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Es la primera vez que tenemos un caso así, doctor...

Si los métodos rigurosos siguen sin detener la hemorragia, procederemos a utilizar el tratamiento básico.

Luego de ello, silencio. Un molesto pitido resonando en las paredes por segundos era todo lo que le hacía compañía, negándose a abrir los ojos en consecuencia. Se estaba muy tranquilo en el vacío existencial en el que su conciencia se había sumido, dándole acceso a una sensación que le bloqueaba el paso a cualquier pensamiento que le pidiese a gritos despertar.

Una vocecita gentil comenzó a reproducirse en su cabeza, con susurros viniendo en olas que le hacían querer nadar contra la corriente y hallar al dueño de ésta, porque él era...

Él era la víctima 99.

Los pitidos en la máquina dispuesta a un costado empezaron a tornarse irregulares, cobrando rapidez cada vez más; el causante de ello se incorporó de golpe, sobreviniéndole un mareo que le hizo llevarse ambas manos a la cabeza.

Concentró su mirada en las sábanas que le cubrían, sin estarlas viendo realmente. Poco a poco, y recuperando la noción de todo a su alrededor, fue tomándole el peso a su situación.

Empezó por analizarse a sí mismo: sus antebrazos estaban cubiertos por vendas, limitándose hasta sus muñecas, y un suero le alimentaba desde su brazo izquierdo, aunque no le tomó demasiado asunto; estaba en un hospital, acababa de abrir los ojos y al mínimo intento de mover su cuerpo, un dolor atenazante le embargó simultáneamente.

─Dónde... ─Reigen se quitó las manos de la cabeza, dejándolas caer sobre su regazo y arrugando la tela de las sábanas producto de los recuerdos que se reproducían como una cinemática en su mente─. Dónde está... él?

«Es hora de dormir. Es hora de decirle adiós a este mundo, mi querida víctima número 99...»

El recuerdo de aquel aliento frío susurrando en su oído continuaba siendo fresco, sin dejar de lado el círculo carmesí que le rodeó previamente a ello; ahora mismo le hubiese gustado que sus memorias de ese momento fueran difusas, cosa que no pudiera sentir todo tan real, e inhumano a la vez...

Repentinamente se percató de que algo húmedo estaba empapando la zona de la ropa que cubría su pecho, y cuando quiso comprobar de qué se trataba -claramente confundido- un miedo similar al de esa ocasión le invadió hasta dejarle totalmente paralizado.

─...Sangre?─preguntó hacia la nada, tocándose la piel por debajo de la ropa, precisamente en donde su corazón se hallaba latiendo; la prueba irrefutable de que aquel líquido rojizo emanaba desde allí, le hizo proferir un grito de pánico y terror.

«Mi corazón... explotó! entonces... cómo es que sigo aquí?! yo... yo morí a manos de él, de esa cosa... estoy seguro... lo sé, lo sé porque lo vi, lo sentí!» se debatía Arataka a toda velocidad, ignorando por completo las palabras de la enfermera y del médico que llegó después. Le pedían que se calmara, que se estara quieto y que no pasaba nada, que enseguida tratarían su herida.

─Qué está pasando?! qué es... ─sus palabras perdieron la voluntad de darse a escuchar apenas le quitaron la ropa que tapaba su torso, dejando expuesta aquella cicatriz de considerable tamaño con forma de media luna ubicada por encima de la piel que cubría su corazón.

Era posible que eso fuera una hemorragia? no, más bien... qué clase de herida era esa? y por qué la sangre no dejaba de salir a borbotones?

Reigen no entendía nada, se sentía perdido, únicamente absorto en el pensamiento que le advertía ya por naturaleza «voy a morir!».

The Unforgiven | Mob Psycho 100Donde viven las historias. Descúbrelo ahora