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—¿Ya te vas?

—Sí, iré a casa de tus padres. ¿Segura no quieres venir?

—No son mis padres, y no, no quiero ir —le dijo desinteresada, comiendo avena, mientras miraba una película.

—¿Y si me preguntan por ti? ¿Si quieren verte?

—Diles que yo no quiero verlos, que si me fui, fue por eso mismo.

—De acuerdo —suspiró, tomando su abrigo—. Por favor no salgas de la casa, y si necesitas algo, llámame.

—De acuerdo, te amo —sonrió mirándolo por un momento, antes de volver su vista a la televisión.

Dante sonrió suavemente y salió del departamento. Así era ella de espontánea, impulsiva, y dudaba mucho que lo amara, pero era lindo escuchar que alguien se lo dijera.

Observó la dirección que Mía le había dado de la casa de su familia adoptiva, y respiró profundo. Sólo esperaba no encontrar problemas por visitarlos.

***

—¿Qué se le ofrece? —preguntó una mujer de más de cuarenta años, cabello rubio y ojos azules, al momento de abrir la puerta.

—Buenas tardes, mi nombre es Dante Spencer, estoy buscando a la familia Bate.

—Hola, yo soy Nora Bate —pronunció la mujer frunciendo levemente el ceño.

—Vine hasta aquí porque conocí a Mía, ella es su hija adoptiva ¿Verdad?

—¿Dónde está ella? ¿Lo sabes? —preguntó preocupada—. Mía se fue hace más de seis meses de nuestra casa, no es la primera vez que lo hace, pero creímos que regresaría. Hicimos la denuncia, pero hasta ahora, no hemos podido encontrar pistas sobre ella. ¿Está bien?

—Ella está bien, vine aquí para informárselo, para de cierto modo, darles algo de tranquilidad.

—¿Y en dónde está?

—Ella... Se está quedando en casa de una amiga.

—Mía no tiene amigos en la ciudad, ni siquiera tiene conocidos aquí. Ella viene de otro Estado, la hemos traído hace poco más de un año, y nunca quiso ir a la escuela. Solía escaparse de clases —suspiró.

—¿Cuál es la situación actual de ella legalmente?

—¿Cómo conoces tú a Mía? ¿Dónde la has visto? ¿Y por qué no vino ella? —le preguntó seria, sin responderle.

—Soy un amigo que busca ayudarla, simplemente eso.

—Mía debe volver aquí, y... Al sistema, lamentablemente, ella ya no puede quedarse en nuestra familia. Si tú realmente sabes dónde está, dile que vuelva. La calle no es un lugar seguro, corre muchos peligros. Ella merece otro tipo de vida, y no la conseguirá si no logra encaminarse. Sin estudios no llegará a ningún lado.

—Si vuelvo a verla, le diré que venga aquí. ¿Quiere agendar mi nuevo?

—Sí, por supuesto —le dijo la mujer antes de entrar, y regresar con su celular.

—Si vine hasta aquí, fue porque quería hablarle de ella, simplemente eso —pronunció Dante en un tono calmo—. Yo también creo que ella merece un hogar donde sentirse segura, querida y a gusto.

—Con mi marido lo intentamos desde el primer día, pero Mía jamás quiso encajar en nuestra familia. Ella ha crecido con mucho resentimiento, y es entendible. Su vida ha sido muy triste.

—Creo que me contó en algún momento que pasó por muchas familias.

—Mía sufrió abuso sexual tanto en los orfanatos donde estuvo, como en una de las casas donde le dieron asilo. Nosotros sabíamos que ella sería una chica problemática, pero de todos modos quisimos intentarlo, ayudarla. Creo que si ella regresa, y está dispuesta a intentarlo también, podríamos apelar a que se quede con nosotros. Lo único que queremos, es que ella esté bien.

***

—¡Dante! —chilló al verlo entrar, sonriendo.

—Te enfermerás —le dijo al verla en top y con un mini short.

—Pero si puse la calefacción, y también tengo esta bata tuya —sonrió colocándosela, sin atarla—. Estoy muy bien.

—Hablé con Nora.

—Ah —murmuró indiferente, sentándose una vez en el sillón, tomando su taza de café caliente entre ambas manos—. ¿Y qué te dijo?

—Que debes volver.

—No pienso hacerlo —sonrió falsamente.

—Mía, debes volver, ellos están preocupados por ti. Me sonó muy sincera, quieren lo mejor para ti.

—Aquí está lo mejor para mí, a tu lado, viviendo contigo.

—Mía, por más que quiera, yo no puedo tenerte aquí. Tú-

—¿Me estás echando? —le preguntó poniéndose de pie.

—Por supuesto que no, jamás haría eso. Pero tú debes hacer las cosas bien.

Lo miró a los ojos, y luego dejó la taza de café sobre la mesa, tomando su mochila.

—¿Qué haces?

—No esperaba que quisieras que me quedara luego de hablar con ella, por eso preparé mi mochila —le dijo colocándosela, tomando sus zapatillas luego.

—¿De qué hablas? Mía, yo no quiero que te vayas de aquí, sólo que vayas hasta tu casa y hables con ellos. Aún eres menor de edad, y debes-

—Me tienes harta con tu excusa sobre la edad, Dante —pronunció terminando de atar sus cordones, quitándose la bata de él.

Tomó una campera que le llegaba a la cintura, y se la colocó, pasando por su lado. Y Dante no la dejó continuar, tomándola de la muñeca.

—Mía, no hagas de esto un problema, por favor.

—Tú no quieres que me quede contigo, y lo entiendo.

—No, no quiero que vuelvas a la calle, ni arruines tu vida, eso es lo que no quiero.

—Mi vida ya está arruinada, Dante, hace mucho tiempo atrás la cagaron.

La miró a los ojos y la abrazó, estrechándola contra su pecho, apoyando una de sus manos detrás de su cabeza, y envolviendo con su otro brazo su cintura.

—Lo único que quiero es ayudarte, Mía. No busco alejarte de mi vida, sólo hacer lo mejor para ti.

—Entonces déjame quedar aquí —le pidió en un tono bajo—. Quiero quedarme contigo. Por primera vez en mi vida, siento que tengo un hogar y no me quiero ir.

...

Hasta que seas mayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora