22. Tristeza a cuestas

97 14 1
                                    

Eric

Tomé mi auto y, sin informar a nadie en el hotel, me dirigí al hospital que el personal de seguridad había mencionado.

En el camino recibí varias llamadas, por parte de mi primo, que ignoré preso de una preocupación que me extrañaba.

La recepción se encontraba con un flujo de gente rutinario. Cada uno centrado en sus propios pesares y que rehuían de los mismos a través del chismorreo.

— ¿Y tú que haces aquí? — una joven de cabellos oscuros y curvas voluptuosas me detuvo en mi trayecto rumbo a la habitación que me habían informado. —Oh cierto. No nos recuerdas — concluyo con falso pesar.

Mi expresión debió de haberle dado alguna indicación para que continuara con su parloteo.

—Soy Mikeila...emm tu cuñada.

—Se quién eres — informé escuetamente. —Conozco a todos los nuevos miembros de la familia Allegheny.

Mi familia, grite desde mis adentros.

— ¿Es cierto que te convertiste en un asesino? — ella sonrió con picardía y sus ojos se iluminaron. —Blaine dice que eres terrorífico ahora, y están esperando el momento exacto en donde enloquezcas. Ya sabes, cuando se te crucen los cables y asesines a todos a tu alrededor.

— ¿Qué?

—Sí — saco un par de dulces que llevaba. — Tus primos te lavaron el cerebro, para así poder usar esos poderes que tienes y termines con todos esos mugrosos "cazadores". Ya sabes, los humanos que se entrometen en sus negocios.

Rebusque en su mente cualquier indicio de engaño que pudiera encontrar. Más no encontré absolutamente nada que me sirviera; una niña, el tal Blaine y un montón de pensamientos estúpidos.

— ¿De qué mierda estás hablando?

—Wow wow, amigo — elevo sus manos en son de paz. — Tranquilízate. Blaine me explicó lo que su madre le explicó...— movió su mano en círculos, — empezaste por animales y el control mental de algunos miembros, porque no tienes un... ¿Cómo se llamaba? Ah sí, súbdito. Es cuestión de que des "el paso" para que te conviertan en asesino. Incluso le prohibieron a Debora ir a verte. Que triste.

Mi celular vibraba con furia en el bolsillo de mi chaqueta. Cada palabra que la joven humana había pronunciado se repetía en mi cabeza. ¿Poderes? ¿Asesino? ¿Muerte en masa?

—Bueeeeeno — resumió, — me largo de aquí. Contesta tu llamada, Eric.

— ¿Dónde demonios estás? Paul y el resto estamos... —corte la llamada de Aron.

Continué con mi camino haciendo caso omiso a la rabia que sentía. Los pensamientos ambiguos se arremolinan en mi cabeza y no podía dejar de pensar en mi triste papel de títere en esta historia. Suspire. La puerta de la habitación 813 se encontraba finalmente frente a mi.

Abrí la puerta con cuidado ignorando el insoportable olor a antiséptico mezclado con una dulce fragancia.

—Eric... — la chiquilla recostada en la cama ilumino su mirada al verme. ¿Acaso tenía una especie de fetiche con hacer amistades con los humanos? —Estas aquí...

Tantee mi cuerpo.

—Tal parece que no soy una ilusión.

Ella sonrió, pero la sonrisa no llego a sus ojos. La vida se escapaba de su frágil cuerpo y ella no tenía las fuerzas necesarias para retenerla.

Recorrí la habitación con un vistazo rápido y una débil sonrisa se escapó de mis labios al ver las preferidas de Galatea; las Blue Columbine.

"Mamá"

Percances y Desventuras de un caballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora