Capítulo 3

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Era Nico. No quería abrirle el mensaje tan rápido para que no pensara que estaba desesperada o algo parecido, así que, termine de vestirme, me sequé el pelo y bajé al salón para ver alguna serie de Netflix.
Mientras la elegía, miré el mensaje de Nico:

Nicolás

Les he hablado de ti a mis colegas y me han preguntado si te querías venir con nosotros

¿Aquello era de verdad?

No voy a mentir, me daba apuro estar con él y con gente que no conocía de nada. Nicolás podía causarme un poco más de confianza porque éramos vecinos, pero los demás no.

Siempre que pensaba algo mucho, y detenidamente, acababa diciendo que no por lo que podría pasar, pero no quería quedarme en casa sola. Ya tendría mucho tiempo para eso.

Agarré el móvil y le dije que sí. Iba a venir a por mi diez minutos después pero como ya me había duchado, solo me faltaba vestirme y maquillarme y en eso no solía tardar mucho. Solía ponerme solo máscara de pestañas, no me gustaba mucho el maquillaje.

Terminé justo a tiempo pero como no sabía a donde íbamos a ir me puse unos vaqueros con un top negro informal y unas converse. Decidí después llevar un pequeño bolso negro para guardar mis llaves. Las cogí y escuché el timbre de casa.

Fui a abrir la puerta y vi a Nico apoyado con la mano en la pared, mirándome de arriba a abajo sorprendido.

— No sabía que tenías más ropa además de esa camiseta rosa fea.

Exhalé y volteé los ojos. Le di un pequeño golpe en el hombro y me fui hacia el coche.

— Vámonos, te están llamando — señalé el móvil.

Nos subimos al coche y me empezó a preguntar cosas sobre mi para conocerme un poco más. Mientras llegábamos al lugar donde estaban sus amigos, yo le hice una pregunta:

— Y... ¿por qué lo aceptaste si no te van a pagar?

— Pues mira, desde siempre me había gustado vivir con alguien para divertirme, salir y que me hiciese compañía. Pero cuando me mudé, no fue tan fácil la cosa. Así que, cuando...

— Malena.

— Malena, me lo dijo, le dije que si porque sé cómo se siente el estar solo y no mola. Así podemos hacer algo juntos — me guiñó un ojo.

Respiré hondo y me mordí el labio inferior. Cualquiera querría estar en mi lugar durante ese tiempo que estuve con él.

— Pues cuando quieras puedes pasarte por mi casa y hacemos algo — negó con la cabeza y se rio.

— Te vienes a mi casa que más maletas no hago.

— En mi casa vamos a estar más a nuestro aire. Es más grande.

— ¿Estás segura de eso? — asentí.

— ¿Adónde vamos? — pregunté cuando dio la vuelta.

— Ya lo verás.

— ¿Y que pasa con tus amigos? No creo que les guste el cambio de plan.

— No se morirán sin mi.

Sonreí de lado y fruncí los labios cuando volví a la realidad. Jamás pensé que iba a estar en un mismo sitio con él.

Llegamos a su casa y salimos del coche. Todas las casas por fuera eran muy parecidas, pero no sabía si por dentro también lo eran.
Entré detrás de él y abrí los ojos.

— Puede ser que exagerara — admiré cada detalle de su casa.

— Siempre llevo razón.

Elevé las cejas y dejé de mirarle. Esa casa por dentro era como una mansión. Tres plantas, sin contar el sótano, y con piscina. Todo estaba muy bien decorado, organizado y tenía lo justo para decorar.

— ¿Por qué tienes una casa tan grande si vives tú solo? — curioseé.

— El año pasado la vi, me gustó y pude pagarla con el dinero que tenía, pero ahora veo que es demasiado para mi.

Le eché el último vistazo y volví a mirarlo.

— ¿Nos vamos? Ya te has quedado tranquilo.

— ¿Tantas ganas tienes de perderme de vista? — sonrió.

— Un poco — dije riéndome mirando los libros de la estantería. En realidad, no quería irme, estaba encantada de poder pasar un rato con él.

— Si quieres nos quedamos aquí y pido unas pizzas. Aquí cerca hay un sitio donde las hacen buenísimas. Voy a llamar.

— Pizzas, que romántico — le miré bromeando.

— ¿Tenía que serlo?

— No quiero saber a donde llevarás a tus citas a cenar.

Se rio en silencio y se volteó para abrir la nevera. Me quedé esperando en el sofá mientras llegaban las pizzas. Nico se sentó conmigo y puso una peli para hacer tiempo. Segundos después se giró para mirarme.

— ¿Quieres algo...? — negó la cabeza.

— Solo te miraba.

Le pregunté donde estaba el baño y fui hacia allí. Me estaba tocando mucho el pelo y me empezaron a sudar las manos.

Salí del baño, y Nico estaba pagando al repartidor para que nos diera las pizzas y empezar a comer. Menos mal porque tenía mucha hambre.

Intenté ayudarle poniendo la mesa y sacando las pizzas de la caja, pero me apartó.

— Isabela, tú siéntate que ya me ocupo yo.

Alcé las manos y me alejé. Me acerqué a su lado y agarré un trozo de bacon.

— ¿Quién te ha dicho que puedas cogerlo?

— Mi estómago.

— ¿Eres siempre así o...?

— Solo con gente que me saca de quicio.

Cada vez iba acortando aún más la distancia entre nosotros.

— No seré yo.

— Noo. Claro que no — me burlé y acercó su rostro al mío.

Mi vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora