Escuchó sus últimas palabras antes de bajar del auto, hubo unas cuantas frases hirientes que luego de minutos fueron perdonadas, Seungmin no comprendía muy bien el hecho de que ahora a Chan le doliera recibir un "no" como respuesta cuando le pidió salir "oficialmente". Estaba cansado de convencerse en lograr algo con él, no eran del todo compatibles y mucho menos adecuados ahora, sabiendo de los recientes escandalosos falsos y estresantes que estaban sobre la empresa de su familia.
Seungmin no estaba ni cerca de llegar a un puesto digno para ayudar a la familia de Chan, por eso admiraba demasiado a Jisung, que había luchado demasiado por encajar en un lugar desconocido y ser aceptado.
Al llegar a casa prendió el parlante grande de su habitación, una estancia silenciosa sin la presencia de su madre, puso el mismo playlist que escuchaba con Chan por las tardes y se abrazó a su almohada mientras miraba el techo. Ahora cuarto se sentía tan vacío, ya no sentía los abrazos de él, ni mucho menos su dulce voz cuando le pedía una sonrisa en sus días melancólicos. Justo como ahora, que rompió en llanto.
No puedo luchar por alguien que no me quiere, no puedo luchar por alguien que me tiene pena.
Pasaron alrededor de dos días y esos pensamientos seguían en su cabeza como siempre, la casa vacía y los papeleos para la universidad no le dejaban paz, respirar se sentía inútil estando ahí, por lo que, sin más, decidió pasearse por ahí a ver si encontraba algo que le distraiga. Llegó a una cafetería y pidió un late para llevar, siguió caminando hasta que se paró en una esquina a tomar fotos del lugar, el lente de la cámara enfocó a un joven de apariencia familiar y de extraña manera de observar el celular, Seungmin se le quedó viendo un rato hasta que lo vio girarse y le observó.
— ¿Kim? — su cuerpo dio un leve brinquito — ¿Kim Seungmin?
No puede ser, sí es él. Se acercó temeroso y saludó, el joven sonriendo alegre de volver a verlo ¿Cuántos años habían pasado? Ya hasta perdió la cuenta, incluso había creído que había muerto en alguna trascendencia de sus recuerdos.
El destino los juntó por primera vez en una curiosa situación parecida y ahora mismo, estaba pasando otra vez.
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Se quitó la mochila de sus hombros con pereza y caminó hacia su habitación como de costumbre, luego de un largo día de estar encerrado en ese colegio, y decía encerrado porque realmente no disfrutaba en lo absoluto asistir a clases.
— ¡Eres una estúpida de mierda!
El sonido de una bofetada se escuchó por los pasillos de su casa y, cuando quiso detenerse para ir a ver qué sucedía, un sigiloso llanto con un "te odio" pronunciado por su madre en la cocina le hizo entender todo. Sus padres seguían discutiendo otra vez, a pesar de que prometieron no volver hacerlo.
Llegó hasta su cuarto y tomó la guitarra que le regaló su abuelo hace días atrás, en su octavo cumpleaños. Todavía no sabía bien los acordes para llegar a formar una melodía, pero era divertido fingir que podía hacer música con el simple rasgado de sus dedos por las cuerdas. Los gritos se intensificaron más, por lo que se paró del piso y cerró la puerta con seguro mientras ahora corría hacia su escritorio y sacaba la tablet que su papá le compró, reproduciendo las canciones para distraerse. Y así... Volvió a tomar su guitarra y fingió que al menos, al menos ello era una actividad divertida.
