10 años después...

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New York se vestía de blanco debido al invierno, la ciudad no dejaba de moverse incluso cuando se encontraba a grados bajo cero. Eso era lo que le recordaba a su viejo amor, New York + buena comida = Daniela Calle.

Habían pasado 8 años desde la última vez que hablaron, y tenía tanto que contarle; le echaba de menos.

La pizza en su plato se estaba enfriando y los 29 años parecían más pesados con el paso de los meses. Poché estaba segura que su nueva vida en la ciudad insomne, como llamaba su padre, sería buena; tenía ese presentimiento desde que su jefe le ofreció un nuevo y mejor puesto fuera de Bogotá.

Por otro lado, en Manhattan, Daniela Calle se levantaba de la cama, hoy era su cumpleaños número 32. Sabía que Maia la esperaba en la cocina con un buen desayuno, y aunque dijo a su familia que no festejaría, todos estaban en la ciudad vecina preparando algo para ella.

Tenía días recordando a su viejo amor, y aunque Maia era abierta a hablar cualquier tema con ella, Calle no quería mencionarle aquello.

Tomó su abrigo luego de cambiarse y salió de la habitación, hoy era un día tranquilo pues no tenía que presentarse en la oficina hasta la mañana siguiente. Y cómo predijo, su compañera la esperaba en el comedor con su desayuno listo y un pequeño pastel con una sola vela.

Poché miró nuevamente el reloj, 12:29 de mediodía. Cenaría con un par de sus nuevas compañeras de trabajo, quienes que habían ofrecido a hablarles un poco sobre la empresa y la forma en que ellas trabajaban.

Su pasatiempo favorito seguía siendo cantar, así que, cuatro horas y media después, salió de su departamento provisional cargando su guitarra. Había visto a varios artistas en las calles, así que ella decidió hacer lo mismo que ellos: regalar un poco de música.

Llegó al central park y buscó un lugar entre todas las personas, acomodó su pequeña cámara y dejó el estuche de su guitarra abierta.

Canción tras canción iban saliendo, cada una de ellas en español; se había acostumbrado a ello, así que no le importó si su público no entendía, aunque sí parecían disfrutarlo.

Calle y Maia caminaban por el Central Park rumbo al restaurante donde la familia completa esperaba. Los músicos que había por ahí hacían que su camino fuese menos aburrido y su nerviosismo cesara un poco.

Al entrar al restaurante Poché buscó la mesa que el chico de la entrada había dicho, y aunque un mesero caminaba frente a ella para guiarla, sus ojos se paseaban por el lugar.
Aquél restaurante era el mismo al que había ido para recibir el año nuevo del 2020; le parecía fantástico lo rápido que había pasado el tiempo desde ese día.

En una zona alejada a todos, la familia Calle junto a Samantha y su esposo, estaban hablando sobre sus trabajos, la vida de casados y la futura boda de Leo y Johanna. El chico de 21 años, Alex, fingía tener una buena charla con alguien. Aunque en realidad revisaba las redes sociales en busca de algo, o más bien, alguien.

Alex había sido el único en mantenerse en contacto con María José, aunque Sam y Jo no se quedaban atrás; el chico hablaba con la mujer cuatro o cinco veces por semana. Y cuando miró que había subido una fotografía de su cena, reconoció el platillo, el plato y el fondo.

–Necesito salir por un momento, me avisan cuando Calle haya llegado.– dijo disculpándose mientras dejaba la servilleta sobre la mesa y salía del área reservada.

Los ojos marrones del joven escaneaban el lugar mientras recorría todo el restaurante, y ahí, frente al gran ventanal pudo reconocer el perfil de Poché; quien, al verlo, dejó caer el tenedor sobre el plato.

Un año; CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora