| 8 |

121 24 12
                                    

Reigen se removió sobre la cama por décima vez aquella noche. Ya no había ningún dolor atenazándole desde dentro, de hecho es como si todo se hubiera sumido en una paz repentina; qué es lo que tendría que hacer para mantener esa misma paz mientras dormía?

Desvió su mirada de la pared a la silueta silenciosa que parecía estarlo vigilando a la distancia, como si él tuviera alguna oportunidad de escapar de sus garras en caso de hacer el intento.

«Ahora sí va a matarme?» se preguntó Arataka entonces, con cierta obstinación y recelo.

─Ya dije que no puedo matar a alguien que ya está muerto─le reiteró Mob de forma tajante, perdiendo la paciencia por un instante; tarde se dio cuenta de que nuevamente había pasado, respondiendo a pensamientos que se supone no debería poder escuchar.

Reigen se reincorporó con la incredulidad reflejada en su rostro, esperando una obvia explicación a aquello; acaso él...?

─...No es muy difícil adivinar lo que estás pensando ahora mismo─repuso Mob de inmediato, tratando de permanecer sereno y no agitarse ante tan molesto descubrimiento─. Estás en alerta todo el tiempo, y eso es bueno después de todo; sigo siendo un asesino, y tú mi víctima.

Las dudas se dispersaron en la cabeza de Reigen, haciéndole suspirar con un alivio que le sabía incompleto. Todavía tenía muchas preguntas que hacerle, y dado que no obtendría las respuestas que quería -al menos no demasiado concisas- decidió soltarle una que desde la conversación del día anterior se había manifestado.

─Está de más decir que todo esto sigue siendo muy extraño para mí, casi surrealista─comenzó Arataka, siempre manteniendo la cautela tanto en su voz como en su postura─, pero eres... así desde nacimiento o...?

El azabache se cruzó de brazos, quitándole la vista de encima después de horas; no había esperado que el humano se interesara por su vida, o lo que hubiera detrás de ésta. El por qué de su condición.

Honestamente, no le gustaba traer de vuelta esos recuerdos ni mucho menos el momento en el que su existencia obtuvo un nuevo propósito.

─Nací siendo un humano, viviendo como alguien común y corriente hasta que mi tiempo se detuvo ipso facto─contestó Mob de mala gana, ganándose aún así la atención de Reigen─. Mi reacción en ese entonces resultó ser totalmente patética, sabes?─una risa llena de amargura brotó de sus labios─ aunque tampoco es como si dejara de doler...

Reigen creyó imaginar al azabache titubeando por escoger qué palabras usar a continuación, comprobando en silencio que detestaba profundamente verse débil; era comprensible, puesto que al ser un vampiro debía imponer autoridad y producir temor en los humanos.

No lucir débil y vulnerable al igual que ellos.

─El caso es, que todo se volvió chocante para mí ─y para él─, haciéndolo todo más problemático y haciéndome sentir a la vez fuera de lugar. Me tomó bastante tiempo asimilar la idea de lo que era y a costa de qué debería alimentarme; se podría decir que una vez que se me impuso la misión de las cien víctimas, mi muerte cobró un poco más de sentido.

En esos breves minutos hablando, Arataka sintió una especie de contradictoria compasión por el azabache, incluso sorprendiéndose a sí mismo imaginándose en su lugar. De pronto, sintió la incómoda obligación de responderle algo, cualquier cosa que no fuera un lo lamento.

─No querías ser convertido en esto realmente, supongo─apostilló a decir, desviando la mirada hacia sus manos débilmente aferradas a las sábanas─. Entonces... seguiste adelante sólo por esa misión? o había algo más de por medio?

The Unforgiven | Mob Psycho 100Donde viven las historias. Descúbrelo ahora