5. Francia, un esplendoroso lugar para decir acepto

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Debora

Hacía mucho tiempo que no sentía ansiedad por algo. Algo que no fuese el resultado de los análisis médicos de Emilce o algo relacionado con mi trabajo.

En mi interior corregí ese pensamiento y noté que hacía mucho tiempo que no sentía.

Ansiedad. Anhelo. Nervios. Y por último... ilusión, esperanza.

En las mañanas cuando despertaba, ese lapso de tiempo que tardas en establecer tiempo y espacio, sonreía con dicha: yo me iba a casar, tendría un propio lugar al cual llamarle hogar, alguien esperaría por mí y yo por él. Luego recordaba los detalles de ese enlace y todo rastro de alegría se diluía. Tomaba un baño matutino y comenzaba mi rutinaria vida sin dejar que los acontecimientos ensombrecieran mis ánimos.

Fracasaba estrepitosamente.

Terminé de enviar un mensaje a Emilce, confirmando por décima vez que todas sus cosas estuvieran en orden para el vuelo cuando el timbre de casa sonó. Me pareció extraño ya que nadie cercano nos visitaba o en caso de que fuese un extraño sonaría el portero de planta baja primero.

Abrí la puerta con cautela ya que la persona en la puerta había decidido escapar de la mirilla.

— ¿Cameron? ¿Qué haces aquí? — escondí mi valija detrás de la puerta.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza dentro de mi pecho.

—Hola — susurro. Él se veía desarreglado y nervioso. — ¿Puedo pasar?

Negué.

Su carita de niño bueno no me dio buena espina y se lo hice notar colocando mis manos en mis caderas a modo de disgusto.

—Deb... tu... tu... — respiró profundo— ¿Es cierto que tu prometido es uno de los Allegheny?

—No es asunto tuyo.

—Espera Deb... escúchame.

—No. Lárgate. Ni siquiera entiendo a qué demonios has venido.

No más. No repetiría lo de hace unas semanas en el bar. Eric no lo merecía y yo, tampoco.

Quería reprocharle por qué no se había puesto en contacto conmigo luego de que hui como una idiota de sus brazos. Mas mi dignidad podía más. No iba a ser la ex arrastrada de que dejaba manipular con una sesión de sexo.

Cameron bloqueo la puerta y empujo suavemente logrando que retrocediera un par de pasos. Estaba por reprocharle su violación a mi espacio personal pero él habló.

—El tipo es raro Deb, toda su familia lo es.

Me congelé. No podía ser que Cameron supiera de la verdadera naturaleza de Eric ¿verdad?

— ¿A qué te refieres? — fingí desentendimiento. — ¿Sabes algo que yo ignore?

¿Y por qué diablos yo le daba pie a seguir hablando?

Él bajo la vista y dudó.

—No te cases con él — continuó. — Por el momento no puedo decirte las cosas hasta que no lo confirme. Pero créeme, el tipo es raro.

— ¿Es peligroso? — aventuré para saber hasta dónde estaba dispuesto a llegar.

—No estoy autorizado para decirte las cosas. Por favor Deb, confía en mí.

Mordí mi labio inferior analizando las palabras de Cameron; él pensó que consideraba su petición. Idiota. ¿De dónde diablos él no estaba autorizado a hablar? ¿Esto tendría que ver con algún problema de aduana*?

Percances y Desventuras de un caballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora