Ayudé a Yael con las maletas y entramos por la puerta del aeropuerto. Estando allí me di cuenta de que le iba a echar de menos, aunque no tenía pensado decírselo porque me lo iba a restregar todos los días de mi vida. Mis padres ya se encargaban de hacerle saber siempre que le queríamos.
Nos quedamos esperando por allí, mirando las pequeñas tiendas que había, y mi padre no se pudo resistir a comprar un vino para cenar alguna noche. Mi madre le sonrió y le dio un beso en los labios. Los miré con mala cara y Yael habló.
— Vas a tener que tragarte las muestras de cariño tu sola — se rio y me dio un golpe en el brazo.
Le miré con mala cara y su risa aumentó. Sabía que no me tomaba en serio.
Al terminar de recorrernos el aeropuerto, nos sentamos todos juntos en los asientos que habían para esperar. Habíamos llegado mucho más temprano para no tener prisa.
— Los próximos en marcharse seréis vosotros — le dijo Yael a mis padres.
— De momento podemos hacerlo todo desde aquí, así que no hay ningún problema. Podemos quedarnos.
Reprimí una sonrisa y seguí hablando con Yael. Intenté que me contara si había vuelto a hablar con las chicas que conoció en el Nightclub, pero no quiso decirme nada. En algún momento se lo sacaría, de eso estaba segura.
Llegó la hora de despedirnos y todos le dimos un fuerte abrazo. Mientras avanzaba, mis padres y yo agitábamos las manos para decirle adiós hasta que lo perdimos de vista. Nos quedamos un rato más por allí por si pasaba algo hasta que Yael me escribió que ya estaba subido en el avión.
Mamá le escribió algunas cartas y se las dio para que él se las entregara a sus padres. Hablaba a menudo con ellos, pero le gustaba mil veces más escribir a mano a alguien a quién quiere, y siempre me pareció super bonito por su parte. Es un gran detalle.
Volvimos a casa algo apenados y al llegar vi a Malena leyendo algo en el ordenador. Tenía la cara apoyada en su mano izquierda y parecía estar algo aburrida.
— Veo que te estás divirtiendo — sonreí.
— Muchísimo — dijo, con la misma cara que antes.
Miré la pantalla y vi el título del correo que estaba leyendo. Era el nombre del lugar donde trabajaba. Decía que hasta ahora su trabajo había sido magnífico. También le daban las gracias por ayudarles con aquel papeleo hacía pocos días aunque estuviese en Los Ángeles y no tuviese por qué hacerlo, y que disfrutara de sus vacaciones hasta agosto. La miré fijamente con buena cara.
— Me gusta ayudar — se encogió de hombros.
— Por eso no te vi en casa el otro día — ella frunció el ceño y abrió la boca sorprendida poco después.
— Aaah, sí sí. Tenía que — abrió sus puños —, imprimir unas cosas en una tienda que hay por aquí.
Fruncí el ceño esa vez yo, y arrugué mi nariz. Sabía que no me estaba diciendo la verdad pero no quería interrumpir lo que fuese que estuviera haciendo.
Me senté en el sofá y respondí algunos mensajes del móvil. Me reí al leer los mensajes que Layla me había escrito y lo apagué en cuanto Malena se sentó a mi lado. Me quedé mirándola con curiosidad hasta que giró su cabeza y me miró fijamente.
— ¿Qué?
— ¿Por qué no me lo cuentas? — me incorporé mejor para quedar frente a ella.
— Ya te lo he dicho.
— Es gracioso que pienses que después de tanto tiempo no sepa cuando mientes.
Ella suspiró y abrió la boca para hablar. Mostró una sonrisa y noté mi móvil vibrar en mis piernas. Lo agarré y miré la pantalla.
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Mi vecino
Romansa- Deberías darte cuenta de lo que haces antes de ponerte a juzgar con lupa a los demás - me miró furiosa. - ¿Y qué querías que hiciera? ¿Fingir que no pasaba nada cuando en realidad te miraba y solo era capaz de recordar aquel momento? - elevó los...