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Todo se visualizó como un sueño ante sus ojos, incluyendo el perder una de sus extremidades. Todo comienza a difuminarse dentro de una cinemática, perdiendo el color hasta volverse monocromo, escuchando de fondo una voz.

Su voz. Gritando debido a la agonía del momento.

Su cuerpo empieza a reaccionar por sí solo, previo a que Reigen abriera por fin los ojos; acto seguido, se incorpora exaltado, sintiendo el oxígeno en sus pulmones y cayendo en cuenta segundos después de que continuaba con vida.

Sus ojos se mantienen concentrados en la cortina que rodea por completo la camilla en la que está, dejándole oculto del exterior. Más pronto de lo que hubiese querido, se percata de lo temeroso que está de apartar la vista y observar directamente hacia su brazo supuestamente arrancado.

Mueve su mano izquierda tan solo un poco, sintiéndose algo entumecido sin saber por qué. Por un instante, vaciló; despacio pero con tiento -y una evidente duda- sus dedos se aferran a la piel vendada de su otro brazo, empalideciendo como respuesta natural.

Finalmente, Arataka desvía la vista, encontrándose con aquella extremidad que él mismo vio ser arrancada de su cuerpo, y aparentemente en perfecto estado.

Entonces, por qué la venda?

Sabía que la pregunta correcta no era esa, sin embargo Reigen temía averiguar cómo es que su brazo estaba intacto, como si nunca hubiese abandonado su cuerpo. Comenzó a sudar frío, con la impotencia de sus interrogantes sin respuestas acumulándose, una tras otra, dejándole siempre a la deriva y al responsable de todas éstas brillando por su maldita ausencia.

Nuevamente lo odiaba, y sin importar que él mismo se lo hubiera buscado. De entre los recuerdos que le cayeron como balde de agua fría en su cabeza, Arataka recordó de una forma realista el peso de Mob sobre su cuerpo, sus palabras llenas de un desprecio que sabía no tenía mucha relevancia; la mano de ese monstruo atajando con una fuerza sobrehumana su brazo, para luego despojarlo de su cuerpo como si no fuese nada, culminando todo en risas.

«Perdóname»

Entonces, a su memoria vino ese pequeño instante en donde todavía seguía consciente, escuchando el llanto de alguien a través de sus alucinaciones seguido de esa supuesta disculpa.

Reigen cerró sus ojos, llevándose una mano al rostro y convenciéndose de que aquello había sido imposible. No había manera de que Mob, ese monstruo estrafalario, pudiera haber pronunciado esa palabra y luego llorar, arrepintiéndose.

Había visto en primer plano su verdadera faceta, siendo víctima de sus instintos y comprobando lo miserable que era en comparación a él. En todo eso, no cabía la posibilidad de un "perdóname" y de lágrimas de un ser que no estaba vivo, y que por lo tanto no debería tener la capacidad de llorar.

Con ello en mente, se convenció de que todo había sido producto de las alucinaciones en ese momento.

Se dio unos minutos para examinar su brazo, hallando la aterradora razón de por qué estaba en su mayoría vendado, con la tela cubriendo incluso parte de su mano. Se preocupó al notar que conforme retiraba la venda, ningún dolor se hizo presente y tampoco salía sangre de donde imaginó quedaría otra marca más.

Así que, qué demonios era eso?

Sus pupilas se contrajeron al notar una cicatriz de considerable longitud abriéndose paso en su piel, aunque yacía cerrada de extremo a extremo, desde donde nacía la unión de su brazo con el hombro. Era como una especie de línea zigzagueante, como si alguien se hubiese desviado al momento de hacerle aquella herida, como dudando de qué dirección tomar.

The Unforgiven | Mob Psycho 100Donde viven las historias. Descúbrelo ahora