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Noviembre 10, 2019.
Seattle, Washington.
Narra María José Garzón.

Había dormido poco, apenas unas dos horas. Johanna estaba durmiendo en mi cama con la misma ropa de la noche anterior. Los señores Calle y Alex habían salido al club de golf así que estábamos solas.

Anoche pasé llorando dos horas llorando y lamentándome y los últimos minutos la pasé convenciendo a Johanna que no se molestara con Leo. Él no tenía la culpa, si bien, sabía cuál era la verdadera intención de Daniela; ellos me habían advertido.

Siendo sincera, no me molestaba con ninguno de los chicos; a pesar de que ellos formaban parte de esa tonta apuesta, la única que me hacía enfurecer era Daniela Calle. Ella era la única culpable de lo mal que yo me sentía; bueno, ella y yo.

Las siguientes horas las pasé mirando el armario, cuando Johanna se despertó fue a su habitación para ducharse y comenzar el domingo; visitaría a la abuela de la familia como cada fin de semana.
Estaba vez no tenía el humor y las ganas de salir de la habitación, Mafe se había preocupado al igual que su esposo; mis excusas parecieron buenas pues no insistieron.

Cómo si fuera poco, mi cerebro revivía cada día pasado desde que llegué a la ciudad, habían pasado apenas 4 meses y todo se había venido abajo. ¿En qué demonios estaba pensando al imaginarme un futuro al lado de una chica?

Me senté en la cama y tomé el móvil, apenas eran las 16:49 horas y yo no había comido nada. Abracé mis rodillas y coloqué mi rostro sobre ellas, Give you what you like fue la primera canción que comenzó apenas aplaste el botón de aleatorio.

Una lágrima solitaria bajó haciéndome saber que había escuchado la canción durante veinticinco minutos.

Cuando decidí venir a Seattle, me imaginé los caminos posibles que podía elegir durante trescientos sesenta y cinco días; y en uno estaba la opción de enamorarme y que me rompieran el corazón. La solución era una: llorar hasta el cansancio, así fuera una hora o un mes. Y luego, seguir con mi vida.

El objetivo del intercambio era aprender, conocer y divertirme.

Relajé mi cuerpo y me dejé caer en la cama otra vez, mi estómago rugió y finalmente cedí a sus peticiones. Estaba sola, así que tenía la oportunidad de grabar un par de canciones para subir a mi canal. Avril Lavigne se encontraba en la lista junto a Sam Smith y Adele.

Cogí una muda de ropa abrigada y mi toalla.

La ducha fue más larga de lo acostumbrado, mis ojos se miraban hinchados y mis ojeras eran notorias. Los vídeos que grabaría hoy, sin duda serían de diferentes ángulos; me coloqué mi saco blanco y me puse las pantuflas amarillas.

Salí a la cocina llevando los auriculares con la música en el volúmen máximo, comencé a sacar lo necesario para prepararme un sándwich; cuando terminé de cortar el tómate levanté la mirada y me encontré con Daniela mirándome desde la esquina de la pared que dividía la cocina de las escaleras.

Me saqué un auricular cuando la miré articulando algo.  –¿Qué decías?– pregunté sin ánimo.

–Sólo buenas tardes.– pasó por mi lado hasta llegar a la alacena y tomar un vaso. –¿Qué tal anoche? Lo siento por desaparecer así, pero mamá tuvo que salir de emergencia y no quería dejar a Alex solo.

–¿Quieres un sándwich?– pregunté, deseaba que se negara como al principio.

–Claro.– dijo sonriente. Se acomodó en la barra frente a mí. –¿Qué pasó luego que me fui? Lo último que recuerdo es tú besándote con Rose.

Un año; CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora