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Abril 18, 2020. [00:29]
Seattle, Washington.
Narra María José Garzón.

Abrí la puerta de mi habitación y entré, estaba un poco cansada, Alex apenas se había quedado dormido mientras jugábamos en su Xbox. La casa estaba silenciosa, pues los señores Calle aún estaban en el hospital, Johanna había salido con Leo, y Calle con sus amigos.

Hablar con Calle horas atrás me había sentado bien, es decir, había hablado de un futuro incierto y un pasado confuso. Parecía que ella pedía otra oportunidad para hacer las cosas bien y con calma; aún así ella entendió la razón por la cuál decidí tomar distancia con ella, pero insistía en mantenerse a mi lado.

Hacía todo lo posible por mantenerse ahí, cuidando que nadie me hiciera daño y a su vez, dándome la oportunidad de vivir lo que no podría vivir en un par de meses más.

Apagué las luces y me senté frente al escritorio, mi vuelo de regreso a Bogotá estaba listo, y aunque ahora no sabía si detener el tiempo y permanecer en Seattle un poco más, me hacía ilusión ver a mi familia luego de 12 meses.

Necesitaba una señal.

Abrí Spotify y dejé que OneRepublic comenzara a cantar; la puerta de mi habitación se abrió y la silueta de Calle se miró completamente cuando ella abrió la puerta.

–Esta tarde, pensaba en decirte lo mucho que te amo...– me quedé paralizada en mi lugar al escuchar aquello. –Cuando estábamos en New York quise decirlo, pero iba a parecer que lo decía por compromiso, entonces decidí callar.– continuó, ella continuaba bajo el marco de la puerta.

–Calle...– intenté detenerla, pero me interrumpió.

–No, déjame hablar ahora que tengo el valor para hacerlo.– su voz se rompió un poco causando que mi corazón se apretara. –La mañana siguiente escuché que "Samuel" había vuelto y eso causó tremenda desconfianza en mí porque tu voz sonaba feliz, y aunque no tengo idea de quién es ese chico me sentía celosa de él.

–Calle...

–No. No hables.– volvió a interrumpirme. Me levanté de la silla y comencé a caminar hasta la puerta. –Luego me di cuenta que si te perdí sin tenerte completamente y aunque prometí no alejarme de ti, incluso luego de que subas a ese avión, me dolía escucharte hablar con él, y...

–¡Mierda, Calle, cállate!– grité y rompí la distancia entre ambas. Olía a hierba, alcohol, mentas y su perfume de Chanel. Ella me miró a los ojos esbozando una pequeña sonrisa. –También te amo.– susurré muy cerca. –Pero lo nuestro no puede ser.– mi voz se quebró y su sonrisa también.

–¿Puedo intentarlo? Sólo una última vez...– su mano fría tocó mi mejilla causando que mi piel se erizara.

Como si fuera una señal, OneRepublic comenzó a cantar Let's Hurts Tonight mis líneas favoritas de la canción: “Dicen que el amor es dolor, bueno cariño, lastimemos esta noche”.

Las chicas habían dicho que debía aprovechar el tiempo para hacer lo que no podía hacer en Bogotá.

Así que me acerqué a ella y deje que mis manos descansaran sobre sus hombros, ¿qué más podía perder? Sin pensarlo mucho deje que mis manos subieran a su cuello y posteriormente una a su mejilla, la acerqué lentamente a mí y dejé que mis ojos se cerraran cuando nuestros labios se juntaron. No sabía con exactitud que quería para el futuro, pero justo en este momento necesitaba que Calle me tocara como siempre lo había hecho.

Sus manos tomaron mi cintura causando que la piel de esa zona se erizara, y mientras nuestras lenguas danzaban la tomé del cuello de su blusa y la hice entrar a mi habitación. Su espalda chocó contra la puerta de mi armario y sus manos bajaron hasta mi trasero, me separé intentando tomar aire y ella aprovechó para cambiar las posiciones de nuestras cuerpos; ahora era yo la que tenía la espalda contra el armario.

