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Los días del siguiente mes, trajeron consigo el fin del principal martirio con el que Reigen tuvo que lidiar durante estos seis años.

La media luna en su pecho había dejado de sangrar, de hecho parecía estarse regenerando conforme el tiempo avanzaba.

Mob con suerte había salido de casa, limitándose a esperarle porque le había prohibido siquiera acercarse a la cocina; de igual modo, el azabache le había advertido que tuviera cuidado por donde andaba, ya que mientras la marca en su piel no desapareciera, él todavía podía sufrir posibles repercusiones.

Y ahora que no veía la necesidad de acompañarle a todos lados, la amenaza estaba clara: ante el mínimo descuido por parte de Reigen, Mob le haría sufrir de una forma u otra las consecuencias.

Aquel último día del mes, Arataka reparó en cierto detalle que venía pasando por alto al estar pendiente de ordenar cientos de casos de asesinatos o secuestros que no paraban de llegar: Serizawa ya no le dirigía la palabra, como si él simplemente ya no existiera, salvo por esas ocasiones en las que cruzaban miradas y la manera en que le veía reflejaba algo similar al miedo.

O como si le diera pavor el sólo hecho de estar en su mismo espacio.

Habría ocurrido algo y Reigen no estaba enterado? o es que acaso su actuar provenía de algo mucho más personal?

Arataka era consciente de que lo más sensato era acercarse y preguntarle directamente cuál era su problema, mas ahora inusualmente se lo topaba en el trabajo, siendo evitado casi al instante; estuvo tentado de preguntarle a los demás si es que había pasado algo con su compañero, o si es que alguien tenía alguna información, lo que fuera...

Entonces, la respuesta llegó por sí sola una noche a su departamento.

Hace unos minutos que Reigen y Mob habían terminado de comer, para luego acabar ambos en el balcón sumergidos en una amena conversación. Últimamente el azabache requería de distracciones que lograran oponerse a los cambios dentro de su cuerpo, ya que una sensación contradictoria amenazaba con hundirlo en su totalidad, exasperándole hasta cierto punto.

Algo le decía que no pusiera siquiera un pie fuera de ese lugar, mientras que sus viejos instintos aún luchaban por mantenerse a flote, demandando esas cantidades de sangre que desde que cayó dormido durante todo un mes no bebió, y que aún ahora no sentía ganas de beber.

No manifestaba esa sed propia de un monstruo como él llamando desde el fondo de su garganta, y el hambre ya no se asociaba como antes a un ser humano, sino que ahora debía saciarla como uno de ellos; por lo que si todo lo que Mob tenía para distraerse era Reigen, debería acudir a él sin dejar entrever una razón de por medio.

Y claro, Reigen no notaba nada en absoluto. A sus ojos, Mob lucía como siempre, con algún que otro cambio que mostraba esa faceta humana en él, pareciéndole igual de curiosa que la primera vez.

Todo comenzaba a volverse cotidiano sin que se dieran cuenta, con los problemas ocultándose en el mayor de los silencios y con el responsable de romper ese círculo tocando la puerta media hora después.

El único en voltearse fue Arataka, extrañado y preguntándose quién podría estar del otro lado en ese momento; hace mucho que ya nadie iba a visitarle, además. Mob aguardó en su puesto, sin prestarle demasiada atención a lo que estaba a punto de acontecer.

Reigen giró el pomo, descubriendo así a la persona que en esta ocasión le observaba de diferente forma. Amabilidad, parsimonia... era todo lo que se reflejaba en la expresión de su compañero, Serizawa.

─Buenas noches─inició éste saludando, con una tranquilidad poco habitual─. Lamento las molestias por venir a esta hora, necesito... hablar contigo.

The Unforgiven | Mob Psycho 100Donde viven las historias. Descúbrelo ahora