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Reigen estuvo seguro de que aquella mañana empezaría siendo definitivamente del asco.

Primero: incontables llamadas de su superior.

Segundo: Sangre volviendo a emanar de la media luna en su pecho.

Tercero: Ninguna presencia maligna merodeando alrededor de su habitación.

Después de aceptar el hecho de que tendría que perder unos valiosos minutos de su tiempo suturándose nuevamente la herida, agarró su celular y pasó directamente a los mensajes de su colega en el trabajo; los de su superior no parecían muy alentadores a simple vista.

Sus pupilas se contrajeron ante la información que leía en la pantalla, saliendo de inmediato a la calle y dándose cuenta de que una importante aglomeración de gente se reunía en torno a una zona en particular.

Los murmullos fueron haciéndose cada vez más nítidos y aterradores en sus oídos, por lo que Arataka no tardó en apresurar el paso y encontrarse con la terrorífica escena.

Qué... qué es esto?

Algunos policías ya estaban ejerciendo su labor en el lugar, junto con quienes se encargaban de analizar los cuerpos y determinar la causa de muerte en cuestión; la confusión comenzaba a ser palpable conforme pasaban los segundos.

Nadie se imaginaba que Reigen era el único familiarizado con aquel panorama, dejándole sin habla por lo que pareció ser una eternidad.

Todo empeoró cuando se percató de una víctima un poco más pequeña que los demás, abrazada a sus rodillas y viva; sus ojos se hallaban abstraídos, perdidos en un punto ciego de la pared contigua. De lejos, Reigen veía cómo los paramédicos intentaban moverla, hacer que se pusiera en pie y caminara, sin embargo la pequeña hacía caso omiso de cualquier cosa que le estuvieran diciendo.

El olor que inundaba una parte exacta del callejón era casi imposible de soportar, haciendo de todo el asunto algo mucho más grotesco.

─Según nos han dicho los residentes cercanos a la zona, todo inició con gritos entrecortados─Reigen escuchó la voz de Serizawa a su lado, aunque apenas se molestó en desviar su mirada hacia él─. Quienquiera que sea el asesino, de alguna forma se apiadó de la niña...

Arataka le otorgó un asentimiento leve, preguntándose por qué Mob se detendría ante una infante; además de estarle odiando más que nunca ahora mismo, se cuestionaba por qué la habría dejado viva. Habrá sido por compasión? o porque el resto de víctimas bastaron para saciarle el apetito?

En el fondo, no estaba muy seguro de querer averiguar la respuesta.

El ajetreo y la conmoción del "incidente" intensificó el trabajo de la policía, sobre todo porque volvía a estar relacionado con el asesinato colectivo de hace seis años atrás; especulaciones tales como "el asesino está cerca" o "el asesino jamás se fue, siempre ha estado entre nosotros" comenzaron a esparcirse de forma que toda la ciudad acabó atemorizada ante la idea de ser los próximos en morir.

Una vez que Arataka estuvo en la privacidad de su hogar, supo que las cosas no terminaban ahí. A paso lento se dirigió a su habitación, encontrándose con una figura diminuta situada en el marco de su ventana, observando hacia el exterior.

De acuerdo, cómo debería iniciar? de todas las palabras que se acumulaban en su garganta, pocas eran las que se atrevía a expresar a viva voz; por la expresión reflejada en el pálido rostro de Mob, percibió que no estaba de muy buen humor, dudando seriamente acerca de si preguntarle la razón o no.

─Según he escuchado, tener miedo es de humanos─la inexpresividad en su modo de hablar le dejó saber a Reigen que debería andarse con cautela a partir de ese momento─. No es así?

The Unforgiven | Mob Psycho 100Donde viven las historias. Descúbrelo ahora