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Diciembre 15, 2019.
Seattle, Washington.
Narra María José Garzón.

El reloj marcaba las 03:43 de la madrugada, Alex se había dormido en el sofá mientras mirábamos películas; Jo había salido a cenar con sus mejores amigas y había vuelto antes de la medianoche, los señores Calle estaban en el hospital. Y Calle... Bueno, ella había salido con su grupo de amigos, como siempre hacían por lo menos una vez al mes.

Subí a Alex a su habitación en los brazos, dormía tan tranquilo que me hacía recordar las veces en que llevaba a Vale a la cama. A pesar de que hablábamos todos los días, le echaba de menos; estaba acostumbrada a ella que a veces sentía muy fuerte su ausencia.

Estaba a siete meses de verla de nuevo, y no sabía si eso era bueno o malo.

La habitación de Calle estaba entreabierta, así que luego de dejar a Alex sobre su cama y pasar por la habitación de Jo; entré. Sobre su cama estaba los cigarrillos que fumaba casi siempre y mi guitarra. Tomé ambos junto al encendedor salí a la terraza que había frente a su habitación.

Dejé mi móvil sobre la pequeña mesa de madera y me senté en el pequeño sillón, el frío golpeaba mi rostro, pero podía aguantarlo. La oscuridad del jardín causaba paz en mí mientras las estrellas brillaban en lo alto del cielo.

Cuando Calle no estaba a mi lado, siempre me preguntaba la razón de por qué le di otra oportunidad, es decir, había roto mi corazón, había sido parte de una apuesta y yo sólo la había perdonado en menos de un mes.
Una parte de mí aseguraba que en verdad se merecía otra oportunidad, la segunda decía que era para hacer más intensos los días en Seattle y la última buscaba una forma de vengarse; pero yo no era así, no podía hacerle daño a las personas por más rencor que podría tenerles.

Comencé a rasgar las cuerdas de la guitarra sin sentido alguno mientras pensaba en mi vida antes de venir a este intercambio. Probablemente ahora estaría durmiendo al lado de Vale debido a nuestras noches de maratón de películas de Disney, saldría con las chicas por las tardes unas cuatro veces por semana, iría con mis padres a la iglesia y ayudaría a mamá a los quehaceres de la casa, grabaría mis covers en el parque de enfrente o en la habitación de mis padres.

Por otro lado, estaría asustada por todo lo que comenzaba a descubrir de mí; Pol seguiría insistiendo en que saliera con él y yo sólo me negaría con alguna estúpida excusa, y probablemente no me hubieran roto y arreglado el corazón en menos de un mes.

-Desde el cielo todo es más bonito...- comencé a cantar mientras recordaba la primera vez en que hablé con Daniela a solas, parecía que estaba destinada a vivir esta experiencia con ella. -... Cómo la noche de ayer, vámonos a Marte dónde nadie vaya a buscarte, ni a ti, ni a mí...

Los recuerdos de nuestros días comenzaron a reproducirse en mi memoria mientras cantaba; las noches en mi habitación haciéndonos manicura y mascarillas, cuando sólo nos quedabamos en silencio escuchando alguna canción de The Neighborhood o The 1975, el concierto de DJ Snake, las salidas a la ciudad junto a Alex, los besos a escondidas, las escapadas a la orilla del río por la noche. Las peleas de almohadas en su habitación, su perfume, su cabello, sus tiernos y traviesos ojos castaños, sus manos y su sonrisa que parecía de fantasía. Las clases improvisadas de manejo en el auto y la motocicleta.

-Contemplemos las constelaciones y todas nuestras visiones que nos quitan el vacío que sentimos en la Tierra...

Lo que más me dolía era saber que nuestro amor tenía fecha de caducidad, saber que en Julio probablemente sería la última vez que nos veríamos. Sentí como una lágrima escapó hasta llegar a mi boca, aún así seguí cantando intentando ignorar eso.

Un año; CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora