Epílogo o lo que sea con lo que terminen las pseudo historias de amor

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Debora

Despierto por cuarta vez en lo que va de la noche. Me toma un par de confusos segundos ubicarme en tiempo y espacio. Acomodo la sabana de mi cama de hospital y busco con la mirada el origen del sonido que me ha despertado.

Mi labio inferior tiembla. George no ha parado de llorar debido a los cólicos de lactante que tiene. La enfermera de guardia me enseñó como calmarle pero simplemente me siento impotente cuando él llora y llora sin poder calmarse con mis mimos.

—Tranquilo cariño — lo tomo con cuidado de su cunita y acaricio su espalda de arriba abajo suavemente. —Cálmate, pronto pasara. Lo prometo.

Me frustra.

Mi cesárea transcurrió sin inconvenientes y George nació dos días atrás con tres kilos y medio. Un hermoso y saludable bebé. Que además de quisquilloso tiene un apetito voraz. Lo veo boqueando desesperado y me siento con él en la cama descubriendo uno de mis pechos.

—¿Qué haces despierta a esta hora? —mi hermano Nikos me observa desde la puerta, él mantiene su distancia mientras mi bebé bebe de su leche como si no hubiese un mañana. —La doctora dijo que debías intentar recuperar tus hábitos de sueño.

—Es George, no puedo lograr que se calme. Tampoco puedo ponerme pretensiosa con mi horario de sueño cuando él esta tan alterado.

Nikos arruga su nariz en ese gesto tan único cuando no comprende del todo una situación.

—En fin, he conseguido lo que pediste —sonríe de medio lado y me enseña la pequeña bolsa de papel que trae. —Tuve que coquetear con un par de enfermeras. Que pese en tu conciencia.

Sonrió.

—Claro que si hermano, claro que si.

Nueve meses después...

Tomo mi bolso, mi laptop y emprendo rumbo a la consulta con mi terapeuta.

Uno de los mejores consejo que he seguido, sin duda, fue la de comenzar terapia. La psicóloga, Carina es una mujer agradable que ha logrado que poco a poco me abriera con ella y terminara por confesarle cada tonta idea que por mi mente amnésica pasaba.

Once meses atrás tuve un accidente de tránsito del que tanto George como yo salimos ilesos. Mi hermano no tiene del todo claro los detalles de suceso, y cada vez que intentaba sonsacarle datos él parecía retraerse y volverse completamente hermético conmigo. No lo culpo, jamás lo haría. Él había cuidado de nosotros a sol y sombra después de ese momento, incluso se mudo a casa conmigo.

Para mí fue shockeante despertar aquel día en una cama de hospital, embarazada de casi siete meses y sin ningún recuerdo más allá de mi nombre...

Durante varios días estuve en fase de negación, alucinando con hechos y personajes que nunca había visto en mi vida.

—¿Tienes novedades esta semana? —pregunta Cari trayéndome de regreso a la consulta.— ¿Cómo lo llevas con George?

Aliso la falda de mi vestido y con una enorme sonrisa en mi rostro comienzo a relatarle la hermosa semana que había vivido junto a mi hijo.

Sorpresivamente no me alarmó en absoluto el hecho de que no conociese a su padre. Algo dentro de mí me decía que era lo mejor. En varias sesiones había comentado junto a Carina que pasos tomaría en el futuro para hacerle saber la verdad a mi hijo.

—Seguí tu consejo — confieso de manera abrupta, a mitad de mi relato, y con las mejillas hirviendo, por la pena que me da. —Lo de buscar un medio de desahogo —aclaro.—Hay una actividad que... me encanta. Escribo.

Percances y Desventuras de un caballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora