11. ¿Por qué no me muerdes?

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Eric

- ¡¿Qué él hizo qué?! - grité por teléfono. -Es retorico, escuche bien lo que dijiste.

Este día parecía empeorar con cada minuto que consumía el reloj. Desde la mañana, con la reunión que tuve con Thadeas, hasta los asistentes del abuelo esperando fuera de la clínica donde Deb tenía su control. ¿Cómo diablos sabrían ellos que allí estaríamos? ¿Habrían vuelto a espiarme?

Intenté calmarme mientras escuchaba a Milena al otro lado de la línea. Había pasado casi toda la tarde y mitad de la noche tomado como rehén con los asuntos del dichoso testamento del abuelo.

-Lo siento -repitió ella, - yo no deseo provocar conflictos entre ustedes, pero Deb quedó algo inestable despues de la conversación con Thanos.

Ni siquiera quise imaginar qué diablos habría dicho mi hermano. Lo amaba, pero su carácter podía ser algo inoportuno cuando lo deseaba.

-Sabes que él se preocupa por ti - suspiró.

-Gracias por llamarme, Mina. - pasé los dedos por mi cabello. Gruñí con que debía de darme un corte. Nunca lo había dejado crecer tanto. -No te preocupes, ahora mismo estoy yendo a casa.

Un solo pensamiento me había mantenido a flote durante el tortuoso día. Rememoraba el dulce sabor de ese beso que le había dado a Deb y que ella había respondido con ansias.

"-No Deb. Eres mi amiga, y quiero que sepas que cuentas conmigo para lo que sea. Deseo que vuelvas a ser esa mujer energética y llena de vida como te conocí. Sin miedo a nada y a nadie. Esa que no le importaba la opinión de los demás. Eso deseo."

Mentiroso.

Desde que le había dicho eso a Deb, mi mundo se sentía como un ocaso. Nunca me gustó mentir, prefería una verdad incómoda a una mentira que proporcionara una felicidad efímera. Pero ver esos ojos color miel atosigados por mis sentimientos me hizo arrastrar mis preferencias hacia el fondo de mi conciencia.

El abuelo murió.

Ben y yo debíamos viajar a América para estar presentes en la lectura de su codiciado testamento. Dada la situación actual habíamos decidido esperar y hablarlo con Galatea y sus abogados, en Londres.

***

Cuando llegué a casa y la vi tan vulnerable esperando por mi en la puerta, mi corazón se rompió y odie un poco a Thanos. Mi hada no era una mujer débil, sus clases de feminismo con la Dra. Charles habían dado frutos pero verla así y por mi culpa, simplemente me rompió.

Ella era mi hada, mi princesa y si de mi dependía, jamás una lagrima de tristeza saldría por esos ojos dulces.

-Nunca bajes la mirada princesa - dije con cariño.

-Estoy demasiado lejos de ser una.

-Para mí lo eres, - suspiré - y una muy real. ¿Quién dice que las princesas tienen que ser perfectas?

Despues de tomar un té junto a Deb, ella decidió no despegarse de mi lado en lo que restaba del día. No que me quejara. Al contrario, estaba más que complacido con su presencia sin embargo su mirada lastimera dejaba un sabor agridulce en mi paladar.

El resto de la tarde y la cena transcurrieron sin inconvenientes. Cuando íbamos a la cama vi a Deb indecisa.

- ¿Puedo acompañarte esta noche en tu cama dulce damisela? - ella sonrió y yo sentí a mi corazón volver a latir.

***

Pegué mi índice al timbre con rudeza. La gran puerta de roble y hierro fundido de la mansión Allegheny I se abrió lentamente. Una despeinada Milena me dio la bienvenida mientras me notificaba de que Thanos se encontraba en la habitación de su hijo menor cambiando su pañal matutino.

Percances y Desventuras de un caballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora