Capítulo 51

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Semanas después, entrando en el mes de agosto, empezó a hacer demasiado calor en Los Ángeles. Siempre solía decir que prefería el calor antes que el frío, aunque me encantase la lluvia, pero apenas pude aguantar aquella mañana unas pocas horas fuera de casa.

Mamá y yo fuimos a comprar algunas cosas, además de hielo, ya que se había gastado el que teníamos en la máquina de la nevera.

Quisimos darnos prisa para poder llegar cuanto antes, pero las colas de los supermercados eran inmensas. Al parecer todos quisieron salir por la mañana a comprar ese día.

Mientras mamá esperaba en la cola para pagar todo lo que llevábamos en el carrito, agarré mi teléfono para contestar a la llamada que me llegó. Miré el nombre de quién me estaba llamando y respondí.

— Hola, Yael.

— ¿Qué tal está la princesa de la familia? — arrugué la nariz al escuchar aquel apodo. No me gustó mucho que me llamara así.

— ¿Qué quieres? — solté una risa.

— Siempre piensas que quiero algo cuando te llamo. ¿Tan retorcido soy?

Suspiré y hablé de nuevo.

— No estoy en casa. ¿Es urgente?

— Quería saber qué tal estabas. No quería pedirte ningún otro favor. De momento. — soltó una ligera risa.

Me quedé un rato hablando con Yael hasta que vi salir a mamá del supermercado. Fui tras ella y me pidió que le pasara el teléfono para hablar con él cuando le dije que me había llamado.

Mientras Yael y mi madre terminaban de tener una conversación de lo más larga, ambas llegamos al coche para meter todas las bolsas en el maletero.

Abrí la puerta del conductor y puse el aire acondicionado para que por lo menos, al sentarnos en el asiento, no estuviese ardiendo por el sol.

Me entregó el móvil después de terminar la llamada y miró si estaba todo en las bolsas antes de entrar en el coche.

— Bela, ¿está por ahí el vino que ha pedido tu padre que compremos?

Busqué por alrededor pero no encontré nada. Negué con la cabeza al encontrarme con sus ojos fijos en mí y resopló.

— Lo he tenido que dejar en la tienda. Qué torpe.

— No te preocupes, voy en un momento y lo traigo.

Mamá sonrió y fui hacia la tienda dónde compramos el vino. Nada más entrar, le pregunté al chico del mostrador si nos habíamos dejado una bolsa de color negra y asintió. La sacó de dónde la había guardado y le di las gracias.

Salí de allí apurada por querer llegar a casa y crucé la calle deprisa. Sabía que no debía hacerlo porque algún día podría pasar algo grave, pero entre el calor que hacía y lo cansada que estaba, necesitaba llegar al coche rápidamente.

Antes de que pudiera llegar, escuché a alguien gritar mi nombre. Me giré para ver quién había sido, y vi a Tyler muy emocionado viniendo hacia mí para abrazarme.

Le devolví el abrazo y le pregunté por cómo estaba y qué tal le había ido en el colegio. De la emoción por verme apenas pudo pronunciar dos palabras sin trabarse.

— Desde que me ayudaste con historia empecé a sacar mejores notas.

Me alegré mucho por él, ya que esa asignatura era la única que le costaba entender. Siempre que me quedaba con Tyler intentaba ayudarle con las asignaturas de clase, y me agradó ver que sus notas eran de las mejores de su clase al final de curso.

Mi vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora