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"Trastorno por estrés postraumático."

"Amnesia disociativa."

Aquellas eran las hipótesis que giraban en torno a la situación de Reigen, quien permanecía encerrado en una habitación y vigilado las veinticuatro horas del día.

Y no es como si él no hubiera escuchado lo que las personas decían afuera de su cuarto llegada la noche, cuando les hacía creer que dormía; comenzaban a considerarle como una especie de "psicópata" que fingía no acordarse de lo que hacía, mientras que la opinión variaba si tomaban en cuenta la primera opción, aunque no les parecía tan factible.

Adquirir otro comportamiento en donde se involucraban homicidios por lo sucedido hace seis años era descabellado en sí, ya que si en su caso fue testigo de cómo un grupo de personas murieron a sangre fría frente a sus ojos, no era nada lógico que Arataka quisiera repetirlo y ponerse en el mismo lugar que el asesino.

Por lo que si prontamente decidían asociarlo a la amnesia disociativa, el panorama ya no se vería para nada favorecedor. Y, por absurdo que parezca, Reigen en el fondo aún mantenía los impulsos de resistirse, ya que una cosa era ir a prisión por ser cómplice de un asesino y otra muy distinta era acabar encerrado en un psiquiátrico por delitos que él directamente no cometió.

El dilema era demostrar esto último, probar su inocencia de alguna manera y de paso hacer verídica sus propias palabras.

Tenía demasiadas cosas en la cabeza como para preocuparse de esos pequeños detalles que continuaba sin ver en sí mismo, unos desarrollándose más rápido que el resto.

Las ganas de dormir desde que pasó la primera noche confinado ahí no se manifestaron.

Su estómago no rugió de hambre en ningún momento, de hecho es como si cualquier alimento hubiese dejado de serle indispensable en su totalidad, aunque por supuesto que Reigen le halló una explicación más humana y banal en lugar de relacionarlo con algo fuera de lo habitual.

Por instantes, el recuerdo de haber dejado a Mob en el baño se cruzaba por su memoria, preguntándose sin muchas ilusiones qué sería de él ahora mismo, o si es que por algún extraño motivo se habrá vuelto a sumir en ese largo sueño.

Quizás -y sólo quizás- le preocupó saber que de ahora en más estaría solo.

El pensamiento de «por su culpa fue que acabé aquí» era mucho más imperativo en su cabeza, impidiéndole sentir cualquier emoción que se sobrepusiera al enfado y a la ira.

Por inercia se llevó una mano hacia donde antiguamente yacía la media luna en su piel, sintiendo como si algo a lo que no podía darle nombre se hubiera desligado de su cuerpo, dejando un vacío que a momentos no le sentaba del todo bien.

«Es porque había asumido que la cicatriz se quedaría siempre conmigo?» se cuestionó Reigen con una extraña melancolía, abrazándose a sí mismo posteriormente. De pronto tuvo la impresión de que un frío se hacía sitio entre esas cuadro paredes, congelándole la piel de paso.

Decidió levantarse, empezando a caminar de un lado a otro para así entrar en calor. De vez en cuando miraba hacia la puerta, la cual tenía una pequeña ventana cubierta con un material resistente a cualquier golpe.

Fue entonces que su cuerpo dejó de hacer cualquier movimiento, frenándole en el centro de su habitación. Ocurrió en un milisegundo, la advertencia de que algo bastante familiar se aproximaba en su dirección, mas podía estar seguro de que eso no se encontraba en los alrededores de donde sea que estuviera.

Aún.

Reigen no pudo sino más que entrar en pánico y dejarse arrastrar por el desasogiego que le sobrevino después. No tenía que ser adivino para saber lo que eventualmente sucedería, por lo que sin pensárselo demasiado, corrió hasta la puerta para hacer que su voz fuera todo lo que resonara por el pasillo.

The Unforgiven | Mob Psycho 100Donde viven las historias. Descúbrelo ahora