7. Ser yo, apesta

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Debora

Los días posteriores a la noticia de mi embarazo habían transcurrido tortuosamente lentos. Eric no me hablaba y yo tampoco hacia ningún esfuerzo por acercarme a él. No podía.

Emilce nos observaba siempre en silencio, en más de una ocasión cuestionó por mi bienestar emocional. Yo plasmaba una odiosa sonrisa en mis labios y luego la convencía de que todo marchaba sobre ruedas en mi ficticio matrimonio. Claro está, que ella no sabía la verdad sobre esas últimas palabras. Mi pobre hermana era feliz en la ignorancia de la verdadera situación.

Todo estaba mal.

No tenía las agallas suficientes para hablarle a Eric. ¿Y decirle qué?

Lo que más dolía era su fingida indiferencia. Él sonreía, hablaba y bromeaba, pero ninguna de esas emociones estaba cargada de la chispa que lo caracterizaba.

Me sentía la peor perra sobre la tierra. Él me odiaba. La culpa y el remordimiento, que sentía por haber dormido con Cameron incluso cuando ya estábamos comprometidos, me carcomía por dentro.

Hablé por teléfono con Ashley para contarle sobre el último gran acontecimiento en mi vida. En un principio ella halagó a Eric y su buena puntería, pero su ánimo decayó rápidamente cuando le confesé la verdad. Cameron era el padre de mi hijo.

"—Eres una zorra con suerte. Te casaste con un millonario y tendrás un hijo del hombre que amas."

Cada palabra había sido como un maldito puñal en mi cerebro.

Cada pablara había sido... cierta.

Ashley tenía la firme convicción de que Eric no debía saber que el bebé no era suyo. Suspire profundo y me tragué todas las maldiciones que deseaba lanzar. ¿Acaso era estúpida y no me había oído decirle que entre él y yo nunca había sucedido nada?

"—Él lo sabe Ash. Eric sabe que no es el padre de mi bebé."

La incógnita a la que me sometía ahora era sobre si decirle a Cameron o no. Una estúpida espina punzaba mi corazón cada vez que declinaba de la posibilidad de compartir este embarazo con él.

Cameron había sido siempre el hombre de mi vida, lo conocí desde que era una tonta adolescente dando los primeros pasos en el amor y él había sido el encargado de enseñarme los sinsabores de la vida. Me entristecía pensar de esa forma, pero algo muy dentro de mí me convencía de jamás podría sacarlo de mi vida. Y ahora que esperaba un hijo suyo todos esos pensamientos parecían cimentarse con fuerza.

***

Regresamos a Londres junto a toda la familia Allegheny. Blaine y su prometida, junto a su pequeña, hija decidieron pasar también una temporada en la mansión de la señora Galatea. Eric estaba raro, había algo en su comportamiento que me inquietaba.

Su teléfono sonaba a menudo y en más de una ocasión lo descubrí sonriendo por los mensajes que se escribía con Eva, su nueva amiga.

Eric me había comentado que ella era la joven vendedora de una tienda exclusiva. Ambos eran fanáticos del mismo tipo de entretenimiento televisivo y últimamente pasaban la mayor cantidad de tiempo texteádose que interactuando con nosotros. Conmigo.

Mi querido esposo, mi hermana y yo vivíamos en la mansión Allegheny II, mientras que Benedict, Thadeas y la familia de Blaine se quedaban junto a la señora Galatea en la Allegheny III. Thanos y Milena ocuparían la Allegheny I en un par de días cuando llegaran de su viaje.

Algo no estaba bien. Algunas veces sentía como si estuviésemos en un bunker y preparándonos para la tercera guerra mundial. Luego Eric sonreía a Emilce, sus hermanos preparaban comida juntos y todo sentimiento de inseguridad pasaba a transformarse en una idea de que ellos quizá solo deseaban pasar tiempo juntos.

Percances y Desventuras de un caballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora