14. Cagarla con estilo

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Eric

Una tormenta de pensamientos me despertó abruptamente. Un cálido y pequeño cuerpo descansaba entre mis brazos y sonreí satisfecho. Sus rubios mechones se esparcían por mi pecho.

Deb estaba agotada, me había encargado de ello hasta altas horas de la madrugada. Me sentía como un semental en pleno apogeo.

¡Oh sí!

La sentí removerse a mi lado y mi corazón se aceleró. La noche anterior había confesado al fin mis sentimientos por ella. No me extrañó en absoluto su reacción; yo entendía que "por ahora" mis sentimientos no eran correspondidos. Había aprendido a leer sus reacciones, sabía que Debora me quería y que estaba agradecida conmigo.

Pero yo no quería su gratitud, quería su amor.

Los quejidos incesantes de Benedict y Thadeas llegaron a mis oídos. Ellos discutían.

"—Por favor, no se acerquen" — conecté con Thadeas. Sus movimientos se detuvieron. "— ¿Qué hacen aquí?"

"—Los abogados de tu abuelo dijo él de regreso. —Están apostados frente a tu casa. Paul ha decidido acelerar el proceso de lectura del testamento."

Eso fue más que suficiente para tenerme en pie en dos segundos. Coloque mis pantalones a la velocidad de la luz e intentando no despertar a mi deliciosa compañera.

Fallé estrepitosamente cuando mi cuerpo azoto contra las maderas del piso.

¡Maldición! Sofoque una carcajada.

—Lindo trasero — oí una voz a mis espaldas mientras intentaba recuperar algo de mi hombría y dignidad. — ¿Qué haces? ¿Eric?

Sonreí. El pudor era palpable en su tono de voz.

—Mis hermanos están afuera.

— ¡¿Qué?!

Debora espabiló finalmente. El fino cobertor que utilizaba se deslizo hasta su vientre y la sangre de mi cabeza siguió el mismo recorrido.

—Hada...— le advertí pero no surtió el efecto deseado en ella. Como si estuviésemos a punto de ser bombardeados comenzó a buscar su ropa.

¿Es que acaso no se daba cuenta de lo que su pequeño y apetecible cuerpecillo le hacía al mío?

Ella se estiro en la cama boca abajo cuando diviso finalmente su sostén. La visión que me obsequio arrojo a mi caballero interior al fondo de un calabozo. Me abalance sobre ella deteniéndola en el acto. Tome sus delicados brazos y la giré colocándola sobre su espalda.

—Quédate quieta, ¿sí? — sus ojos color miel tardaron un par de segundos en abandonar el aturdimiento que le había producido este cambio de posición. —Hablaré con ellos y estaré de vuelta en unos minutos.

Suspiré. Algo en mi semblante produjo que arrugara su ceño.

—Bien. Esperare aquí. Desnuda —aclaró y yo sonreí.

Salí de la pequeña cabaña rezongando y echando humos. Benedict y Thadeas ojeaban los efectos de la tormenta en el terreno. Mi hermano mayor se encontraba de cuclillas mientras arrancaba un par de malezas.

—Ya me di por aludido, no era necesario que montaran guardia por mí — dije apenas me acerque a su lado.

— ¿Estas de mal humor? ¿Interrumpimos algo? —Benedict sonrió y mi mandíbula por poco y toca mis pies.

Vaya, con que todo lo que necesitaba hacer para que sonriera era frustrar mi vida sexual. ¿Quién lo diría?

— ¿Y tú que crees?...

Percances y Desventuras de un caballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora