Capítulo 53

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—Lo vi en el ordenador, Layla.

Hacía días de aquella cena donde leí en el ordenador algo sobre Tailandia. Nico llevaba semanas un poco distante, y con ello no me refería a que no se me acercara, sino que apenas podía mirarme a los ojos cuando hablaba del viaje de Layla y Seth o sobre el trabajo.

—¿Y qué me dices de la llamada? Nunca se alejaba para hablar por teléfono.

Lay se quedó mirándome fijamente hasta que soltó una carcajada.

—Estás un poco paranoica.

—¿Tú crees? —asintió.

Me mordí las uñas mientras pensaba si decirle lo que realmente creía sobre todo aquello. Lay me conocía demasiado, y sabía que, cuando me quedaba quieta, mirando a un punto fijo y preocupada, era que algo me pasaba.

—Cuéntame en qué estás pensando.

Sabía que esa pregunta llegaría.

—A ver —esperé unos segundos para saber cómo decirlo —, últimamente le llaman mucho por trabajo. Cuando vuelve, lo hace preocupado y apenas toca el tema —asintió de nuevo, esperando a que siguiera hablando —. Quiero pensar que no pero, y si ¿lo que vi en el ordenador sobre Tailandia tiene algo que ver con su empresa?

Ella frunció el ceño y me miró, ordenando mientras algunas cosas. Iba caminando de un lado a otro, por lo que tenía que seguirla mientras hablaba.

—Me refiero a que lo trasladen. No sería la primera vez que mandan a alguien de allí a trabajar fuera.

Parpadeó varias veces, recopilando la información.

—A ver si lo he entendido. Estás queriendo decir que, tu novio...

—No es mi novio —la corté, sentándome en una silla, pensativa —. Al menos, por ahora. No tenemos ninguna etiqueta.

Lay suspiró y siguió hablando.

—Piensas que, a tu novio le han trasladado a Tailandia, algo improbable porque allí no tienen empresa; te oculta información, o simplemente no es algo muy relevante para contar; y tampoco tenéis una "etiqueta".

Terminó y asentí, segura.

—Definitivamente, estás paranoica.

—Oye —hundí las cejas, ofendida —. Es una hipótesis.

—Es ridículo, Bela. Lo hubiera hablado contigo para saber tu opinión, ¿no crees? Independientemente de la decisión que quisiera tomar.

—Ya, en eso tienes razón —me llevé las manos a la cabeza, apoyando los codos en mis piernas.

—Estás dándole vueltas a algo que tú misma has creado sin ser cierto. Es increíble hasta dónde puede llegar tu imaginación, amiga —se rio. Yo hice lo mismo.

—Y, en cuanto a lo de la etiqueta —me miró fijamente, señalándome con su dedo acusador —. ¿Todavía seguís así?

—No ha surgido el momento.

—¿Cómo va a surgir? Si estás más pendiente de tus paranoias que de hablar con él sobre lo que realmente sentís el uno por el otro.

Fruncí los labios. Nunca me había parado a pensarlo porque, con etiqueta o no, sabía que le quería.

—¿Él habla contigo de eso? —pregunté.

—Un poco —soltó una risa nerviosa. Lo hizo por si me parecía mal, pero no era el caso.

—Eres su única verdadera amiga. Es normal que quiera hablarlo contigo —le dediqué una sonrisa.

Le eché una mano para que terminara pronto, a la misma vez que miles de preguntas se me venían a la cabeza.

Mi vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora