Narra Isabela:
— ¿Quieres dejarme tranquila? — vacilé.
— Es que no llevo bien la camisa y me incomoda — protestó Yael.
— Pues póntela bien. Tienes dos manos que aún funcionan — terminé de plancharme el cabello.
— Pero no ojos en la nuca — señaló.
Suspiré y dejé la plancha aún caliente en la mesa.
— Vigila que no se queme — le advertí mientras me acercaba a él para arreglarle la camisa.
Asintió y se la puse bien. Íbamos justos de tiempo para llegar a la cena junto a unos amigos. Al principio no quería ir porque prefería quedarme en casa viendo una peli con mis padres, pero Yael insistió tanto que no pude negarme.
La noche anterior a la cena, Julissa me llamó para decirme que sus padres no estarían en casa por una semana y quiso hacer una cena para juntarnos todos como solíamos hacer antes. Al estar con Yael, y sabiendo su comportamiento, estuve pensándomelo hasta que él vio el mensaje y me dijo que fuéramos porque quería conocerla. Fue tan pesado que accedí para que se callara.
— Coge las llaves — le ordené.
Nos dimos prisa para llegar al coche y estar en su casa pronto, ya que, siempre que tenía prisa, acababa teniendo algún percance por el camino.
Yael dejó el perfume encima de la mesa y salió corriendo de casa.
— ¿Qué coño te has echado? — me tapé la nariz y tosí.
— El perfume de tu padre, qué me voy a echar.
— Dios — abrí las ventanillas del coche —. Se supone que hay que echarse poco, no todo el bote.
Nos pusimos los cinturones y encendí el GPS para no perderme. Eran las 8:43 p.m y ya estaba el cielo de un color muy oscuro.
Nada más llegar, aparqué cerca de la puerta de su casa, por si acabábamos tarde y así no tener que buscarlo.
— Adelante — nos abrió paso para que entráramos —. Sois los primeros en llegar.
Ambos nos miramos con extrañeza porque era raro en mi que llegara pronto a cualquier sitio.
— Es porque se están retrasando, así que no cuenta porque habéis llegado quince minutos tarde — bromeó. Los tres nos reímos y dejamos las cosas en el vestidor.
— Bueno, creo que tengo que presentaros. Julissa, este es mi primo Yael. Yael, esta es mi amiga Julissa.
Ambos se saludaron con un abrazo.
— Puedes llamarme Juls — Yael asintió.
Julissa nos dio algo de picar mientras esperábamos a que los demás llegaran. No me dijo exactamente quiénes iban a venir pero me lo pude imaginar.
— Vengo en un segundito — se excusó mientras se dirigía hacia la puerta para abrir.
Asentimos y nos sentamos a ambos lados del sofá en L que tenía. La casa era enorme y los muebles súper modernos. Tenía muchísimos ventanales igual de grandes que las habitaciones de esa casa. Además de la pintura blanca y elegante que tenía en la pared.
— Es mona — añadió mientras observaba cada detalle de la casa.
— Quién.
— Juls, tu amiga — incliné la cabeza hacia atrás y asentí.
— Sí, lo sé — respondí.
Nos quedamos callados cuando vimos a todos los demás pasar a la sala.
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Mi vecino
Romance- Deberías darte cuenta de lo que haces antes de ponerte a juzgar con lupa a los demás - me miró furiosa. - ¿Y qué querías que hiciera? ¿Fingir que no pasaba nada cuando en realidad te miraba y solo era capaz de recordar aquel momento? - elevó los...