Su mano derecha estaba en mi rostro y la izquierda acariciaba mi cintura, sus labios dejaban besos a lo largo y ancho de mi cuello y de vez en cuando succionaba o mordía. Mi respiración no se había recuperado. Gemí cuando su rodilla tocó entre medio de mis piernas.

Tomé sus hombros para separarla de mí, me saqué la blusa del pijama y la dejé caer al piso, hice lo mismo con la de ella y dejé que mis manos bajaran por sus pechos hasta su vientre.

Nuestros besos parecían ansiosos, en busca de algo más que pasión, como si en cada uno de ellos afirmaramos algo que no podía ser: nos amábamos, estaba segura de eso.

Mi pecho sintió el frío de la madera del armario y mis manos se mantenían contra está, mis labios probablemente sangrarían dentro de poco, pero el placer de tenerla de rodillas detrás de mí, era mayor.

La música estaba en un volumen bajo, aún así podía escuchar como la canción estaba en modo repeat después de veinticinco minutos.
Mi respiración era inestable y mi mejilla estaba contra las sábanas de mi cama, una de mis manos estaba contra el colchón y la otra se enlazaba con la de Calle.

–¡Oh, por Dios...!– susurré contra el colchón sintiendo como mi cuerpo se estremecía, segundos después me dejé caer completamente en la suave base.

Desperté cuando la voz de Mafe se escuchó del otro lado de la puerta, las cortinas estaban cerradas y yo estaba sola y desnuda sobre la cama.

–Un segundo, estoy cambiándome.– dije, luego de que ella se alejó de la puerta dejé que mi rostro se hundiera nuevamente en la almohada.

No iba a llorar por estar sola, no lo haría porque Calle no me debía nada. Había entendido lo que quería, y al parecer ella también.

Lo hizo cuando aceptó que saliera con un chico del colegio; y no es que necesitara su autorización, pero era la que me llevaba de un lado a otro cuando lo necesitaba. Y por muy feo que sonara aquello, al parecer no le molestaba ser "mi niñera".

Aún así fue un poco incómodo las siguientes dos semanas, cuando Marcus, el chico en cuestión; buscaba una relación seria que yo no podía darle. Mucho menos cuando había salido un par de veces con Natti, una chica que conocí en una cafetería del centro de Seattle. Así que le dejé en claro a Marcus: no estoy lista para las relaciones.

–Te has convertido en una pequeña versión de Daniela Calle que todos odiamos.– Samantha aclaró mientras preparaba una mezcla de vodka con jugo de arándanos. –Lo cuál es bueno y malo, porque disfrutas tus últimas semanas y porque puedes coger con quién tú quieras.

–Como si tú no lo hicieras.– dije. –Además no he tenido sexo con nadie, excepto con Calle.

–¿Entonces que haces con tus citas?

–Sólo conocerlas.

–¡Majo! Debes de tener un buen sexo cuando tienes citas que consigues en esas apps.

–Calle la descargó para mí.– dije tomando el vaso que me ofrecía, lo olí y luego dejé que el líquido entrara a mi boca.

–Lo sé. Cuando nos dijo que lo había hecho... ¡Hubieras visto la cara de todos! Probablemente el rostro de Ariana era el que daba más risa.– Samantha hizo una muñeca antes de cambiar los vasos conmigo. El que ella había tomado era el que tenía menos alcohol, y era el que me pertenecía. –Es que eso apenas a ella se le ocurre, es un poco... Pendeja.

Reí, tenía un poco de razón.

Había comenzado la cuenta regresiva. Cincuenta y tres días y volvía a casa.
Cincuenta y tres días y dejaría de ver a la familia Calle.
Cincuenta y tres días y volvería a mi realidad.



¿Estaba lista para esto?

¿Estaba lista para ser la misma de antes?

Un año; CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora