiera abrió la boca para reprocharme mi "comportamiento" o el del camarero que nos atendió. Lo único que hizo ese chico fue mirarme y darme su número, nada más.
No tenía por qué enfadarse.Subí las escaleras y abrí la puerta de su habitación.
— ¿Estás enfadado? — me senté en el borde de la cama.
— No — dejó de buscar algo en su armario. No dije nada y esperé para ver si decía algo.
— Sé sincero — apoyé mi mano en su hombro para que se girara. Resopló y giró la cabeza.
— Solo me ha puesto tenso ese imbécil, eso es todo.
— Te pones tenso por nada.
— Disculpa que me moleste algo, no lo puedo remediar — se levantó y entró en el baño.
Resoplé y fui tras él. Se quitó la camiseta y encendió el agua para calentarla. Estuve mirándolo fijamente sin decir nada.
— Sé que me estás mirando. Lo noto — rechisté y miré hacia otro lado.
Comenzó a quitarse los zapatos, y poco después los pantalones. No podía dejar de mirar.
— Me voy — me agarró del brazo y me pegó a él.
Volteó su cabeza y miró hacia el espejo. Me giré yo también y vi nuestro reflejo. Puso su mano detrás de mi oreja y me apartó un mechón. Miró mis ojos y puso su sonrisa torcida.
Mi respiración se volvió agitada. Lo tenía a escasos centímetros de mi cuerpo, rozando cada parte de mi piel.
Quería besarlo. Mi cuerpo emanaba calor, al igual que el suyo, y solo quería seguir tendiéndolo así de cerca. Me bajó lentamente los tirantes y terminé de bajarme el top. Le miré a los ojos y lo besé. No iba a aguantar mucho más sin sentir sus labios pegados a los míos.
Me quité la ropa interior y me agarró de la mandíbula con sus dos dedos. Profundizó el beso y me agarró de las caderas. Envolví mis piernas a su alrededor y jadeé.
Entró a la ducha conmigo y el agua nos mojó a los dos. Nos echamos a reír mientras nos mirábamos. Bajó su mirada a mis labios fijamente y cortó el agua. Agarró mi rostro de nuevo y su boca buscó la mía desesperadamente. Ese beso fue el comienzo de todo.
Se apartó y recorrió mi cuerpo desnudo con la mirada. Las pupilas se le dilataron. Su respiración se volvió pesada y su lengua se encontró con la mía. Aquel beso fue increíble.
Me separé y lo miré a los ojos con mirada juguetona mientras le sonreía. Saqué la lengua y lamí su mandíbula hasta llegar a sus labios. Noté como recorría por su cuerpo un escalofrío.
Me fulminó con la mirada preguntando si quería hacerlo y asentí. Me besó de nuevo y noté como entraba dentro de mi. Sentí un placer inmenso.
Marcó el ritmo, primero lento, y cuando gemí cerca de su oído, todo su cuerpo se erizó y aceleró los movimientos.
Sus manos mojadas por el agua recorrieron cada zona de mi cuerpo haciendo que me erizara. Tocó mis pechos y acercó su boca a mi cuello para dejarme un beso.
Subió una de sus manos y me acarició la mandíbula. Cogió las riendas del momento y lo hizo increíble. Siguió con más fuerza cuando notó en mi humedad pequeños latidos. Siguió cada vez más rápido hasta que estallamos de placer.
Me dejó un beso en los labios y recuperé el aliento. Nuestras respiraciones estaban agitadas. Quise salirme de la ducha y envolví mi cuerpo en una de las toallas que había.
Me quedé pensando en lo que ese momento podía afectar en el futuro. Si después de eso querría seguir conociéndome o lo cambiaría todo de golpe.
Narra Nico:
No podía dejar de mirarla. Cada detalle, cada curva de su cuerpo, su pelo, sus ojos, sus gruesas piernas, sus pechos... Toda ella era impresionante.
Cuando la miraba a los ojos se me olvidada todo. Nunca me había pasado eso.
MIERDA. Y tanto que se me olvidaba todo. Joder. No sabía como pude olvidarme. Que puto desastre.
Al recordarlo, fui hacia ella para decírselo.— Isabela, tienes que tomarte la pastilla— dije cogiendo las llaves del coche.
Me miró confusa hasta que lo entendió.
— Joder, ¿pero como se nos ha podido olvidar? — se puso las manos en la cabeza.
Se mordió las uñas, se calmó y nos subimos en el coche.
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Mi vecino
Romance- Deberías darte cuenta de lo que haces antes de ponerte a juzgar con lupa a los demás - me miró furiosa. - ¿Y qué querías que hiciera? ¿Fingir que no pasaba nada cuando en realidad te miraba y solo era capaz de recordar aquel momento? - elevó los...