27

983 78 8
                                    

Enero 01, 2020.
New York City.
Narra María José Garzón.

La cama estaba fría, y aunque ya amanecía, el sueño no era lo que importaba. Los labios de Daniela Calle no se habían despegado de los míos desde que habíamos entrado a la habitación.

Sus manos recorrían mi silueta por encima de la ropa, la calefacción dentro de la habitación hacía todo perfecto, y aunque los vidrios estaban empañados se podían apreciar las luces del jardín. La pequeña luz que provenía del baño nos daba lo suficiente para ver por dónde nos desplazábamos.

–¿Te he dicho lo hermosa que estás hoy?– la oí susurrar en mi oído. Y sí, lo había hecho cada que tuve oportunidad, aún así negué y esperé a que lo dijera. –Estás hermosa, hoy, mañana y siempre.– Susurró contra mis labios.

Sus manos apretaron mi trasero contra ella y causó que un gemido escapara de mi boca. Mis brazos rodearon su cuello y la acerqué a mí para seguir besándola. Aún estábamos paradas, al borde del precipicio que llamábamos "cama". Mis labios se despegaron de los suyos para bajar por su mentón hasta su cuello, la ventaja de ser centímetros más baja que ella, era que mi rostro encajaba perfectamente en el hueco de su cuello sin mucho esfuerzo. Su cabeza cayó al lado derecho dándome oportunidad de besar cada parte de su cuello caliente.

Me deshice de su abrigo y dejé que ella sacara el mío. Mis manos temblaban ligeramente cuando recorría su cintura y su espalda. Mi diestra fue directo al inicio de su zipper y comencé a bajarlo lentamente, mi vista estaba en sus ojos castaños, aquellos que me habían vuelto loca los últimos meses.

Se sentía como la primera vez, pero mejor, y también había un sentimiento de despedida.

Cuando el vestido cayó al suelo Calle sonrió y sacó los pies del rollo de tela en el piso. La empujé suavemente en la cama y me subí sobre su cuerpo, mi rostro se ladeó y la admiré: ahí, recostada y usando sólo unas bragas rojas.
Cuando mis ojos comenzaron a ponerse llorosos me acerqué a ella para besarla, ¿qué me estaba pasando?

Los papeles cambiaron minutos después, ahora era yo la que estaba con la espalda golpeando el colchón. Daniela me miraba sonriendo suavemente, sus manos parecían tocar algo frágil; se deshizo de mi ropa sin mucho apuro y besó cada centímetro de mi piel.

Mi respiración se entrecortó cuando sus besos bajaron por lo vientre hasta la orilla de mis bragas. La miré ahí, dispuesta a todo por mí placer.

Suspiré y dejé que mi cuerpo se relajara debajo de ella; mis manos tomaron las sábanas como si estas fueran el ancla que me mantendría en la tierra. Pero fue inútil.

Cuando la tuve nuevamente a mi alcance besé sus labios con necesidad mientras su mano se encargaba de hacer el trabajo.

Respiraciones entrecortadas, gemidos casi inaudibles y un aura tensa; eso era lo que existía dentro de la habitación de aquella casa en New York.

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero mi cuerpo intentaba recuperar aire debido a las actividades que había hecho apenas segundos atrás. Calle subió dejando besos por mi vientre, el valle de mis pechos y mi mejilla.

–Es hora de dormir...– Susurró en mi oído antes de acomodarse a mi lado.

Dejé que me tapara con las sábanas y me quedé en silencio observando la oscuridad y recordando lo pasado momentos atrás.

Si otra persona estuviese en mi lugar diría que había comenzado el año de la mejor forma. En mi caso, no era así.

–Calle, ¿estás dormida?– pregunté sin darme vuelta, no hubo respuesta. Tenía que decirlo, era el momento indicado. –Te amo...– susurré dejando que las lágrimas salieran finalmente.



Narra Daniela Calle.

No estaba dormida. Había escuchado con claridad lo que ella había dicho.
Meses atrás, me hubiese reído de sus palabras, pero ahora... Ahora todo pintaba de un color diferente, parecía que las cosas iban bien y... Eso no se me daba.

Cuando me aseguré de que ella estaba dormida, salí de la habitación de puntillas, me había puesto el abrigo encima sin nada abajo.
Al bajar las escaleras Ariana estaba sentada en el sofá del living mirando algo en la televisión.

Me acerqué en silencio, hasta que ella volteó. –Así que aún no duermes...– dijo con obviedad. –Pensaba en enviarte un mensaje, pero imaginé que la estabas pasando bien con Poché y...

–ella dijo que me ama y luego sólo lloró hasta quedarse dormida.– la corté, necesitaba contárselo a alguien, y esperar hasta más tarde haría todo más difícil.

–¿Le respondiste?

–No, me hice la dormida.– Ariana me miró y comenzó a negar.

–Calle, tú... ¿tú sientes lo mismo que ella?

–Sí.

–¿por qué no se lo dijiste?

–No quiero hacerle daño, quiero que disfrute sus últimos meses aquí y... Pensaba que me terminaría luego de que Jo y Leo nos miraron en la cocina esta mañana.

–¿Se lo dijeron?

–Supongo que sí, se ha portado extraña desde la mañana y en sus ojos había una mirada extraña, como si... Como si fuera la última vez teniendo un acercamiento así.

–¿Por qué no vas y te acuestas con ella y... en la mañana que despierte le dices que también la amas?

–Lo haré...– mi vista fue al televisor. –¿How to get away with murder?- Ella asintió –me quedaré a ver este capítulo y luego iré a la habitación con ella.

Cuando desperté, Ariana estaba durmiendo a mi lado y Johanna me miraba con cara de decepción.

–No es lo que parece.– dije apenas mientras tallaba mis ojos.

–Ve a bañarte, saldremos a Times Square en una hora.

–¿Dónde está Poché?

–No te preocupes, al parecer no se ha despertado.

Me levanté del sofá y subí las escaleras una a una sintiendo algo extraño en mi pecho. Tomé el pomo de la puerta y escuché como alguien hablaba dentro de ella.

–Si mamá, estoy bien... Estoy en New York con las hijas de Mafe... ¿Cómo están ustedes?... ¿En verdad?... También estoy contando los días para irme de aquí... ¿Novio? No, mamá que ya te dije que sólo he venido a estudiar... ¿Samuel regresó?... ¿Puedes pedirle su nuevo número y me lo envías?... Sí, también es buena opción... No, mamá, no lo sigo amando es sólo que... Sí, sería bueno saber de él.

¿Samuel? ¿Quién era Samuel?

–¿Escuchar detrás de las puertas no es mala educación?– Pablo susurró a mi lado.

–No estaba escuchando, sólo espero a que termine de hablar con su madre para entrar.

–Ajá, sí...– fue lo último que dijo antes de seguir su camino al piso de abajo.

¿Quién es Samuel?

Un año; CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora