Capítulo 22

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Narra Nico:

Sabía que, Bela todavía seguía teniéndome en su cabeza. Después de todo, no se podía borrar el pasado.

También sabía que no tenía que haber salido de allí e ir directamente a decírselo a su amiga, pero me cabreó que viniera ese último día que hablé con ella sobre Bela, con aires de superioridad, y diciéndome que no tenía ninguna otra oportunidad.

A partir de ese momento empecé a hacer lo que me dio la gana. Salía todos los días, hubo veces que no volvía a casa; bebía; fumaba; me iba con todas las que podía... pero nada de eso me terminó gustando.

Trataba de olvidarme de todo haciendo aquello los días siguientes de nuestra discusión, pero solo conseguía pensar más en ella y en todo lo que nos rodeaba. Al cabo del tiempo, mi mente ya estaba más despejada sobre ella.

El estar cada día con chicas diferentes me aburría, y nunca me había pasado. Ya no era lo mismo cuando las tocaba, las desnudaba o las besaba. No sentía lo mismo. Nunca terminaba lo que empezaba con ellas, y era porque ya no me divertía seguir siendo así.

Los primeros días cuando me tuve que alejar de Isabela, sentía muchas cosas, pero cuando pasaba el tiempo, acabé pensando en que, quizá para mi, ella solo era un capricho y nada más.

Aún así, quise comprobarlo. Quise comprobar si era cierto lo que pensaba, y por eso, el día de la discoteca ocurrió aquello. No pensé en hacer nada que ella no quisiera. Ella tenía que dar el paso, y lo dio.

Nada más llegar a casa, después de aquel momento íntimo con Bela, se me pasaron muchos pensamientos por la cabeza. Estando con ella, era como revivir otra vez el pasado.

Sentir de nuevo su piel y su cuerpo pegados al mío, sus labios rozando y erizando cada parte de mi cuerpo, su olor, su pelo, sus ojos mirando fijamente los míos con deseo... Sentía más cosas de las que podía sentir con cualquier otra, pero todo era diferente.

Con sus besos húmedos por todas las zonas de mi piel, hacía que el tiempo pasara de forma lenta, al igual cuando sus labios se encontraban tan cerca de los míos. Ese sentimiento que tenía al principio ya no estaba. Quedaba algo, pero no lo suficiente como para decir que era como antes.

Aquellos besos eran exigentes, salvajes. Los pedía cada vez con más fuerza, y sabían como los últimos.

Quizá lo nuestro se hizo para ponernos a prueba de algo que no pudimos superar. Ella con su relación, y yo con mis sentimientos.

[...]

*Sonó el timbre de casa*

— Venga, cuéntamelo todo. Con detalles... o sin ellos — entró Nate y se quedó de pie frente a mi mientras se frotaba las manos con ansias.

— Son las nueve de la mañana. ¿No podrías haber venido más tarde?

Siendo sincero, a esa hora no era persona como para tener que contarle algo y sin haber comido nada.

— Deja de quejarte y suelta por esa boca lo que pasó anoche.

Se creó un silencio hasta que Nate volvió a hablar para repetirme lo mismo con exigencia y tono amenazador.

— Deja que recoja en mi cerebro toda la información, porque a esta hora solo puedo pensar en echarte de mi casa y volver a tumbarme en la cama.

Abrí la nevera y saqué un zumo de naranja.

— Si yo no hubiese estado por medio, no hubiera pasado nada entre vosotros, así que déjate de estupideces y habla ya de una vez — me quitó la jarra de zumo y la dejó donde estaba.

Mi vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora