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Julio 18, 2020.
Seattle, Washington.
María José Garzón.

El reloj marcaba exactamente las 00:02 horas, Calle estaba sentada en el asiento del piloto y yo enseguida.

Habíamos salido desde muy temprano en la mañana para recorrer la ciudad por última vez; habíamos ido a nuestro restaurante de pizzas favorito, fuimos a una tienda de fotografía para imprimir fotos de mis 364 días en la ciudad.

La caja estaba llena de Polaroids; fotos junto a ella, Alex, Jo, los señores Calle, los amigos de Calle, en mi cumpleaños, en el suyo, nuestro primer beso, New York, Malibú, Oregon... Había de todo.

No quería llorar, pero mi garganta ya dolía de tanto aguantar las lágrimas.

–Te voy a echar de menos...– susurré sin dejar de ver al frente. –Voy a extrañar escucharte cada mañana, cada día. Voy a extrañar cantar para ti y los chicos; te juro que no sentí esto cuando me despedía de todos en Bogotá.– reí limpiando mis lágrimas.

–¿Te divertiste aquí?– Calle habló, sus piernas estaban dobladas sobre el asiento.

–Demasiado.– respondí sin pensar. –Creéme cuando te digo que me llevo los mejores recuerdos de esta ciudad.

–¿Cómo es que el tiempo pasa tan rápido?– la miré, el cigarrillo en su mano se consumía solo.

–Para mis padres el tiempo pasó lento, para nosotras parecía algo acelerado, dónde sentía que debía aprovechar hasta el último segundo del día para guardar en mi memoria.

–¿Qué harás cuando llegues allá?

–Voy a tomarme un semestre sin universidad mientras arreglo la validación de mi certificado, luego de eso aplicaré para estudiar negocios y después de ahí... No sé, trabajar en una empresa y luego de eso espero viajar.

–Son muy buenos planes.– la escuché decir.

–¿Qué harás tú?

–En agosto me iré a California de intercambio, luego de eso me concentraré al 100% en mi carrera... Luego de graduarme iré a New York, creo que es un buen lugar para desarrollarme.

–Son muy buenos planes.– la imité y ella rió.

–¿Seguiremos habalndo luego de que te subas a ese avión?

–Siempre y cuando ambas estemos de acuerdo.– respondí con sinceridad. –¿Crees que nos volveremos a encontrar?

–Si el destino lo quiere así, volveremos a coincidir.– su mano fue directo a la mía y la apretó. –Nunca me han gustado las despedidas... Mucho menos cuando se que el "para siempre" ha llegado a su final.

–Nunca me prometiste un para siempre.– la miré, nuevamente iba a llorar.

–Nunca te lo dije, pero en el fondo, buscaba un "siempre" junto a ti.

–No nos olvides.– Johanna susurró en mi oído, no podía soltarla, incluso cuando ya llamaban a los pasajeros de mi avión.

–No me olvides.– respondí. –Y prométeme que seré la madrina de tu primer hijo.– le estiré el meñique y ella lo tomó.

Miré a Alex, quien no había dejado de llorar en el viaje al aeropuerto. Calle lo tomaba del hombro, los señores Calle no habían llegado a tiempo a casa, y probablemente no podría despedirme de ellos.

Pero estaba agradecida con ellos por la oportunidad de vivir en su casa por tanto tiempo.

–Ven aquí pequeño.– dije separándome de Jo, el niño de apenas 10 años me abrazó con fuerza. –Sabes que puedes llamarme siempre, estaré para ti a cualquier hora del día y... Si no tienes con quien cantar, puedes llamarme por Skype para cantar tus canciones favoritas.– dejé un beso en su mejilla antes de volver a abrazarlo. –Y recuerda, no dejes de soñar y luchar por lo que eres.

–Espero verte pronto, Majo.

Miré hacia donde Calle estaba, fingía revisar algo en su móvil. Por tercera vez, avisaron que el vuelo saldría pronto.

Caminé hasta Daniela y la abracé con fuerza sin esperar una respuesta; mis brazos se habían aferrado a su cintura, y no me importaba si aquello llegaba a incomodarle. Inhale con lentitud, quería guardar su aroma en mi cerebro.

–Ha sido el "para siempre" más corto que he vivido.– susurré, me separé y dejé que mis manos tomaran su rostro. –Pero sin duda ha sido el que más me ha marcado. Eres ese antes y después que buscaba.

–Te voy a extrañar, Poché.– Susurró, acomodó mi cabello detrás de mi oreja y dejó un beso en mi frente.

–Te voy a extrañar, Calle.– respondí, dejé un beso en su mejilla y me alejé.

Cargué mi maleta y comencé a caminar sin mirar atrás, quería llorar y sólo esperaba el momento de despegar en el avión para llorar y sacar todos los sentimientos encontrados que está despedida había ocasionado.

–¡Majo!– la voz del señor Germán se escuchó y miré atrás. –Espera...– agregó mientras se detenía y colocaba una mano en su pecho. Me quedé parada mirando como él y la señora Calle corrían hasta donde estaba.

–¿Pensabas que te irías sin despedirte de nosotros?– María Fernanda dijo con su voz agitada. –Sólo queremos agradecerte por traer luz a nuestras vidas, por amar a nuestros hijos de forma única y sembrar una buena semilla en nuestro pequeño.– Mafe me abrazó con fuerza y luego dejó un beso en mi mejilla, había hablado en español, como rara vez hacía.

Estamos orgullosos de ti, hija.– Germán comenzó. –Y esperamos volver a encontrarnos contigo antes de que seamos ancianos y olvidemos nuestros nombres.– abracé a Germán con la misma fuerza que él. –Adelante, un avión te espera; tu familia te espera.

Miré hacia donde los tres hijos de Mafe y Germán estaban, Calle sonreía suavemente mientras abrazaba a sus dos hermanos.

*  *  *

El siguiente año fue diferente, había comenzado a trabajar en una librería para poder sustentar mis gustos. Había conocido a buenas personas y había entrado a la universidad; las cosas con Daniela Calle no habían funcionado, aunque lo hablamos semanas después de que yo volví a Colombia.

Su ausencia ya no dolía tanto, no dejé de cantar; iba a la plaza de la ciudad para cantar frente a desconocidos.

El contacto con Johanna se había disminuido debido a que nuestros tiempos libres no coincidían nunca; pero nunca dejamos de hablar.

“Hola, bienvenidos nuevamente a este canal.
Como cada viernes, no me queda más que agradecerles por formar parte de esta comunidad que aprecio tanto... Esta canción la escuché hace un año con una persona que cambió mi vida. Y creo que es el momento de cerrar un ciclo que ya no puede seguir.
Esto es Forever de Lewis Capaldi.”

Y cómo siempre, mientras cantaba recordaba a Daniela Calle. Siempre sería como una musa para mí, era la que siempre aparecía en mi mente cuando me sentía bien, cuando me sentía melancólica y cuando buscaba a alguien para hablar de mi día; aunque esto último no podía ser.

Y mientras el cover se subía a mi canal, quité una a una las fotografías que aún colgaban en mi habitación; cerrar el ciclo significaba no ver a los partícipes de él.

Así que, en una caja de cartón, dejé cada una de las fotografías dónde aparecían las personas que había conocido en Seattle.

Se había sido el mejor año, había sido la mejor aventura; en un año, había hecho lo que no hice en toda mi vida, fue arriesgada, fui plenamente feliz y me sentí amada.

Y estaba lista para dejar esos recuerdos atrás, estaba lista para comenzar de nuevo.

Un año; CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora