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Mayo 08, 2020.
Seattle, Washington.
Narra Daniela Calle.

Cuando estamos dispuestos a dejar ir, es cuando las personas que nos rodean parecen tener un papel importante en nuestras vidas.

Justo lo descubrí hace unos días, cuando Maia no seguía siendo la chica que me escuchaba hablar de Poché, sino aquella que me preguntaba cosas simples, que me hacía reír y que, últimamente, no podía sacar de mi cabeza.

Maia Campbell había sido mi compañera desde mi primer día de universidad, sólo que nuestro grupo de amigos llegaba a ser muy diferente. Y aunque había trabajado con ella un par de veces, nunca me había preocupado por conocerla un poco más.

Hasta que a ambas nos rompieron el corazón y terminamos bebiendo en un bar frente a la universidad a las tres de la tarde. Eso había sido en febrero, una semana después de San Valentín.

Desde esa tarde, luego de llevarla a casa y hablar sobre nuestro amor a Arctic Monkeys y The 1975, nos volvimos buenas amigas.

Maia Campbell rondaba mi cabeza los últimos días, luego de besarla en el elevador luego de salir de nuestra última clase del día.

Terminé en su casa, desnuda y sin sentimientos de culpa.

–No te estoy pidiendo una relación, Dan. No tienes que preocuparte.– dijo mirándome con seriedad. –Creo que fue la pasión del momento la que nos llevó a hacer eso y... Sé que estás enamorada de otra chica.

–Estaba...– aclaré, ella me miró con una sonrisa mientras negaba. –Lo digo de verdad. No puedo estar enamorada de alguien que ya me ha sacado de su vida, además ya he pasado por el "capítulo de duelo"– hice comillas en el aire y ella rió.

–¿Crees que podamos llegar a algo?– preguntó de repente.

Asentí.

–Tiempo al tiempo, ¿no?– ella sonrió antes de seguir escribiendo en su portátil.

Días después de nuestra plática, la graduación de mi hermana y Poché estaba a dos días. Y aunque Leo y yo no formábamos parte del colegio, teníamos una prom a la cual asistir.

–Te pareces al príncipe Erick pero en una versión masculina.– dije mientras yo intentaba subir el cierre de mi vestido.

–¿Estás diciendo que...

–El príncipe Erick lucía femenino, no me digas que no.

Luego de medirme siete vestidos, decidí que el primero era el mejor. Obviamente, Leo se molestó por eso, pero al final terminamos cenando en Carl's Jr.

–¿Cómo van las cosas con Jo?– pregunté por curiosidad.

–Hemos hablado sobre casarnos...– comencé a toser escandalosamente mientras golpeaba mi pecho. Leo comenzó a reír, me ofreció mi vaso de refresco y lo tomé, cuando me calmé él siguió hablando. –En un futuro, ya que ella termine de estudiar, cuando estemos seguros que es el momento adecuado.

–Idiota, podías haber comenzado con eso.– él rió negando. –Me he dado un susto imaginando que mi hermana podría estar embarazada.

–Bueno, no eres la única que toma sus medidas.– se burló. –Nos cuidamos, me cuido, la cuido.– se encogió de hombros. –¿Cómo estás con Maia?

Suspiré antes de dejar la hamburguesa sobre el plato y lo miré con una sonrisa. –Estamos yendo lento, ambas tenemos pocos meses de solteras; o más bien, ella tiene poco tiempo de soltera, y le gusta ir lento.– aclaré. –Me gusta ir lento con ella, la estoy conociendo poco a poco, lo que me sorprende es que tenemos más en común de lo que parece.

Un año; CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora