Capítulo 55

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En cuánto quise darme cuenta, estaba recogiendo a mis amigos del aeropuerto porque habían terminado su viaje. Nico no pudo venir conmigo porque tuvo que ir al trabajo, pero dijo que nos esperaba en casa cuando saliera.

Giré el volante a la derecha y me metí en el parking. Estuve un buen rato recorriéndolo para encontrar un sitio. Bajé del coche y entré por la puerta, buscando algún cartel que me dijera por dónde tenía que ir, aunque acabé preguntándole a un guardia de allí para que me guiara hasta la salida por la que vendrían ellos.

Esperé sentada hasta que apareció la llegada de su vuelo en pantalla. Al verlos, corrí hacia ellos para atraerlos a mí. Parecía que había pasado una eternidad, cuando solo fueron diez días.

—Te ha crecido el pelo —afirmó Lay. Seth frunció el ceño, desconcertado.

—Nos hemos ido solo una semana y media —respondió él.

—Cualquier persona obsesionada con el pelo lo notaría —contestó, muy digna, mientras yo rodé los ojos y reí.

—¿No ha venido tu chico?

Mi chico. Se me erizó la piel al escucharlo. Me quedé pensando en esas dos palabras hasta que la risa de Layla me sacó del trance.

—Está en el trabajo. Esta noche nos espera en su casa.

—Y, ¿su madre? —preguntó mi mejor amiga.

—Han quedado mis padres y ella en salir a cenar.

Lay mostró una sonrisa insinuante.

—Qué bien os lo montáis.

Volteé los ojos, negando con la cabeza, para nada sorprendida. Lo último que le importaría a Nico sería tener que crear un plan para que su madre se fuera de casa y quedarnos solos. Le da exactamente igual. Si quiere hacer algo, lo hace.

Los guié hasta el coche y les ayudé a meter las maletas en el maletero. Paramos en casa de Lay para que descargaran y se dieran una ducha para "quedarse como nuevos". Todos sabemos a lo que han ido.

Subí todo lo que había para que no tuvieran que hacerlo ellos, por si estaban cansados del vuelo, aunque lo dudaba, pero la amistad y generosidad iban por delante.

Esperé a que terminaran para que me contaran qué tal había ido el viaje. Se sentaron a un lado del sofá, muy sonrientes, por lo que yo solté una leve risa.

—¿No vamos a esperar a estar los cuatro para contar novedades sobre lo aburrido que ha sido el viajecito?

—¿Aburrido? —agarré un chupa-chups de la mesa y lo desenvolví.

—Lo único que quería hacer era salir a cenar a sitios caros, como si fuésemos millonarios, y salir de fiesta con los demás adolescentes que había en el hotel —Seth soltaba alguna risa mientras lo contaba.

Sí, ya me cuadraba más de Lay.

—Es que, estar todo el día viendo museos y cosas antiguas que ya no sirven, no es algo que me encante hacer —se explicó ella —. No digo que no sea bonito y entretenido, pero solo lo es por un cierto tiempo. Luego hay que divertirse.

Me reí al ver la cara de Seth.

—Noto que tú te has divertido mucho por las noches —le dije. Al pobre no le gustaba mucho ese ambiente.

—Llegamos a un acuerdo.

Al final, de toda la vida se ha dicho que los polos opuestos se atraen.

—Hay que conocer el concepto de fiesta de cada país —afirmó ella.

Mi vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora