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Mayo 11, 2020.
Seattle, Washington.
Narra María José Garzón.

Me mire el espejo por última vez antes de salir de la habitación, Leo era el único sentado en la cocina esperando a que dos chicas estuvieran listas.

–No creo estar lista para esto.– dije apenas llegué al lado del chico.

–¿El discurso?

–Sí... La organizadora quiere que vuelva a decirlo, aunque cambié algunas palabras; y esta vez no omití las cosas que había evitado mencionar en la ceremonia de esta mañana.

–Lo harás bien.

–Tengo la sensación que estoy despidiéndome de todos... Como si fuera a morir.– reí suavemente, Leo me abrazó.

–Eso es porque te estás despidiendo de algo que no quieres dejar.

–Leo, ¿puedo confesarte algo?– dije sin despegarme del abrazo.

–Lo sé, sé que es lo que quieres decirme... Pero puedes decirlo.

–Creo que cometí un error muy grande...– mi voz se cortó y él se separó, las yemas de sus dedos se posaron debajo de mis ojos para intentar atrapar las lágrimas que habían escapado.

–Estarás bien. Ya sabes eso que dicen "de los errores se aprende"...– y antes de que siguiera hablando las hermanas Calle aparecieron frente a nosotros.

*    *    *

La música se detuvo y la organizadora del baile de graduación subió al escenario. –Chicos, ¡Nos hemos graduado!– ella celebró haciendo que todos gritaran. –Y como soy una fanática de las palabras lindas y alentadoras, quiero invitar a Majo Garzón al escenario para que nos dedique nuevamente su speech.– los aplausos comenzaron, y con ayuda de un compañero del grupo de canto, subí las pequeñas escaleras.

–Hola a todos, probablemente es extraño que una chica de intercambio diga este discurso, pero... Aquí estoy.– reí con nerviosismo. –A decir verdad, he olvidado el discurso de la ceremonia.– comencé a caminar por el escenario mirando a cada uno de los presentes. –Pero quiero decirles una frase que leí hace poco, y es que "Algunos sueños se cumplen, otros se mantienen como deseos lejanos."

“Cuando decidí entrar al proceso de intercambio escolar fue para cumplir uno de mis sueños. Había leído mucho de las experiencias en chicos universitarios, pero jamás de chicos que están en su último año del instituto.
Así que la experiencia sería nueva y sin una guía para sobrevivir durante 365 días lejos de mis amigas y familia.

Aún así, me atreví a dejarme llevar; hice cosas que probablemente no habría hecho viviendo con mis padres, mentí un poco y mantuve mis vídeos semanales en YouTube.
Se había convertido en una especie de diario semanal y covers de mis canciones favoritas o de moda.

Conocí a personas que me enseñaron las cosas buenas y las malas de vida; conocí el amor en donde pensé que no lo encontraría y sufrí de un corazón roto apenas tenía seis meses en la ciudad.

Pero todo valió la pena.
El año que estuve (aquí) en Seattle fue uno de los mejores años de mi vida. Fue diferente y eso lo hizo inolvidable.”

–Fui feliz durante un año, y aunque me equivoqué, estoy segura que de los errores se aprende... Así que, lo único que puedo decirles es que se arriesguen; que den el primer paso si es necesario, que no tengan miedo de ser rechazados, de fallar. Porque ustedes pueden intentarlo infinitas veces si es que realmente lo desean, porque está en tí y no en los demás la decisión de ser feliz, de reinventarte, de luchar.– dejé que mi vista se posara en Johanna, quien sostenía un vaso rojo. –Sólo quiero decirles que no se rindan, que se dejen llevar, que sean responsables, honestos y respetuosos. Que cumplan sus sueños, y que espero encontrarlos en un futuro.– terminé de hablar y los aplausos comenzaron.

Un año; CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora