Capítulo 42

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Saqué toda la ropa del armario para ver qué podía ponerme, pero no encontraba nada que me gustara. Miré el móvil desesperada y decidí llamar a Layla para que me ayudara, porque siempre me pasaba lo mismo. Aceptó el facetime y me tumbé en la cama esperando a que terminara de hablar con Seth.

— Seth — intentó captar su atención para que dejara el videojuego —. ¡Cariño! — le gritó desde la cocina —. Dile a esos simios básicos llamados amigos que dejen de gritar, que no consigo escuchar a Bela.

Desde el otro lado del móvil se escuchaba la risa de Seth y de sus amigos. Layla era así, y a mi me causaba demasiada risa. Adoraba su personalidad y cómo se llevaba con el resto de la gente. Que dijera esas cosas no significaba que le causaras repugnancia, si le cayeras mal se notaría mucho más.

— Cuéntame, ya se han callado.

— Te acuerdas que hace escasos cuarenta minutos te dije que Nico me había dicho de vernos ¿verdad? — asintió dándole un trago a su vaso de agua —. Pues no sé qué ponerme.

— No lo dudaba. Siempre estás igual — suspiré profundamente y me di la vuelta en la cama mirando al techo.

— Tampoco sé adónde vamos a ir, así que tengo menos idea aún.

— A ver, siempre te estresas pero luego acabas encontrando algo. Enséñame tu armario que vea lo que tienes — subió las escaleras para ir a su habitación.

— No creo que quieras verlo ahora mismo — fruncí los labios avergonzada.

— Peores cosas he visto, y tuyas, demasiadas — me reí porque tenía razón.

Me senté en el suelo con las piernas cruzadas y le enseñé toda la ropa que había sacado. Le pregunté a Nico si quería decirme de una vez a donde íbamos a ir pero se negó de nuevo. Quería que fuese una sorpresa.

Volteé los ojos y seguimos buscando entre las dos. Decidí que quería algo fresco y cómodo, para no ir muy apretada, por lo que Layla solo quería que le enseñara todos los vestidos que tenía.

— A ver, espera, enséñame el que acabas de dejar encima de la cama.

Lo agarré y me lo puse para que lo viera mejor. Era uno sencillo; corto, de tirantes, blanco con flores diminutas de color azul y la tela se ceñía perfectamente a mi cuerpo sin apretarme demasiado. Encontré unos zapatos de verano que pegaban con el vestido y se los mostré.

— Estás perfecta — me sonrojé al escucharlo.

Me quité el vestido para no mancharlo con nada y me puse una camiseta encima. Me tumbé de nuevo en la cama satisfecha.

— ¿Desde cuándo tienes ese vestido?

— Ni idea. No sabía que lo tenía.

— Cuando estés lista llámame para que vea que tal vas — asentí y colgamos.

Layla se fue a comprar unas cosas que necesitaba para el trabajo, y Seth la acompañó. Yo bajé de mi cuarto y saludé a mis padres y a Malena que se habían despertado por fin.

Nos dijeron que se entretuvieron cuando terminaron de cenar y acabaron a las tantas de la madrugada. Mi padre se quedó contándonos cómo lo dio todo en el karaoke mientras mi madre en varias ocasiones se moría de la vergüenza cuando quiso subirla al escenario. Malena se quedó observando entre risas desde lo lejos con uno de los amigos de mi padre, hasta que subió con él para cantar una de las canciones que le gustaban a papá.

Cuando llegó la hora de comer, pedí comida china porque vi a los demás demasiado cansados como para moverse. Nos quedamos en el salón hablando hasta que llegó la comida y nos pusimos a comer.

Mi vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora