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Diciembre 31, 2019.
New York City.
Narra Daniela Calle.

La ciudad de mis sueños estaba frente a mí, el fin de año había llegado y yo estaba bajando del avión a las 00:23 de la madrugada. Johanna me miró esbozando una sonrisa enorme mientras tomaba la mano de Leo.

La casa que habíamos rentado por Airbnb estaba lista para nosotros. Siete habitaciones, céntrica y con un jardín enorme; todos fuimos a dormir en parejas con la promesa que mañana sería un día largo y divertido. Existía un itinerario, los lugares que queríamos visitar estaban acomodados de forma que podíamos ver cada lugar antes de que las 22:00 horas llegaran, había una reservación para nuestra cena de año nuevo en un restaurante de lujo.

Dormir seis horas era suficiente para mí, aún más cuando New York me esperaba afuera.
Poché estaba a mi lado durmiendo plácidamente mientras Axel comenzaba a sonar en mi móvil en un volumen casi inaudible; cuando más joven, mi padre le había dedicado esta canción a mi madre.

Parecía irreal como el amor de ellos seguía intacto a pesar de los miles de problemas por los que habíamos pasado.

El ruido al otro lado de la habitación hizo que me levantara. Al salir, Ariana estaba yendo a las escaleras.

–¿Qué haces despierta tan temprano?– pregunté en un susurro. Ella volteó su rostro antes de sonreír y extender su mano.

Caminé hasta donde estaba y tomé su mano para bajar las escaleras.

–Fui al mercado, hay uno muy cerca de aquí y he traído lo básico para desayunar y almorzar.– ella mencionó, entramos a la cocina. –Todos estaban dormidos y no quise molestar a nadie.

–¿Y que vas a prepararme?– mencioné mientras me sentaba sobre la isla.

–¿Quieres recordar los viejos tiempos?– cuestionó ella, a lo que yo asentí.

A pesar de lo pasado en los últimos meses, la conexión que existía entre Ari y yo era irreversible, pero no era la misma conexión que había con Leo o Sam, era diferente, pero igual de bonita.

Mientras ella preparaba unos huevos revueltos y malteadas para las dos, yo cantaba alguna canción francesa irreconocible. Ariana se burlaba de ello, pues si francés era casi perfecto.

–Había extrañado esto.– reconocí mientras extendía mis brazos hacia ella. Quien no dudó en acercarse. –Es decir, siempre existe química entre ambas y...

–Te estaré esperando.– interrumpió ella, sonreí suavemente.

Mi mano fue hacia su rostro cálido, moví el pequeño mechón de cabello que siempre salía del amarre detrás de su cabeza. Mi mano acarició su mejilla hasta que escuchamos como alguien carraspeaba en la entrada de la cocina.

Ariana asomó la cabeza por un lado de mi cuerpo antes de separarse. –He preparado el desayuno, ¿se quedan con nosotras?

Leo y Johanna asintieron, miré a mi hermana antes de bajarme de la isla y caminar hasta el lavaplatos.

La mañana se fue lento, poco a poco se incorporaban todos hasta que estábamos sentados juntos en el living de aquella gran casa. El reloj marcaba las 11:38 cuando decidimos que era hora de salir.

La nueva caía en toda la ciudad haciéndola más hermosa, teníamos que viajar en metro, así que llegamos ahí para ir hasta la ciudad.

Estaba fascinada, parecía un sueño, las personas iban y venían como en las películas, cada quien inmerso en su mundo, pensando sabe que tantas cosas y haciéndonos partícipes del paisaje.

Un año; CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora