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Seis años de incertidumbre.

Seis años en los que trató de encontrar pistas acerca de ese acontecimiento, terminando siempre con las manos vacías. Lo peor era la sensación de estar avanzando en círculos, sin llegar nunca a nada certero.

El lugar de los hechos había sido clausurado meses después de que la investigación se diera por concluida, dejando por desgracia diversas dudas inconclusas. Nadie podía explicarse aquel exterminio colectivo, menos cuando el responsable no había dejado ningún indicio por el cual seguirle; es como si simplemente hubiera desaparecido de la faz de la Tierra.

Desde entonces Reigen trató de investigar por su cuenta, recurriendo a maneras no tan convencionales. Al final de cada día, la frustración volvía a sentirse pesada sobre él, preguntándose por qué no podía dar con el paradero de aquella cosa, de ese ser sanguinario que acabó con todos en tan solo un pestañeo.

Otro asunto con el que debía lidiar, era la herida en forma de media luna en su pecho. Algo le decía que estaría condenado a tener que tratar con el constante sangrado emanando de ésta, puesto que tampoco sufría alguna repercusión por perder sangre gradualmente.

Seguía sin tener una explicación, con varios por qué acumulándose con el paso de los meses.

Por qué tuvo que pasarle esto a él? por qué aquel ser no le había asesinado en ese momento, siendo que su corazón había cedido al ataque en cuestión de segundos? qué significaba aquella herida en su piel, que nunca parecía cicatrizar por completo?

Por qué esa sensación de que algo le faltaba no le dejaba respirar tranquilo? realmente encontraría la solución a todos esos dilemas en algún futuro? se vería capaz él mismo de poder lidiar con todo esto, y para siempre?

Aún después de seis años, las dudas e interrogantes continuaban amontonándose en la consternada cabeza de Arataka.

Lo único que había cambiado con el transcurso de los años, es que la intensidad con que la herida sangraba había disminuido, reduciéndose a una pequeña cantidad escurriendo desde una de las aberturas.

De algún modo lo agradecía, ya que tener que tratarse la herida todavía seguía sin ser una costumbre.

Por otro lado, su labor como policía había evolucionado desde que aceptó aquella oferta, subiendo de rango debido a su desempeño y la suspicacia para resolver distintos casos que se daban en ciertas ocasiones; ahora tenía su propia oficina dentro de la comisaría, teniendo su propio espacio para concentrarse y trabajar sin que nadie viniera a importunarle.

Por suerte, no había tenido que volver a presenciar nada similar a una matanza de semejante magnitud, tratándose solamente de casos aislados y comunes que no alcanzaban a trastornarle más de lo que ya estaba.

Una mañana en la que Reigen despertó, lo primero que hizo fue ir hacia el baño y verse la herida en el espejo, notando que no había ningún sangrado que tratar; por supuesto que se extrañó, aunque en parte le aliviaba no tener que perder quince minutos al día con ello.

Luego de estar listo y salir de casa, ese tirón por debajo de su piel volvió a hacer acto de presencia, apenas puso un pie afuera; intentó pasarlo por alto y actuar con normalidad, incluso cuando la intensidad de éste creció al entrar en la comisaría.

«No es nada... me tengo que acostumbrar» se mentalizó sin muchos ánimos, e intentando no hacer contacto visual con nadie para evitarse preguntas incómodas -en caso de que alguien allí notase algo extraño en él- pasó de largo hacia su oficina.

El tirón fue mucho más fuerte una vez que giró el pomo de la puerta, haciendo que un jadeo tanto de dolor como de sorpresa se escapara de sus labios... y entonces lo supo.

The Unforgiven | Mob Psycho 100Donde viven las historias. Descúbrelo ahora